Yunes: la dinastía que nunca pierde, solo cambia de camiseta

Si hay algo seguro en la política mexicana es que los Yunes siempre estarán en el lado ganador. O al menos en el lado que más les convenga en ese momento. La reciente afiliación de Miguel Ángel Yunes Márquez a Morena es solo el capítulo más reciente de una larga historia de oportunismo y conveniencia que ha definido a esta familia como los verdaderos esquiroles de la política.
Después de décadas de moverse entre partidos, utilizando colores e ideologías como simples accesorios intercambiables, los Yunes han demostrado que la lealtad es un concepto demasiado abstracto cuando el verdadero objetivo es mantenerse en el poder. Hoy en el PAN, mañana en el PRI, pasado en Morena. ¿Principios? ¿Convicciones? No, gracias, mejor asegurarse un buen puesto.
Un cambio más en el historial de la familia Yunes
Desde sus tiempos en el PRI, pasando por su meteórica ascensión en el PAN y ahora su “iluminación” morenista, la familia Yunes ha sabido jugar el tablero político con la destreza de verdaderos sobrevivientes. Su historia está marcada por alianzas estratégicas que cambian según la marea electoral, siempre asegurando su presencia en los espacios de poder.
El caso de Miguel Ángel Yunes Márquez es solo un reflejo de esta tradición. Después de pasar 20 años en el PAN y ser una de las figuras más beligerantes contra Morena, ahora decide que el partido en el poder es su mejor opción. Y para hacerlo aún más descarado, lo hace después de haber sido expulsado del PAN por votar a favor de la reforma al Poder Judicial impulsada por el obradorismo. Así, de enemigo a aliado en tiempo récord.
Pero la historia no es nueva. Su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, también ha navegado con bandera de conveniencia, pasando del PRI al PAN cuando la derecha le ofreció una mejor plataforma para sus aspiraciones. Hoy, al igual que su hijo, se acerca peligrosamente a Morena, aunque todavía mantiene las apariencias de “retiro político”.
Un historial plagado de acusaciones y escándalos
Más allá de su flexibilidad ideológica, la familia Yunes ha estado rodeada de controversias y acusaciones legales. Miguel Ángel Yunes Márquez no solo enfrenta el desprecio de sus antiguos aliados, sino que además ha sido investigado por falsificación de documentos para contender por la alcaldía de Veracruz en 2021, mientras que su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, ha sido señalado en múltiples ocasiones por presunto enriquecimiento ilícito. La historia se repite con Fernando y Omar Yunes Márquez, quienes también han sido acusados de irregularidades en su gestión.
El caso más reciente involucra una orden de aprehensión contra Yunes Márquez por fraude procesal y falsificación de documentos, delitos por los cuales logró obtener una suspensión provisional justo a tiempo para rendir protesta como senador y gozar del fuero constitucional durante seis años más. La estrategia familiar es clara: usar el poder no solo para perpetuarse en la política, sino también para blindarse de cualquier consecuencia legal.
Una dinastía que no suelta el poder: Los Verdaderos Esquiroles
No es casualidad que el apellido Yunes haya sido una constante en la política de Veracruz. Miguel Ángel Yunes Linares ha ocupado múltiples cargos de relevancia, desde ser gobernador hasta puestos clave en seguridad pública y el ISSSTE. Su primo, Héctor Yunes Landa, ha sido senador y diputado federal dentro del PRI, mientras que Fernando Yunes Márquez se desempeñó como alcalde de Veracruz y senador. La lista de familiares en el servicio público parece interminable, demostrando que más que una tradición política, lo de los Yunes es una empresa familiar.
Incluso la esposa de Miguel Ángel Yunes Márquez, Patricia Lobeira Rodríguez, se ha visto beneficiada con cargos públicos, llegando a ser alcaldesa de Veracruz tras una polémica elección. El nepotismo y el influyentismo han sido una constante en la estrategia de esta dinastía que, sin importar el partido en el que militen, siempre encuentra la forma de seguir en el juego.
Morena les abre las puertas… con resistencia
A pesar del entusiasmo con el que algunos en Morena han recibido a Yunes Márquez, no todos están felices con su llegada. La gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, ha dejado claro que su presencia es una amenaza para la integridad del movimiento. Argumenta que su historial de corrupción y sus vínculos con el viejo régimen van en contra de los principios de la 4T, por lo que ha solicitado formalmente que se impida su afiliación.
Sin embargo, la dirigencia de Morena parece tener otras prioridades. La presidenta del partido, Luisa María Alcalde, ha optado por dejar la decisión en manos de la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena, lo que en términos prácticos significa que, con el tiempo, la polémica se diluirá y Yunes Márquez podrá consolidar su lugar en la bancada oficialista.
¿Y el electorado? Bien, gracias
Mientras la dinastía Yunes se reinventa una vez más, el electorado que alguna vez confió en ellos se queda con una amarga lección: en la política, la lealtad no existe, solo el cálculo político. Aquellos que votaron por ellos cuando eran panistas ahora deben ver cómo sus representantes se abrazan con el oficialismo sin el menor atisbo de vergüenza.
La pregunta que queda en el aire es: ¿hasta cuándo seguirán cayendo los ciudadanos en este juego? Porque si hay algo seguro es que, cuando Morena deje de ser rentable para los Yunes, encontrarán otro partido que les abra las puertas. Después de todo, la tradición de esta familia no es la ideología ni el compromiso con la ciudadanía. Su verdadera vocación es nunca quedarse fuera del poder.