Amazon y la Inteligencia Artificial: El nuevo látigo de la clase trabajadora

Cuando escuchamos el concepto de Inteligencia Artificial, probablemente lo primero que pensamos es en robots, computadoras y quizá los más experimentados en el tema remiten a lenguajes de programación, códigos, machine learning y aprendizaje profundo. Pero más allá del desarrollo, que puede ser realmente espectacular, la IA está entre dos extremos sumamente oscuros y poco regulados. En un extremo se encuentran los suministros, la materia prima que la sostiene, y por el otro la “sofisticada” explotación laboral de las grandes empresas que la desarrollan y aplican.

Kate Crawford, profesora de la Universidad de Nueva York, y Vladan Joler, un académico serbio, hicieron equipo para mapear la cadena de suministros, materias primas, datos y el trabajo “fantasma” que sustentan el desarrollo y aplicación de Alexa, el agente de IA de Amazon.

“Cada pequeño momento de convivencia con Alexa, ya sea respondiendo una pregunta, encendiendo una luz o tocando una canción, requiere una vasta red planetaria, alimentada por la extracción de materiales, mano de obra y datos no renovables”, escriben Crawford y Joler. “Una contabilidad completa de estos costos es casi imposible, pero es cada vez más importante que comprendamos la escala y el alcance si queremos entender y gobernar las infraestructuras técnicas que se filtran a través de nuestras vidas”, agregan.

Fuente: CNet

El trabajo fantasma

En Tercera Vía ya hemos hablado del trabajo fantasma, “un tipo de trabajo en el que la persona etiqueta y clasifica datos para plataformas online en tareas que suelen durar segundos”. Uber pone uno de los mejores ejemplos de trabajo fantasma, ya que su sistema de reconocimiento facial requiere de una validación real; una tarea sumamente compleja para los sistemas informáticos actuales, por lo que la gigante tecnológica debe contratar a otra empresa que emplea personas reales para dicho reconocimiento.

Varios son los investigadores que han tratado de documentar las vidas de los “trabajadores fantasmas” que desempeñan un papel crucial, pero en gran parte poco reconocido, en empresas de tecnología como Amazon, Facebook, Google y Microsoft, moderando el contenido, respondiendo consultas, manteniendo sitios web y realizando otras rutinas. Y aunque se trata de un campo muy difícil de explorar porque se trata de una cadena estructural que en la mayor parte de sus eslabones opera sin regulación, se puede consultar el libro “Ghost Work: Cómo detener a Silicon Valley de la construcción de una nueva clase baja global” de la antropóloga Mary L. Gray (paradójicamente disponible en Amazon).

La conclusión general de Gray es simple y aterradora, contrario a la percepción general de muchas personas, las nuevas tecnologías no van a terminar con las fuentes de trabajo, sino que las van a transformar y crearán una nueva clase laboral superprecaria. Es lo que llama ‘la paradoja de la última milla de automatización‘:

“Si bien es innegable que los robots están aumentando, la mayoría de los trabajos automatizados aún requieren que los humanos trabajen las 24 horas del día, a menudo a tiempo parcial o por contrato, afinando y cuidando los procesos automatizados cuando las máquinas se atascan o se rompen. El trabajo de fábrica, el trabajo a destajo y la subcontratación fueron todos precursores de las tareas distribuidas online. Estos trabajos venían con poca estabilidad o apoyo. Fueron realizadas, en su mayoría, por personas a las que los economistas podrían considerar prescindibles o de bajo valor”.- Mary L. Gray

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Un infiltrado revela la peor cara de Amazon

Las investigaciones de Crawford, Joler y Gray, apenas son la punta del iceberg y más allá de la investigación académica, tenemos la experiencia viva del periodista y escritor británico James Bloodworth, que trabajó infiltrado en Amazon y Uber para conocer la precariedad laboral de estas multinacionales.

“Operario de almacén. Jornadas de casi 11 horas, 16 kilómetros de carreras entre estanterías cada día y salario mínimo. Bienvenido a Amazon”. Así arranca Bloodworth, periodista y escritor de 35 años, su libro ‘Hired: six months undercover in low-wage Britain’, un relato demoledor y en primera persona de la realidad laboral detrás de estas empresas. Seis meses infiltrado de operario en Amazon y casi tres de conductor en Uber le bastaron para “radicalizarse”.

Puestos de control, guardias acosando a los empleados para evitar robos hormiga, objetivos mínimos con límite de tiempo y restricciones de movilidad (“No puedes correr por el almacén, pero si quieres cumplir tus objetivos, tienes que correr. Literalmente. No hay forma de lograrlos si no lo haces”) y lo más alarmante, estrategias de contratación corta para evadir responsabilidades legales.

“La realidad es que hacen todo esto porque quieren que haya una alta rotación de gente. La mayoría del personal de almacén son temporales con contrato de nueve meses. Te exprimen antes de que puedas ser permanente y tengas derechos laborales más amplios”, explica Bloodworth. El relato de Bloodworth, puede parecer muy común para quienes habitamos países con históricas condiciones laborales precarias, corrupción e impunidad, pero eso no justifica las prácticas de estas transnacionales en ninguna parte del mundo.

El Mundo distópico de Amazon

Habrá quien decida desestimar el relato de Bloodworth porque puede interpretarse como un relato personal y no como una investigación periodística, pero un nuevo informe del Instituto de Mercados Abiertos (Open Markets Institute), basado en Washington D.C., soporta la experiencia narrada por el periodista. En sus conclusiones afirman que Amazon ha creado una extensa infraestructura de control y vigilancia de sus empleados que pone bajo un intenso escrutinio a cada trabajador y rastrea todos sus movimientos, recurriendo a métodos «cada vez más invasivos» y «creando condiciones excepcionalmente opresivas» para el trabajo.

El sitio web The Register, que recupera el informe, considera que el nivel de control implementado por la compañía es claramente distópico, al sostener que va «mucho más allá de promover un trabajo eficiente». La cuestión es que Amazon, no solo usa la IA en el desarrollo de Alexa, sino que ha equipado sus cámaras de seguridad con inteligencia artificial sofisticada para asegurarse el control de los empleados; una aplicación terrorífica de esta IA se ha dado en el contexto de la pandemia por Covid-19, ya que la usan para revisar minuciosamente si sus empleados cumplen con las medidas de distanciamiento social impuestas.

La función principal de las cámaras, instaladas en los almacenes de la compañía, es impedir los robos y controlar que los empleados se dediquen únicamente a sus funciones. El sistema de vigilancia va más allá de los almacenes: también hay un ‘software’ de navegación utilizado para recomendar las rutas a los conductores y monitorear su camino para garantizar que sigan la ruta sugerida por Amazon.

El ‘software’ también controla que los empleados no se detengan en los descansos que tienen solo tres veces al día: uno de 30 minutos para comer y dos veces por 15 minutos. Los conductores, además, deben entregar a tiempo 999 pedidos de cada 1.000 bajo amenaza de despido, algo que conlleva el aumento de velocidad en las carreteras y accidentes de tráfico.

Los empleados no pueden llevar al almacén cosas propias aparte de una botella de agua y una bolsa de plástico transparente con dinero. Al final de la jornada laboral, los someten a un minucioso examen obligatorio para asegurarse de que no robaron ningún artículo del almacén, procedimiento que puede durar de 25 minutos a una hora del tiempo libre de los empleados por el que no se les paga.


“Es imposible no salir muy enojado de allí después de ver cómo tratan a la gente: como si fueran animales. Sucedieron tantas cosas inaceptables que me dije: tengo que contarlo…”.- James Bloodworth

Avisos automatizados y despidos

Amazon envía tareas a los empleados, como recoger un pedido para empacarlo y enviarlo al cliente, mediante un sistema electrónico de control y utiliza escáneres de artículos para contar incluso los segundos que pasan entre el cumplimiento de cada tarea. Si el empleado es más lento de lo establecido por el programa de Amazon, el sistema le manda un aviso que incluso puede conllevar el despido.

Según comentó una de las empleadas de Amazon a los autores del informe, los trabajadores no entienden cuánto tiempo se les asigna para completar cada tarea y esta cifra es algo que la compañía cambia «entre bastidores», sin avisarles. «Lo sabrás cuando te llegue un aviso. No te dicen qué indice tienes que alcanzar al principio», dijo al explicar que este índice se basa en el papel particular de cada empleado.


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«No sabes lo que va a pasar. No sé qué tareas terminé esta semana, ni si alcanzo el índice la próxima semana o si este va a cambiar. Y los managers te están observando y acercándose a ti todo el tiempo. Te sientes como si alguien te estuviera observando mientras duermes», señaló.

Además, la compañía patentó una pulsera ultrasónica que «puede rastrear con precisión dónde ponen sus manos los empleados del almacén» y vibra para que se dirijan en dirección necesaria.

Los empleados se comparan con «zombis» y su entorno laboral con la trama de ‘El señor de las moscas’ de William Golding por la práctica de la compañía de desprenderse cada año de «los más débiles». «Amazon programa el ‘software’ para minimizar la libertad del trabajador y la toma individual de decisiones», concluye el informe.

Fuente: The Guardian

Política antisindical

Las duras condiciones laborales es algo con lo que a los trabajadores les podrían ayudar los sindicatos, pero Amazon hace todo lo posible para impedir su aparición. «No puedes hablar con tus colegas. Los managers se acercan a ti y dicen que te enviarán a una estación diferente», comentó una empleada de la empresa.

Esta práctica se hizo evidente en dos polémicas ofertas de trabajo que Amazon retiró este martes luego de que llamaran la atención de los medios y generaran una gran controversia en EE.UU.

En la descripción del puesto de analista de inteligencia, Amazon incluyó el requisito de detectar «amenazas de organización laboral contra la compañía» y participar en la compilación de evaluaciones para su posterior uso en las demandas judiciales, «incluso órdenes de restricción contra grupos de activistas».

Para un puesto de analista senior había un requisito similar sobre el activismo sindical, con la precisión de que las evaluaciones de inteligencia se utilizan «para demostrar en la corte que los grupos de activistas tienen la intención de continuar la actividad ilegal respecto a Amazon».

En respuesta al informe, un portavoz de Amazon comentó a The Register que como la mayoría de las empresas, tiene «expectativas de rendimiento» para cada trabajador, «ya sea un empleado corporativo o asociado del centro de cumplimiento», y por eso mide la productividad real.

«El rendimiento de los asociados se mide y se evalúa durante un largo período de tiempo, ya que sabemos que una variedad de cosas podría impactar en la capacidad de cumplir con las expectativas cualquier día u hora. Apoyamos a las personas que no están rindiendo al nivel esperado con un entrenamiento dedicado para ayudarles a mejorar», indicaron desde la compañía.

Con información de Revista Capital, Laberinto Global y Rebelion | Edición y notas del Colectivo Alterius

 

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