No contar en la estadística: La resistencia de los pueblos originarios frente al Covid-19
No se trata solo de números, las historias personales que giran en torno a la crisis actual van más allá de meras estadísticas. En la arena de los discursos públicos todo se juega con esos números, incluso los principales detractores de la estrategia del gobierno que hablan de que el número real de muertes por Covid es tres veces mayor al de los números oficiales están poco interesados en la verdadera dimensión del problema.
Mientras allá arriba se disputan los enormes beneficios de gestionar los recursos públicos (no solo los huesitos como los de Pío López, sino los huesotes como los del caso Lozoya y actualmente la repartición entre empresas extractivas que operan el Tren Maya) y en medio se quejan encerrados en la comodidad de sus autos, abajo sigue aumentando la pobreza y las historias de muerte y abandono se acumulan.
Iniciativas como La Guía para la atención de pueblos indígenas y afromexicano ante el Covid-19, publicada por el INPI, terminan siendo meros documentos que validan a un Estado que en lo concreto solo persigue, criminaliza y despoja a las comunidades originarias.
Como señala el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, nadie tiene un conteo de los contagios y muertes por Covid en las comunidades de la Montaña y esto es extensivo a las comunidades originarias de todo el país. El gobierno basa sus números en el registro que llevan los hospitales mientras en las comunidades indígenas las personas pueden morir de Covid-19 y no ser parte de la estadística, la única forma de saber si las muertes son por coronavirus es por el cuadro clínico, ya que ni siquiera hay pruebas para el diagnóstico, pero el abandono es tal en la mayor parte de esas comunidades que no hay servicios de salud y muchas personas ni siquiera conocen los principales síntomas de la enfermedad.
Tlachinollan, que ha seguido de cerca la crisis en sus localidades, ha documentado un alza en la población que viaja a los campos agrícolas en autobuses en mal estado, sin seguro de viajero y llevando a los niños en los pasillos o en las piernas la mayoría de veces. “Tan solo del mes de abril a julio se tiene el registro de 4 mil 800 personas que migraron, un 150% más que el año pasado. En las comunidades los precios de los productos han subido, no hay empleo y prefieren arriesgarse e irse a trabajar que morir de hambre en su comunidad”, dice el director de Tlachinollan, Abel Barrera Hernandez.
La resistencia
Los pueblos originarios siguen siendo utilizados en los discursos públicos. Lo mismo vemos a Sheinbaum preparando tortillas para la foto, mientras enarbola un discurso demagógico y anticientífico para continuar con el puente de Cuemanco que pone en riesgo los humedales de la ciudad, que a Obrador defendiendo la apuesta ecocida del Tren Maya, sin importarle las múltiples voces expertas que rechazan ambos proyectos (no las de la ultraderecha que ciertamente existe y aprovechan los señalamientos en su carrera por recuperar el control gubernamental).
Por eso a las comunidades indígenas no les dejan otro camino que el de la resistencia. Como señala la publicación Amplificando las voces indígenas: Las soluciones y desafíos de los miembros indígenas de la UICN relacionados con la crisis de COVID-19, un trabajo conjunto entre las Organizaciones de Pueblos Indígenas (OPI) miembros de la UICN y la Secretaría de este organismo, la lucha de los pueblos indígenas en todo el mundo contra el COVID-19 los ha llevado a tomar medidas drásticas para proteger a sus comunidades. Así también resiten los efectos desproporcionados que la pandemia les ha impuesto.
Este informe no solo busca destacar los impactos de COVID-19 en las comunidades indígenas, sino también las soluciones que están innovando y adaptando para hacer frente a este enorme desafío.
La iniciativa busca hacer un llamado de atención internacional sobre los impactos que la pandemia está ocasionando en las tierras, territorios y aguas de los pueblos indígenas, esto con el fin de compartir sus propuestas para una mayor acción, así como fortalecer y mejorar su resiliencia.
Desde el aislamiento voluntario, la aplicación de los conocimientos ancestrales, hasta el cierre del acceso a los territorios, el activismo de los jóvenes para difundir medidas y técnicas preventivas, entre otras acciones, los pueblos indígenas se esfuerzan por frenar la propagación del virus protegiendo a la vez su modo de vida.
La urgencia de esos esfuerzos, explica la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se incrementa a medida que continúan las amenazas sobre sus territorios y recursos tradicionales para su explotación comercial, así como los incendios forestales y otros peligros que socavan los derechos los pueblos.
Asimismo, el organismo remarca que el conocimiento, las culturas, la gobernanza y los sistemas económicos indígenas ayudan a proteger nuestro futuro aportando soluciones a los desafíos ambientales más apremiantes que enfrentan el planeta y la humanidad, incluyendo el cambio climático y la degradación del medio ambiente.
Justamente, en reconocimiento de este rol, la UICN durante el anterior Congreso Mundial de la Naturaleza (en 2016), tomó la decisión histórica de crear una nueva categoría de miembros específicamente para las organizaciones de pueblos indígenas, que se conoce como OPI.
Dicha decisión fue tomada con el fin de fortalecer la voz, las funciones y los derechos de los pueblos indígenas en la conservación. De esta forma la UICN reconoce este papel fundamental que desempeñan los pueblos indígenas en la conservación de los paisajes terrestres, marítimos y de los recursos naturales de las regiones con mayor diversidad biológica del mundo.
Asimismo, enfatiza sobre la necesidad de continuar apoyando la salud y funciones vitales de custodia de los pueblos indígenas mediante el fortalecimiento de su resiliencia ante la pandemia, si queremos tener un planeta sano para las generaciones venideras.
Esto significa apoyar su trabajo y sus derechos como pueblos indígenas, y valorar sus habilidades únicas para equilibrar la salud local, la seguridad alimentaria y las necesidades de recursos con la salud del planeta y sus habitantes, puntualizó el organismo.
Con información de Desinformémonos, Servindi y Tlachinollan | Selección, edición y comentarios del Colectivo Alterius
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