Más allá de la búsqueda: Reivindicando la alegría de las rastreadoras

Por Tercero Díaz

“La vida es de sensaciones”, me decía mi mejor amigo Óscar Jesús, quien duró días desaparecido y después lo encontramos sin vida en Baja California. Escribo desde las tripas, desde lo personal porque esta no es una nota periodística ni académica. Este es un ensayo de lazos, de redes, de amistad, de sensaciones. Está escrito desde una comunicación que intenta ser significativa más que informativa.

Del pasado 5 al 8 de septiembre se realizó el Quinto Encuentro de la Red de Enlaces Nacionales en Ciudad de México, una organización que se complementa por más de 60 colectivos de familiares que buscan a sus desaparecidos en todo México. Reunidos con el mismo objetivo de fortalecer sus procesos internos y ver hacía dónde y cómo dirigirse, el encuentro estuvo lleno de madres, hermanas y padres que participaron en diversas mesas y actividades lúdicas de integración para compartir experiencias y saberes.

Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos y Población de la Secretaría de Gobernación hizo su aparición. No le fue muy bien. Las opiniones familiares decían “a mí ya no me la venden, yo ya no se las compro”, comentó Silvia Ortiz, madre que busca a su hija Silvia Stephanie Sánchez Viesca desaparecida el 5 de noviembre del 2004 en Torreón, Coahuila.

“Son casi 15 años que yo estoy en esto, escuchando a las autoridades, y todos han dicho el mismo discurso. No, no han cambiado nada. Ya he visto tres partidos políticos en el poder y es lo mismo, hablaron de no imposición y veo imposición. A Karla Quintana (Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas) le dije que quería que me apoyará en las búsquedas que fuera a Coahuila y ella me dijo -te voy apoyar a pesar de que no votaste por mí-. Y no me apoyó, la invité a ella a asistir con nosotras porque no entienden cómo lo hacemos allá, y no fue, nunca ha ido. También le pedí a Alejandro Encinas que asistiera, tampoco fue”.

“Dentro de la tragedia vivimos la unión y la conexión entre nosotras”

Las madres iban y venían de arriba abajo en el Centro Prodh, bebían café se agrupaban en círculos, narraban sus experiencias en los estados, sus obstáculos, sus logros y victorias. Sus planes a futuro. De vez en vez había roces, disputas en plenarias, opiniones encontradas, nada fuera de lo natural y sano para una construcción colaborativa de paz y acciones a futuro. “A lo mejor no estamos de acuerdo en muchas cosas pero eso no implican que no vayamos al mismo objetivo, la localización de los nuestros”, mencionó Silvia.

“Estos encuentros son muy valiosos, yo los visualizo en dos aspectos. En sí por los conocimientos de los temas específicos a tratar. Pero además, por las redes que se tejen entre nosotras mismas. Yo creo que eso es también lo importante, el tema, pero las redes que uno teje con otros familiares de la República e incluso de manera internacional”, comentó Mercedes Guadalupe Ruiz Gonzáles quien busca a su hijo Alejandro Ortiz Ruiz desaparecido junto con Vianey Heredia Hernández el 29 de noviembre del 2010 en Apatzingán, Michoacán.

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La desaparición es algo para lo que nadie está preparado, entender estos crímenes antes de juzgar y correr asustados nunca es la primera reacción que nosotros como sociedad hemos tenido. Primero nos hemos situado desde el desconocimiento, después la indiferencia que impide informarnos, posteriormente reproducimos estereotipos; juzgamos, estigmatizamos, satanizamos y finalmente nos alejamos.

Por eso la lucha por la memoria y la verdad en México es una lucha que avanza lento ante la reacción de la mayoría que decide vivir negando esta problemática que nos ocurre a todos, tengamos o no un familiar directo desaparecido.

Cada que un ser querido sale de viaje, cada que vamos a un bar, cada que nos subimos a un taxi ¿No hacemos ese llamado de alerta a nuestros cercanos? Aquella premisa de “cuídate mucho, compárteme tu ubicación, avísame cuando hayas llegado a casa, no te vayas por esa ruta es mejor por esta…” Hacemos todo esto, porque en efecto la desaparición es un problema que nos atraviesa a todos seamos o no conscientes de esto. Sabemos en el fondo que cualquiera de nosotros puede ser el siguiente. Así que es momento de acompañar a las familias.


Las madres de desaparecidos han vivido el estigma y es por ello que en encuentros y pláticas de café entre ellas, se han dado la oportunidad de continuar con una vida dentro de la desgracia. Una vida que merecen y es legítimo continuar.

“Lo que pasa es que existe un grave problema con todas nosotras, una vez que ya estamos de este lado viene una serie de circunstancias que te etiquetan y te separa del resto de tu familia y de tus amistades. Tú no te sientes bien al ir a una fiesta familiar porque ves a sus familias completas y a ti te hace falta alguien a un lado. No puedes ir a una fiesta normal porque te sientes incómoda porque todos voltean a verte, incluso hay quienes se atreven a decir que ya nos olvidamos de nuestro familiar por estar en una fiesta. Hay rechazo, hay señalamientos”, mencionó Silvia Ortiz al respecto.

De esta manera hemos sido testigos cómo ante el problema en común de la desaparición, se ha formado una red en todo el país que va dando esperanzas a todo aquel que se integra en el camino. Una red de la que nadie quiere ser parte, porque nadie quiere perder a un ser querido, pero una red que lamentablemente sigue creciendo por culpa de las autoridades ineptas o claramente coludidas. Porque, como las familias que forman esta red señalan, solas no se puede, unidas sí.

“El círculo de amistades se va estrechando mucho. La familia se convierte en las cercanas del colectivo. Los amigos se van alejando. En una ocasión me di cuenta, yo estaba con unos amigos que yo sentía que nos estimábamos y cuando salí de la habitación donde estaba alcance a escuchar a uno que decía -sí pues ella siempre platica mucho de estas cosas (desaparecidos) y yo por eso mejor me he ido alejando-, comentó Mercedes del colectivo Familiares Caminando por Justicia.

De una manera implícita, mediante expresiones y comportamientos, la sociedad les ha hecho el aviso a las familias de prohibido sonreír, prohibido pasarla bien.

¡Qué onda, saca el tequila!

“¿Qué es lo que ha sucedido después? Nos entendemos mejor entre nosotras, incluso hacemos grupos de whatsapp donde decimos tonterías, nos reímos, pero somos nosotras. Y también en persona nos vamos, salimos como grupo a dar la vuelta. Vivimos finalmente. El hecho no implica que ya estemos muertas y que me la pase llorando todo el maldito día. También tenemos vida y no la podemos hacer florecer porque somos señaladas. En esos momentos es cuando hasta les digo -¡Qué onda saca el tequila!- porque sí es cierto y no quiere decir que no nos importe nuestro familiar, sino que tenemos que continuar y parte de poder continuar es tener también estos espacios de esparcimiento. No podemos estar sumergidas en el llanto”, agregó Silvia.

Lo he visto cuando vamos a brigadas, caravanas, en campo y conferencias de prensa, hay personas en las comunidades a las que asistimos, incluso reporteros, que esperan ver a las madres todo el tiempo en la crisis, en el luto, en el llanto. Recojo estos testimonios por la necesidad de humanizar, y colorear a las madres como personas, con sus lamentos y sus alegrías.


“Hemos llegado incluso a tener música mientras buscamos en campo y llegan reporteros a juzgarnos. Les decimos que para hacer el rato más ameno porque estamos recuperando restos y esto es muy duro, difícil. Ellos nos dicen que es una falta de respeto que tengamos música mientras hacemos el trabajo. Esto no implica que estemos locas, son horas y horas de trabajo, y esto no es un trabajo bonito, lo hacemos ligero, que es diferente”.

“Que no se equivoquen esos reporteros. Lo hacemos ligero porque es muy difícil estar recuperando huesos de alguien que necesita volver a casa y no podemos nosotras estar todas llorando en la búsqueda que nos vean todas tristes y con el dolor, nos vamos a morir si nosotras estamos en un estado anímico de ese tipo, nos vamos a morir”.

Silvia del colectivo Grupo Vida A.C., quien tiene desde el 2004 en esta lucha social por su hija y todos los desaparecidos, es consciente de la importancia del espacio recreativo y alegría que deben fomentar entre sus compañeras, incluso llega a mencionar cómo realizan viajes a la playa, a las albercas y posadas navideñas cada año.

“Es bien fregón ver que aquel dolor que tiene aquel niño va cambiado al estar en la brincolina, hacemos juegos, quebramos piñatas y hasta nosotras nos damos de palazos con la piñata. Ver a las mamás cuando caen los dulces tiradas en el piso queriéndoles ganar a los niños, es increíble ver eso… merecen felicidad. Lo merecen y que sus otros hijos las vean… es increíble, ta bien fregón”, mencionó Silvia.


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“Y también hay que hacer fiestas de vez en cuando. En los cumpleaños partir el pastel echarnos el mezcalito y toda la cosa. Es esa parte de también cuidar la parte de la alegría y la felicidad”, comentó Mercedes.

“Nos hemos amanecido en fiestas, echando el karaoke y el traguito con los otros hijos y las familias. En alguna ocasión también nos hemos reunido en navidades. Son fechas muy crueles para nosotras porque nos hace recordar las ausencias que tenemos pero que también como decía es necesario estar bien con los otros hijos en esos momentos y de cierta manera que recordemos de manera agradable la vida de quienes no están hoy”, agregó.

En la lucha por nuestros desaparecidos, las familias y aliados han considerado imposible dejar de lado la alegría como parte del autocuidado y a pesar del estigma y señalamientos de la sociedad y prensa por ver mal una sonrisa, un café o trago con las amigas del colectivo.

Ellas están más allá de la búsqueda, complementando sus acciones confrontativas contra el Estado, y las cosas bellas que les quedan, como sus otros hijos y amistades profundas que han levantado durante este caminar. Porque aunque nos duelan las ausencias, honramos su memoria y sus vidas con sonrisas y alegrías, sin dejar de buscarlos hasta encontrarles.

No olvidamos, pero reivindicamos la vida y rechazamos la suerte de prohibición a la alegría con que se señala a las familiares de desaparecidos. Como dijo Silvia: ¡Qué onda saquen el tequila!

 

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