Luis Miguel: nunca será como antes

Luis Miguel fue ídolo de los ochentas y noventas. En tiempos recientes su carrera estaba en la lona, escándalos, conciertos cancelados, demandas, discos no tan populares. Cuando, según reporta Reforma, un grupo de empresarios, entre los que destacan su amigo de siempre, Miguel Alemán, decidieron invertir en él, en su carrera, en un disco, en una gira y en una serie de Netflix. Los rumores afirman que entre los inversionistas se encuentra hasta el boxeador Saúl “Canelo” Álvarez.

Daniel Krauze (guionista de la serie Luis Miguel) ha admitido en diversos espacios que para él, Luis Miguel fue un fenómeno social que no fue estudiado ni analizado o criticado en su tiempo. Cuenta que él propuso en diversas redacciones de medios masivos, artículos sobre la vida de Luis Miguel, los cuales fueron negados por los editores. También admite ser un fan empedernido pero también que la serie es un gran producto televisivo, con buenos guiones y buena actuación.

En el podcast Así como suena, María Scherer escudriña el fenómeno y hay una conclusión clara: no todo lo que pasa en la serie es realidad, hay mucha ficción y drama. El carro no fue lanzado al mar, no tuvo un amigo militar y así pasa algunas otras cosas que los guionistas admiten que dramatizaron para efectos del éxito de la serie.

¿Por qué se vuelve a escuchar Luis Miguel en las fiestas de los jóvenes?

Porque es nuestra vida reflejada, porque es muy cercano y porque su música es muy buena. Porque Luis Miguel es México, con sus dramas familiares, con su música y porque es uno de los grandes artistas que dio nuestro país. Luis Miguel es universal, no tiene edad ni generación, se comprueba, quizá el fenómeno no esté al nivel de lo que causaba en los ochentas, sin embargo, su impacto sí es de analizar.

Agotó fechas para sus presentaciones todas las ciudades durante la gira actual y, con esto, parece que la inversión valió la pena.

Sobre la serie, Diego Boneta afirma en una entrevista a León Krauze para Gatopardo que ha sido un rotundo éxito:

“No hay que tener expectativas”, me dice. “Lo que más le he aprendido a mis papás es a no juzgarme por el éxito de mi trayectoria, sino por la persona que soy, por mis principios”.

Estoy a punto de apagar la grabadora y él de ir a celebrar el cumpleaños de su tío con su familia. “Pero se siente bien el éxito, ¿no?”, le pregunto.

Boneta me sonríe. Es la misma sonrisa que tenía de niño, en el escenario, cuando empezó a cantar “La chica del bikini azul” y a escuchar los aplausos del público, con su madre en el escenario.

“Se siente increíble”.

Sin embargo, ante todo este fenómeno, ante sentirnos colonizados de nueva cuenta por Luis Miguel, por un drama producido por Netflix, parece que Luis Miguel no ha estado a la altura. Esteban Illades le dedicó un texto en Nexos, al que calificó como La fallida redención:

“Una imagen quedó tras terminar el concierto: inevitable pensar en los shows de Elvis Presley en Las Vegas. Un ídolo cansado, desconectado, con cara de que si no fuera porque necesita el dinero, preferiría estar a miles de kilómetros de distancia. En lugar de eso, Luis Miguel estuvo, cuando estuvo, frente a un público que cantó cuando él no quiso, que le aplaudió a pesar de sus defectos, sus errores e incluso sus desaires. Y en vez de dar las gracias, dio las espaldas. Sonriente, porque ya podía irse, como el resto de los asistentes, a su casa.”

Hay que querer a Luis Miguel como lo que es, parte de nosotros, de nuestra realidad, de nuestro iPod, de nuestras fiestas, de nuestras noches de bar, de nuestros mejores eventos, de nuestras noches bohemia, es y será siempre Luis Miguel. Haber conocido de cerca algo de su vida privada, lo hizo aún más nuestro, aún más de nosotros, aunque habrá que decirlo, ya tenía reservado ese lugar. Aunque muchos, en su superioridad moral, lo nieguen.

¿Será el ocaso? ¿Será el renacimiento? Quizá simplemente es un reflejo de la condición humana, de un sentimiento tan humano como el de la nostalgia por volver al pasado, el querer ir a como estaba todo antes, donde fuimos felices.

Pero al toparnos con la realidad descubrimos que nunca jamás, nada podrá ser como antes.

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