‘El lado oscuro’, cuento de Wade Wilson

"Se trataba de otra cosa, algo más profundo, más íntimo y más oscuro, en ese fondo ambos nos necesitábamos para matarnos o morirnos juntos en el mejor de los casos, y no lo notamos hasta que fue muy tarde", presentamos un cuento de Wade Wilson

Por Wade Wilson

Puede que hayas nacido en la cara buena del mundo,
Yo nací en la cara mala,
Llevo la marca del lado oscuro…


Cantaba en voz baja recargado en un castillo del patio, el foco iluminaba tímidamente el espacio con su luz amarilla que escurría por los muros y una polilla lo rondaba insistentemente, oía el canto de los grillos, y miraba el cielo estrellado de la madrugada, di media vuelta y ahí estaba Nelly, caminando por el pasillo, con su andar de gato, silencioso, furtivo, se quedó inmóvil cuando sintió mis ojos sobre su cuerpo.

-¿Qué haces?- dijo ella
– No puedo dormir, ya sabes que las pesadillas no me dejan. ¿Y tú? – le respondí y siguió caminando.
– ¿Sigues con eso?… Bueno, yo soy madre y esposa, a esta hora empieza mi día – se quedó parada a mi lado.
-¿No te aburres? eras una mujer de aventuras, de acción, desayunabas balas y todo eso – le dije bromeando.
-¿Y tú… no te aburres de eso? de las pesadillas, las pérdidas, la desesperación y las balas, de no poder dormir… Yo si… créeme que no cambiaría mi vida actual por todo lo que hicimos en el pasado ¿Cómo está tu hija? –
– No es mi hija – dije cortante
– Tiene la misma mirada de loca que tú, y hace el mismo gesto con la boca cuando está inconforme… es tu hija – Nelly empezó a llenar una cubeta con agua.
– Es mi… media sobrina, la hija de mi medio hermano – le dije
– ¿La hija de Wayne el que mataron en Irak? – preguntó
– Pues no tuve otro – Sentí la vibración del teléfono en mi pantalón, sonaba una guitarra eléctrica y la voz de una japonesita cómo de opening de anime. Apague la alarma.
– Jajajaja ¿todavía usas esa alarma? – me dijo sonriéndome
– ¿Qué? me hace levantarme con entusiasmo – sonreí. Nelly cerró la llave del agua.

Nos quedamos en silencio unos segundos, y volvió a pararse junto a mí, tenía el cabello amarrado en una cola de caballo, con ojeras y la piel reseca, se veía cansada. Yo la seguía viendo hermosa después de tantos años, no parecía estar fastidiada de su vida de ama de casa y pensé que después de todo ella había tenido el valor de botarme y dejar la vida que tuvimos alguna vez. Pasé mi brazo por encima de su hombro y la pegué a mi cuerpo, olí su cabello, y le di un besito en la cabeza, sentí un pequeño espasmo, después de besarla su cuerpo se erizó, y apoyó su cabeza en mi hombro, me abrazó por la cintura apretando un poco hasta donde le permitían sus brazos.
-Estás más gordito que como te recuerdo – me dijo con su risita musical y burlona

-Los años no pasan en vano – sonreí.

Todo regresó de golpe a mi memoria, la noche que nos casamos, y nuestra primera pelea, esas peleas maritales que son peores que una trampa completamente distintas a una pelea de novios… estábamos en la sala rodeados de cajas de mudanza y agarré una guitarra vieja… le canté “el lado oscuro” de jarabe de palo y aunque no me habló por varios días entendió que estaba marcado, que no cambiaría, y con todo su amor me acepto y me abrazó hasta que no pudimos más, hasta que el lazo se rompió completamente y ella volvió a la cara buena del mundo y yo a mi lado oscuro.

Nos sentábamos en la terraza por las noches, bebiendo vino, té, café o solo contemplando las estrellas, hablábamos y hablábamos con nuestros polos tan opuestos y nuestras visiones tan encontradas, ella tan Mcklopedia (que siempre le critique que no escuchaba buen rap) y yo tan Ataque FDD, ella con su Rapsusklei y yo con mi KCL, ella con sus Fabulosos Cadillacs, Auténticos Decadentes, yo con Tokio Ska Paradise Orchestra, Streetlight Manifesto, ella escuchando Kabah y OV7 yo con mi gusto por Yum Yum Orange y Sting…

No, nunca se trató de gustos musicales o de variedad para escoger porque pudimos haber escuchado a los Llayras y a Vivaldi y nos hubiéramos amado igual bajo la luna, habríamos construido una casa igual, miraríamos de la misma forma el futuro tan borroso y tan nulo, tendríamos el mismo perro mediano. Se trataba de otra cosa, algo más profundo, más íntimo y más oscuro, en ese fondo ambos nos necesitábamos para matarnos o morirnos juntos en el mejor de los casos, y no lo notamos hasta que fue muy tarde, le abrimos la puerta al enemigo más despiadado y lo dejamos acabarnos desde adentro, para cuando cada quien acabó con cada cual ni siquiera podíamos recordar cómo nos conocimos o porque nos quedamos juntos en los momentos más oscuros. La resaca llegó a los pocos meses, hubo intentos fallidos de volver, hubo llanto, depresión y todo lo que te pasa cuando dejas al “amor de tu vida” ese que te miró a los ojos diciendo que te amaría por siempre y años después trata de arrancarte la piel en un juzgado, así era Nelly con sus altas y sus bajas, su bipolaridad e impulsividad, yo con mi TID y mi miedo a cagarla.

Era otra vez esa época del año donde el frío cala los huesos como si quisiera arrancarle a uno la confesión más sincera de su vida y estábamos los dos juntos abrazados bajo un foco mustio, incandescente, a punto de morir, cómo el día que nos conocimos, solos, agazapados en un rincón del patio… ¿Por qué seguía siendo buena conmigo? ¿Por qué? ¿Qué nos llevó a platicar… a besarnos… a enamorarnos? Como es que la vi llegar del brazo de un amigo cuando entró al bar y me caí al piso… estallaron los vidrios de mi corazón… la vi bailar brillando con su ausencia… burlándose de todos riéndose de mí… y más que su cuerpo o su sonrisa… a mí me volvió loco su forma de ser.

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