Cartografías sobre la realidad en construcción: Escrito en dos movimientos

 

Uno va encarando la propia realidad siempre en el presente, con un pasado a cuestas y con la mirada en el futuro. La realidad no es algo que viene exclusivamente desde el exterior, sino que es un juego dialógico entre nuestra existencia más íntima y las situaciones externas más diversas: realidades políticas, económicas, geográficas, sociales, profesionales, familiares, amorosas. Vivimos en tiempos sombríos como dijo Brecht, tiempos convulsos y caóticos pero también de efervescencia, de cambios vertiginosos, y de los cuales somos, además, juez y parte. La realidad está siempre en construcción y somos hacedores de ella, en cada paso y con cada respiro vamos trazando cartografías inconclusas de nuestro estar y ser en el mundo.

 

Mapa primero: de los trazos que no se han hecho

 

Uno afronta el segundo que vendrá como afronta la página en blanco: con deseos, con miedos y con un gran signo de interrogación al final del túnel. Va uno teniendo ciertas guías relacionadas con la memoria y con el deseo de verse reflejado allí donde antes no había nada. No se trata solo de ir rellenando huecos, ni de un encadenamiento de segundos sin sentido, sino más bien de ir dejando huella y, al tiempo, dejándose uno mismo ser marcado. Las certidumbres no dan más ninguna certeza, son únicamente apariencias, imágenes distorsionadas de una realidad que no nos pertenece. Los caminos prefabricados no pueden ser ningún refugio. O quizás sí, pero uno muy hueco, muy falto de carisma: imitaciones baratas de vidas inexistentes. Uno debiera encarar la existencia con convicciones que deben parecerse más a una pregunta que a ninguna afirmación dogmática. Responder con hechos y preguntas, que nuestro andar nos genere siempre más cuestionamientos. Y en este sentido, actuar como un lector insaciable a quien un libro siempre lo conduce a otro, aún cuando este otro no haya sido escrito todavía. La biblioteca de los libros por escribir, eso es el minuto venidero.

 

Mapa segundo: de la búsqueda y el sentido

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Por el otro lado, no hay tampoco ningún motivo para enfrentar el minuto venidero. Si no hay certidumbres todo es vértigo. Siempre en el umbral y con la decisión en el bolsillo: dejarse caer o levantar el vuelo; pero hay que dar el paso y descubrir qué pasa. No existe ninguna lógica en comprar una libreta de 200 páginas en blanco y un bolígrafo y quedarnos suspendidos en la nada, con tantas palabras queriendo ser escritas, devoradas, calcinadas. Así, la existencia se convierte en un acto de voluntad y si esta se quiebra dejamos de existir: morimos física o metafóricamente. Es por esta voluntad que somos incansables tejedores de sueños, creadores de universos de sentido. Uno debe creer que vale la pena el intento y que en esos ensayos y búsquedas genuinos, donde nadamos en conceptos tan etéreos como la felicidad o el amor o la justicia, nos acercamos a la plenitud del ser, y que está también en los mal llamados fracasos . Si bien hay temporadas de aparente calma, de páginas en blanco que se resisten a ser llenadas, hay que saber que el parar y hacer una pausa es también un hacer que nos lleva y nos impulsa. Finalmente, uno debe encarar el minuto venidero con el rostro erguido y la mirada puesta en los ojos del otro, ese otro que es también un tejedor de sueños y así hilvanarnos, que será también crearnos.

 

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