Bourbon, bendiciones y billetes: la historia del licor firmado por el Papa que ayudó a los más necesitados

En una historia que bien podría haber sido la trama de una película o la apertura de un chiste ingenioso, un par de botellas de bourbon de Kentucky firmadas por el papa Francisco lograron recaudar alrededor de 30.000 dólares en una subasta de Sotheby’s. Y no, el pontífice no ha decidido diversificar las indulgencias papales incluyendo degustaciones espirituosas, sino que todo formó parte de una iniciativa benéfica impulsada por el reverendo Jim Sichko, un sacerdote católico que claramente sabe cómo pensar fuera de la caja… o mejor dicho, fuera de la bodega.
El plan, tan peculiar como efectivo, consistió en aprovechar la firma del Papa para elevar el valor de las botellas y destinar los ingresos a diversas causas benéficas. Desde la ayuda a personas en situación de vulnerabilidad hasta el apoyo a refugios de animales, el dinero recaudado fue repartido entre distintas organizaciones. Entre los beneficiados se encuentra Paws 4 the Cause, un refugio de animales en Lexington, Kentucky, que recibió un cheque de 7.375 dólares para expandir sus instalaciones. Sí, el licor santo ahora también es un salvavidas para perros y gatos sin hogar.
Pero, ¿cómo llegó exactamente el Papa a plasmar su firma en botellas de bourbon? La historia comienza hace algunos años, cuando Sichko, en su papel de misionero papal de la misericordia, decidió regalarle a Francisco una botella de Pappy Van Winkle, un bourbon legendario y difícil de conseguir. Desde entonces, el sacerdote aprovechó sus encuentros con el sumo pontífice para continuar con la tradición de obsequiarle este producto emblema de Kentucky. Sin embargo, en su última visita al Vaticano, Sichko llevó dos botellas con un propósito más ambicioso: hacerlas firmar y convertirlas en una fuente de caridad.
El momento de la firma fue casi cinematográfico. Con el arrojo de quien se juega todo en una sola jugada, Sichko sacó la primera botella y el Papa, sin dudar, estampó su rúbrica. Luego, sacó la segunda y ocurrió lo mismo. Pero entonces, la historia dio un giro inesperado cuando Francisco, con una sonrisa, preguntó: “Padre, ¿cuál de estas es mía?”. En lo que debió ser un momento de tensa diplomacia, el sacerdote tuvo que confesar que ninguna era para el pontífice, sino que ambas iban a ser subastadas para el bien de los demás. El Papa, al parecer, aprobó la causa sin mostrar signos de decepción por quedarse sin un trago celestial.
Drew Kulsveen, maestro destilador de Willett Distillery, la empresa que donó las botellas, también formó parte de esta insólita travesía. Kulsveen y su esposa acompañaron a Sichko al Vaticano para presenciar el momento en el que el Papa firmaba su bourbon, algo que describió como un “enorme honor”. Porque, claro, nada dice “bendecido” como una botella de licor con la firma de Su Santidad.
Sichko, un sacerdote con una agenda más apretada que la de un ejecutivo de Wall Street (viaja alrededor de 300 días al año), explicó que su objetivo no es solo recaudar fondos, sino inspirar actos de bondad. Según él, cualquiera puede contribuir al bienestar de los demás sin necesidad de un bourbon bendito: desde abrir la puerta a un desconocido hasta permitir que alguien pase primero en la fila del supermercado. “No cuesta nada ser amable”, afirmó. Un mensaje noble, aunque hay que admitir que una botella de bourbon firmada por el Papa tiene su encanto propio.
La pregunta que queda en el aire es si esta será una estrategia recurrente en futuras iniciativas de recaudación de fondos. Sichko, consciente de que el valor de la rareza es clave en el mercado de coleccionistas, comentó que no está seguro de si pedirá al Papa que firme más botellas. “Pierde su atractivo si constantemente le pides que firme cosas”, señaló. Una conclusión lógica, aunque es difícil ignorar el potencial de una serie de licores papales de edición limitada.
Mientras tanto, el mundo sigue maravillándose con esta combinación entre fe, creatividad y buen whiskey. Tal vez, en el futuro, podríamos ver otras iniciativas similares. ¿Cerveza trapense con la bendición del Papa? ¿Vino consagrado en una edición especial para coleccionistas? Con sacerdotes como Sichko, todo es posible. Lo único cierto es que, al final del día, lo importante no es la bebida en sí, sino el impacto que puede generar. Aunque, admitámoslo, el bourbon con la firma papal sigue siendo un tema de conversación inigualable en cualquier reunión.