Aranceles de Trump a los autos de México: ¿Quién pagará realmente el precio?

Donald Trump, en su eterno amor por los aranceles, ha decidido volver a la carga con una nueva ofensiva comercial, esta vez dirigida a los autos fabricados en México. Porque, claro, cuando tienes un problema, la solución lógica es aplicar un impuesto del 25% y esperar que mágicamente las fábricas estadounidenses vuelvan a florecer. Según lo anunciado desde la Oficina Oval, la medida podría entrar en vigor el 2 de abril y no solo afectará a México, sino también a Canadá y China. Pero, ¿quién realmente sufrirá las consecuencias de este movimiento?

Para empezar, la industria automotriz estadounidense no está precisamente en posición de celebrar. A pesar de los esfuerzos de Trump por convencer a las empresas de trasladar su producción a Estados Unidos, la realidad es que las armadoras dependen en gran medida de la manufactura mexicana para abastecer su propio mercado. No es un detalle menor que más del 14% de los vehículos vendidos en EE.UU. sean de origen mexicano, siendo México el segundo mayor exportador de autos a su vecino del norte.

Fabricantes como General Motors, Ford, Nissan, Stellantis, Honda y Toyota ya están haciendo cuentas y, al parecer, la matemática no cuadra. Con un aumento en los costos de importación, es poco probable que las empresas decidan absorber la diferencia; lo más lógico es que la trasladen a los consumidores. Y así es como el estadounidense promedio, ese que Trump asegura querer proteger, terminará pagando más por su SUV favorita.

El panorama se complica aún más si consideramos que la venta de autos en EE.UU. ya enfrenta dificultades. Según datos de Jato Dynamics, la imposición de aranceles podría afectar hasta el 20% de las ventas de vehículos en el país. De las 16.1 millones de unidades vendidas en 2024, el 39% fueron importadas, con México aportando una parte significativa de esa cifra. Con los nuevos impuestos, los autos fabricados en México podrían perder competitividad, pero eso no significa que los consumidores correrán a comprar vehículos ensamblados en EE.UU.; simplemente comprarán menos.

Pero no solo los fabricantes y consumidores en EE.UU. tienen razones para preocuparse. En México, la industria automotriz es uno de los pilares de la economía, y cualquier golpe a sus exportaciones se traduce en efectos colaterales para otros sectores. Por ejemplo, en una entrevista con Expansión, Bernardo Risoul, director de Quálitas, señaló que la desaceleración económica y la incertidumbre en torno a los aranceles podrían afectar la colocación de seguros de auto en México. Si hay menos ventas de autos nuevos, hay menos pólizas y, por ende, menos ingresos para el sector asegurador. Además, el incremento en los costos de reparación y el auge de los vehículos eléctricos y chinos presentan nuevos retos para la industria.

Por si fuera poco, Trump ha dejado claro que no se conformará solo con gravar los autos. Su administración también planea aplicar aranceles recíprocos a cualquier país que se atreva a imponer impuestos a productos estadounidenses. En otras palabras, si la idea es encender una guerra comercial, al menos que sea a lo grande.

Mientras tanto, la Unión Europea observa con cautela, ya que las marcas alemanas como Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz también podrían verse afectadas por futuras restricciones. En contraste, Canadá parece estar perdiendo protagonismo en el mercado automotriz estadounidense, con sus exportaciones disminuyendo en comparación con las de México y la UE.

En última instancia, la gran pregunta es: ¿Quién ganará con estos aranceles? Para Trump, la respuesta es simple: “América First”. Pero en la realidad, el aumento en los precios de los autos, la posible caída en las ventas y el impacto en la cadena de suministro sugieren que este movimiento podría terminar siendo más un castigo autoinfligido que una estrategia brillante.

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Así que, si estabas pensando en comprarte un auto hecho en México antes de que los aranceles entren en vigor, tal vez sea mejor que te apresures. Porque cuando Trump juega a la guerra comercial, el único seguro real es que alguien, en algún lado, terminará pagando la factura.

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