Jorge Álvarez Máynez y la lucha por las causas perdidas

Me gusta pensar que las causas perdidas tienen sus momentos cumbre. Me recuerda que hay algo invencible en los seres humanos, algo que olvidamos por lo escandaloso de nuestros errores, faltas, contradicciones y delirios. Este secreto no lo voy a revelar en mi primer párrafo, pero existe, y si me acompañan en la lectura, prometo compartirlo con ustedes. Valdrá la pena.

Todo indica que Jorge Álvarez Máynez será el candidato de Movimiento Ciudadano para las elecciones del 2024. Quien lea esto tiene que partir del hecho de que otras candidaturas tuvieron que venirse abajo para que él se convierta en la mejor opción. En esta situación juega el azar, pero hay algo más.

Boecio hizo una de las observaciones más inteligentes que conozco. Escribió: “si algo se hace con una intención y resulta otra cosa, lo llamamos azar, como cuando un agricultor cava en la tierra para plantarla y encuentra un saco con monedas. Pero hace falta arar, y haber enterrado el dinero, para que lo azaroso ocurra”. Sabemos que no solo hace falta mérito para lograr lo que queremos, sino también suerte; pero Boecio muestra que también se requiere lo contrario: la buena ventura necesita algo en qué apoyarse, alguien que la haga ocurrir. Maquiavelo, que ha sido un filósofo político tan noble como malinterpretado, lo tenía muy claro, y por eso dijo que el político necesita dos cosas, virtud y fortuna.

Jorge Álvarez Máynez tiene, en mi opinión, ambos componentes, y eso augura sorpresas. Pero en caso de ser candidato, parece casi imposible su victoria. Se enfrenta a la sucesión del gobierno con mayor aprobación de la historia reciente, además de a la maquinaria electoral de MORENA, que tiene con todos los recursos a su disposición para aplastar a sus oponentes y realizar una campaña demoledora. Y este es uno de los puntos a los que quiero llegar: hay que creérsela para intentar oponerse a eso, y es muy probable que Álvarez Máynez tenga presente que, en caso de ser candidato, las apuestas estarán 10 a 1 en contra suya.

Ahora bien, la historia es un experimento en curso y nada está dicho. Sé que vivimos en un país en donde las personas siempre están dispuestas a ir en auxilio del que va ganando. Obviamente en este momento todo el mundo se suma a la candidata puntera. En mi caso, declaro un conflicto de interés: Jorge es mi amigo, y lo conozco desde hace doce años. Como persona le quiero y respeto, y me da igual el partido o cargo por el que se postule, es alguien listo y honesto y voy a apoyarlo, como haría cualquier persona cuerda con un amigo. Pero creo que, más allá de mí simpatía particular, existen razones poderosas para escucharle y conocerlo a él y a sus ideas, y que tiene que ver no solo con sus características personales, sino con sus propuestas públicas.

Primero, hay que revisar la agenda que Jorge Álvarez Máynez ha promovido y defendido como legislador: jornada laboral digna, de 40 horas; prohibición del maltrato infantil; ingreso mínimo universal (una propuesta que puede ser de nicho y poco popular, pero que personalmente creo que abre un camino hacia construir un tipo de sociedad donde nadie se quede atrás); promovió la ampliación de licencias de maternidad y paternidad; durante la reforma energética, tomó posición en favor de una transición a las energías limpias para reducir el costo final en los hogares; impulsó que las empresas que contaminan más, paguen más; incluso ha propuesto regular la venta de boletos para conciertos y espectáculos (si, para cambiar lo que ha sido Ticketmaster), entre otras iniciativas. Me parece que cualquier persona sensata puede simpatizar con estas propuestas, que intentan acercarnos a un país en el que el pacto social amplíe el círculo de los incluidos y que se respeten los derechos de todas las personas.

En segundo lugar, y lo que me parece más interesante, es que Álvarez Máynez ha declarado en distintos espacios que defiende lo que ha sido llamado como “Las Causas perdidas”, un concepto que proviene del famoso discurso de Carlos Monsiváis al recibir el Doctorado Honoris Causa por la UAM. Para el gran cronista e ironista mexicano, “las causas perdidas son aquellas que comparten numerosos rasgos de los movimientos derrotados, pero vienen de más lejos: de la elección ética con resonancias estéticas, de adherirse a reivindicaciones y reclamaciones destinadas al fracaso inmediato, pero válidas en sí mismas y capaces de infundir ese momento de dignidad pese a todo”. Monsiváis dice que lo que explica las causas perdidas es “la certeza del valor inmanente de las exigencias de justicia y de las batallas para alcanzarla”, y que en ellas, “la primera gran victoria se alcanza sobre el pesimismo, que da noticia de la enormidad de los obstáculos”. Recomiendo leer el texto entero de Monsiváis, pero estas líneas son el núcleo de su planteamiento. (Debo decir que yo conozco esta referencia por Gustavo Gordillo, quien está por publicar una novela en donde desarrolla esta idea de manera más extensa e intensa).

Siguiendo con esta línea argumental, considero que también somos muchas y muchos quienes nos inscribimos en el bando de las causas perdidas, que son apuestas en las que partimos de que existe un desequilibrio de fuerzas que no nos favorece; sin embargo, son causas que tiene sentido impulsar porque, como dice Monsiváis, valen por sí mismas. En caso de que Álvarez Máynez sea candidato, me parece que será interesante conocer sus propuestas, y decidir a partir de ello nuestro voto. Entiendo que en la actualidad, elegir candidato en la mayoría de los casos no pasa por revisar y comparar programas políticos, y que el voto razonado es casi una utopía en la época de la espectacularización de la política, pero creo que vale la pena conocer lo que Álvarez Máynez tiene que decir. Sobre todo porque parece que ya todo está dicho. Así es siempre con las causas perdidas.

Como decía al principio, me gusta pensar que las causas perdidas tienen sus momentos cumbre. Me recuerda que hay algo invencible en los seres humanos, algo que olvidamos por lo escandaloso de nuestros errores, faltas, contradicciones y delirios. Creo que una clave está en la distinción que hace Terry Eagleton entre optimismo y esperanza, cuando asegura que el optimismo no es una virtud, porque no es algo que se practica teniendo las cosas en contra, sino que puede terminar siendo una actitud casi patológica, que consiste creer que las cosas saldrán bien por el simple hecho de que suelen salir bien.

Algunos, como Jorge Álvarez Máynez, encuentran la corrección a ese problema poniéndole apellido al optimismo, y hablando del optimismo racional. Por su parte, Eagleton postula algo atrevido, y habla de la esperanza (que no es patrimonio de ninguna persona ni partido político), que implica el cultivo cotidiano de la convicción de que nuestros valores prevalecerán en el tiempo. Dicho de otra manera, la esperanza es el bálsamo de saber que siempre habrá personas que en el futuro y en otras partes estarán dispuestas a enfrentar los obstáculos para mantener y extender la llama. Y creo que ese es lo interesante de las causas perdidas: tienen su momento. Es un instante sagrado, dentro de la liturgia laica, en que lo que fueron causas perdidas se elevan a derechos de todas y todos, e incluso más: se convierten en sentido común, cuando mucho tiempo tuvieron que ir a contracorriente.

Previo

Fentanilo: la epidemia silenciosa 

Siguiente

¿Qué hay detrás de la reforma contra corrupción inmobiliaria en CDMX?