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Fentanilo: la epidemia silenciosa 

Por Paola Del Río

La crisis de los opioides sintéticos se vuelca sobre nosotros como una ola que inunda calles y hogares. El fentanilo atraviesa fronteras y clases sociales, como una bomba de tiempo que, si no se hace algo a tiempo, puede explotar y arrasar con la vida de miles de personas. El problema es que México, que es uno de los principales productores de fentanilo en todo el mundo, puede pasar de ser solamente productor a convertirse en consumidor de esta droga. 

Pocos saben que el fentanilo fue sintetizado en 1959 por el médico e investigador belga Paul Janssen, quien buscaba producir un medicamento para tratar el dolor intenso en casos de cirugía. Este opioide sintético es cien veces más potente que la morfina y cincuenta veces más que la heroína. Actualmente existen diversos métodos para sintetizar el fentanilo, y estos han ido modificándose de acuerdo con la regulación de los precursores (las sustancias químicas con las que se produce). Los tres métodos más conocidos para producir fentanilo son el Janssen, el Siegfried y el Gupta, y las sustancias que se necesitan para su síntesis son: N-fenetil-4-piperidona (NPP) y 4-anilino-N-fenetilpiperidina (ANPP).

 Es llamativo que lo que inició como una evolución de la industria farmacéutica, se está convirtiendo en una amenaza a la salud pública en manos del crimen organizado en México.

Los efectos del fentanilo suelen durar hasta dos horas, lo que lleva a los usuarios a repetir la dosis con más frecuencia, por lo que es sumamente peligroso. Asimismo, esta droga suele mezclarse con otros opioides y es imposible saber la concentración de fentanilo que tiene cada dosis: tan solo dos miligramos pueden resultar mortales. 

Mientras que en Estados Unidos la dosis de fentanilo se vende en 10 dólares (200 MXM) en México la misma cantidad se vende en 50 pesos. El consumo del fentanilo puede ser el inicio de un desastre sigiloso, pues es más barato que cualquier otra droga semejante, es más fácil y rápido de producir…y más letal. Es difícil de estimar el consumo de fentanilo, ya que por ahora se consume en cantidades mínimas; sin embargo, sabemos que entre 2020 y 2021, según datos de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones, el consumo de esta droga se ha incrementado un 362.5%. Entre 2019 y 2022 en Sonora se decomisaron 1,098 kilos, en Sinaloa 837 kg, en Baja California 767 kg, en Coahuila 100 kg y en Jalisco 52 kg. De acuerdo con datos de la Fiscalía General de Justicia de California, un kilo del opioide puede llegar a rendir hasta un millón de pastillas.

Por otro lado, en un reportaje sobre el fentanilo, Rafael Cabrera expuso que hay un mal registro en los servicios médicos forenses, pues no todos identifican la presencia de esta sustancia: de los seis estados fronterizos, Coahuila informó que no tiene el equipo para detectarlo, y por lo tanto, no hay casos registrados. En el caso de Chihuahua, hay un solo caso registrado. Las autoridades en Tamaulipas declararon que sólo hacen la prueba si lo solicita un ministerio público, pero hasta ahora no lo han hecho. A su vez, en Baja California, Sinaloa, Michoacán y Jalisco no hay equipos suficientes para realizar un análisis toxicológico del fentanilo. Lo que podemos asegurar, por tanto, es que lo que existe es un subregistro, porque no se están contando los casos de muertes por sobredosis de fentanilo en México. En contraste, según los datos de la Fiscalía General de la República (FGR) del 1 de enero de 2019 al 30 de junio de 2022, se han asegurado cerca de 1,694 kilogramos de fentanilo en nueve estados del país, así como 16 millones 307, 692 unidades de la misma droga. Es decir, que esta droga se está produciendo y distribuyendo ampliamente en nuestro país, pero su impacto en la vida de las y los mexicanos no está siendo documentado adecuadamente. 

Merrick Garland, quien pertenece a la Fiscalía General de Justicia de California,  señaló que el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación son los principales productores del fentanilo que están consumiendo los ciudadanos americanos. El informe final de 2022 de la Comisión para Combatir el Tráfico de Opioides Sintéticos del Congreso estadounidense, estimó ingresos brutos de fentanilo del Cártel de Sinaloa de 700 millones de dólares a 1,000 millones de dólares anuales, y se calcula que se producen entre 3 y 4.5 toneladas de fentanilo puro. Los sitios en los que se sintetiza el fentanilo no requieren de mucho, solo máquinas prensadoras de pastillas, un laboratorio pequeño puede producir entre 200 y 300 kilogramos a la semana y uno grande puede producir hasta una tonelada; la concentración de fentanilo puro en cada pastilla oscila entre el 3% y el 5%. Por su parte, en el 2017 la DEA proporcionó información a la Dirección de Inteligencia de Ingresos de la India, resultando en el desmantelamiento de un laboratorio ilícito de fentanilo. Por su parte, México reportó la destrucción de más de 2 mil laboratorios de drogas sintéticas desde el inicio del actual gobierno, en diciembre de 2018. 

En cuanto a la ruta del fentanilo, en India y China se producen precursores químicos, mismos que son exportados a México para la síntesis de la droga (pueden llegar por vía aérea o marítima a nuestras costas), para que finalmente sean distribuidos en Estados Unidos. Un empresario indio, Manu Gupta, director de Mondiale Mercantile Private Limited, fue arrestado por suministrarle NPP y ANPP al Cártel de Sinaloa. Durante el mismo año, en China, se anunció que se iban a controlar las exportaciones de ANPP y NPP; las autoridades de Estados Unidos estiman que el negocio que inicialmente había estado bajo control de China, pasó a manos de India, ya que no había regulaciones hasta 2018. Asimismo, se han reglamentado sustancias que sirven como precursores para sintetizar la droga; sin embargo, existen pre-precursores (sustancias químicas que sirven para hacer precursores) que no se pueden regular del todo, porque se utilizan en la fabricación de productos para el hogar y en medicamentos comunes como el ibuprofeno. Por tanto, el suministro del fentanilo es incontenible: siempre van a existir sustancias químicas que sinteticen precursores para la producción de la droga; parece que nos encontramos en un callejón sin salida. 

InSight Crime (2023)

 

Nuestros vecinos del norte están en aprietos

 

Está documentado que en Estados Unidos, entre el año 1999 y el 2019 murieron casi medio millón de personas a causa de sobredosis de opioides, ya sea ilegales o recetados, según la información de los centros para el control y prevención de enfermedades (CDC). Este dato debe ser contrastado con las cifras actuales: en 2023 se calcula que mueren doscientas personas al día por sobredosis de fentanilo en el vecino del norte, por lo que se triplicó el número de muertes. 

Vale la pena señalar que esta crisis se gestó a mitad de la década de los noventas, cuando se popularizó recetar medicamentos opioides como analgésicos, de manera que muchas  personas se volvieron dependientes de sus prescripciones. Por lo anterior, la FDA (Food and Drug Administration) decidió cortar el suministro de prescripciones e investigó a los médicos que recetan opioides. Sin embargo, no se les dio seguimiento a las personas que ya eran dependientes, por lo que muchas personas recayeron y en una búsqueda de opioides rentables se encontraron con el fentanilo. 

En vista de la crisis, una parte del congreso estadounidense ha impulsado la entrada en vigor la resolución 18, que busca revivir una propuesta de ley para designar como grupos terroristas a los carteles mexicanos, lo que permitiría que Estados Unidos lance operaciones militares en suelo mexicano para cazar a los grupos criminales. Es importante recordar que, para denominar a una organización criminal como terrorista, la ONU lo tiene que avalar, cosa que no ha pasado nunca con los cárteles; ni siquiera en los tiempos de las guerrillas de Colombia, donde el gobierno estadounidense intervino y financió al ejército local. Dejando de lado la resolución, ya hay gente de la DEA operando en México. Por tanto, la resolución parece tener como objetivo los discursos electorales, y cada cuatro años, cuando empiezan las campañas presidenciales, los sectores más conservadores retoman su cruzada prohibicionista.

 

Un panorama desalentador

La naloxona es un medicamento que contrarresta las sobredosis por consumo de fentanilo, pero no está autorizada su venta en México. Por tanto, tampoco hay disponibilidad de naloxona suficiente para atender los casos de sobredosis; además, en México este medicamento es caro: dos dosis de naloxona rondan entre mil pesos, y se necesitan de dos a cinco ampolletas para contrarrestar una sobredosis. En este contexto, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, expuso que no se comercializará en México, ya que eso  sería “prolongar la agonía”; por su parte, el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, declaró que “(…) es evadir el tratamiento de las causas profundas, que están en esa desigualdad, falta de oportunidades, en esa desintegración social”. 

Por todo lo anterior, nos encontramos al filo de una crisis: la pandemia del fentanilo. Solo hace falta que el crimen organizado considere que este negocio, además de ser rentable en USA, pueda serlo también en territorio mexicano, promoviendo la adicción a esta droga; también contribuye que el gobierno siga negando el problema, a pesar de la abrumadora evidencia. En caso de que ambas cosas ocurran, considerando la evolución de la crisis de fentanilo en otros países, podríamos enfrentarnos a miles de vidas afectadas, una nueva crisis de seguridad, de salud y de desgarramiento de un país que, cuando parece que ha tocado fondo, supera sus propios límites. 

No sabemos qué suerte tendrá el fentanilo para México, pero las señales indican una tormenta. La situación es semejante a una tarde en que no sabemos si lloverá, y las autoridades nos aseguran a través de los medios que no caerá ni una sola gota; sin embargo, el cielo se viste de nubes grises y el viento susurra advertencias: ¿Tomaremos el paraguas antes de salir de casa?

 

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