The New York Times une periodismo y arte en esta magnífica nota sobre la crisis climática
The New York Times nos ha regalado una nota interactiva que unifica la potencia del arte con el trabajo periodístico, para presentar la visión sobre el futuro de David Wallace-Wells, columnista de la revista y articulista de opinión, que además es el autor del best seller internacional “La Tierra inhabitable: La vida después del calentamiento (2019)”.
«Aunque nuestro planeta ya se ha transformado por el cambio climático, se transformará mucho más en las próximas décadas.»
Con sentencias como la anterior el autor nos invita a recorrer sus ideas sobre la crisis climática y sus implicaciones para el futuro de la humanidad, por medio de hermosas ilustraciones de Anuj Shresta perfectamente animadas por Esther Cheung.
La mirada de Wallace-Wells es un tanto optimista, al señalar que a pesar de que hay “temores existenciales sobre futuros apocalípticos” por la advertencia científica sobre los riesgos de un calentamiento de cuatro o cinco grados centígrados, en los últimos años “el futuro ha empezado a parecer algo diferente, gracias a un despertar político mundial, a un asombroso descenso del precio de las energías limpias, a un aumento de la ambición política mundial y a la revisión de algunos supuestos básicos de los modelos.”
Migrantes climáticos
Aún con ese optimismo el artículo señala terribles problemas como la migración por cuestiones climáticas; un problema que ya golpea la realidad de muchas personas en el mundo.
Wallace señala que “algunos estudios sugieren que, con dos grados, habrá decenas de millones de migrantes climáticos. Otros, cientos de millones. Sea cual sea la cifra, las migraciones climáticas masivas se convertirán en un hecho.”
Y hablando de optimismo, o quizá de defender una agenda político económica que se niega a transformarse de fondo, Wallace comparte la visión de la escritora Gaia Vince, que ha titulado a su nuevo libro “El siglo nómada”. En él sostiene que la migración climática no tiene por qué parecerse a los campos de refugiados y los muros fronterizos. Para ella “podría funcionar como un sistema humano, ampliando los derechos de ciudadanía y promoviendo efectivamente, en medio de la tragedia de las tierras natales abandonadas, el florecimiento humano general”.
Pero, como bien señala el autor de The New York Times, es más fácil imaginar un futuro más sombrío: fronteras más duras, un régimen migratorio mundial más restrictivo y el continuo aumento de políticos nacionalistas que avivan el miedo a la creciente inmigración.
Producción alimentaria
El calor castiga a los cultivos, pero no sólo importa la temperatura. La duración del calor extremo también lo hace, por lo que las olas de calor prolongadas, que son cada vez más frecuentes, son especialmente duras para el maíz, entre otros cultivos.
Sin embargo, incluso con dos grados de calentamiento, la hambruna masiva no es inevitable. Las innovaciones, desde las nuevas semillas a los nuevos fertilizantes, pasando por los nuevos métodos agrícolas y las nuevas tierras de cultivo, podrían al menos atenuar el impacto, o tal vez prolongar las ganancias de rendimiento de las últimas décadas en un futuro aún más caluroso.
Por supuesto, la cuestión de la adaptación y la innovación no es teórica. El calentamiento ya ha llevado a muchos millones de personas al borde de la inanición.
La crisis desde lo micro a lo macroscópico
En estos tiempos, ningún artículo que intenté perfilar lo que viene en el futuro para la humanidad, puede evadir las implicaciones del Covid-19. Según el autor “se prevé que en el próximo medio siglo se produzcan al menos 4.000 nuevos episodios de contagio, al pasar los virus de una especie animal a otra, incluso a los seres humanos, debido a las migraciones de la fauna, que duplicarán aproximadamente el número de primeros encuentros entre especies en comparación con la actualidad.”
«Covid-19 nos ha dado una idea de lo perturbadora que puede ser una sola pandemia mundial, pero una nueva “pandemicina” podría provocar varias a la vez.»
Cuando los científicos hablan
Para estabilizar las temperaturas del mundo en el extremo más frío del aumento previsto por los científicos (dos grados centígrados), será necesario transformar casi totalmente todos los sistemas humanos que dieron lugar al calentamiento: energía, transporte, agricultura, vivienda e industria e infraestructuras.
El autor considera que aunque un cambio tan radical resulta “ambicioso y difícil, ahora parece posible”. En cualquier caso, sea para bien o para mal, “lo que sigue es una geografía parcial, a saltos, del nuevo mundo irregular que está creando el cambio climático.”
Según Wallace, hace menos de una década el mundo que se avecinaba parecía aún más desastroso que el que acabamos de recorrer; escenarios verdaderamente apocalípticos para toda la humanidad parecían plausibles. “Hoy en día nos enfrentamos a algo diferente: un trastorno climático lo suficientemente grande como para aterrorizar e intimidar y, sin embargo, lo suficientemente abierto como para ser manejado e incluso gestionado por la política y el diseño humano, también”, dice el autor del artículo.
El negocio del desastre
El hermoso trabajo presentado en The New York Times sería perfecto si el autor tuviera el coraje de apuntar con más fuerza, con más honestidad el problema central en torno a la crisis climática y ambiental; el sistema económico y los códigos humanos de lógica capitalista.
Aún así, en algún punto de su artículo, señala este punto de manera superficial:
“El proyecto de construcción que tenemos por delante es enorme: casi todo lo que se construye en nuestro entorno necesitará al menos una actualización y, en muchos casos, tendrá que ser totalmente reimaginado. Esto es una carga pero también, para algunos, una oportunidad. Un informe de McKinsey estimó que, en algunos escenarios, la transición a las emisiones netas cero podría generar más de 12 billones de dólares en ganancias anuales, y no sólo para los empresarios de la energía solar. El mayor “fondo de valor” que identificaron fue el transporte; el segundo, los edificios.”
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Y remata este dato con su frase más crítica y valiente:
«Es una realidad perversa que las naciones mejor posicionadas para gestionar, adaptándose con mayor éxito a sus nuevos ecosistemas, sean probablemente las mismas responsables de la mayor parte de la producción mundial de carbono.»
Al final su conclusión es que “los impactos climáticos representan sólo la mitad de la historia. La otra mitad es la respuesta humana. Se entiende que David Wallace, e incluso que el equipo editorial de The New York Times, presenten este magnífico diagnóstico y que sus respuestas a ese “¿cómo gestionamos esos impactos y construimos un futuro más allá y alrededor de ellos?” apunten a las salidas que nos da el mismo sistema que nos ha metido en la trampa global de la crisis ambiental.
Optimismo por los Otros Mundos
Es verdad que urgen soluciones y que habrá un grupo de personas dispuestas a lucrar con esa urgencia. Pero no hay que perder de vista que “clima” es solo una parte del problema; de poco serviría mitigar el impacto del calentamiento desmontando los sistemas de producción energética por explotación de combustibles fósiles, si se le sustituye por sistemas de energías limpias que implican mayor despojo, deterioro ambiental y desigualdad social.
Se puede decir que hay otro tipo de optimismo, quizá igual de ingenuo pero también igual de válido. Para algunos los programas de trasformación, incluso si necesariamente deben pasar por instituciones que históricamente han hecho muy mal las cosas en términos de conservación ambiental, podrían funcionar si en lugar de buscar alianzas con grandes empresas se comienza a respetar y valorar los conocimientos ancestrales de los defensores ambientales.
Precisamente los defensores y defensoras de la naturaleza son los grandes ausentes en esta pieza de divulgación con enorme valor estético y que definitivamente enriquece la conversación sobre la agenda ambiental. Al final, parece innegable que es por los pueblos originarios que defienden sus territorios, que todavía tenemos mucho por defender.
Con información de The New York Times | Traducción y apuntes del Colectivo Alterius