¿Una hamburguesa de carne contamina más que tú coche?
La pregunta es una obvia provocación para invitar a una reflexión conjunta sobre los hábitos alimenticios.Y si se quiere profundizar en el tema, esta entrada en la página web de National Geographic propone una discusión detallada sobre el asunto.
Como en todo problema que enfrenta la humanidad, la mayor parte de la gente tiene un opinión al respecto y quizá el problema más serio al que nos enfrentamos es la forma en la que esas multiplicidad de opiniones se están forjando. Pensamos desde la información que recibimos y lamentablemente mayoritariamente recibimos mala información. También sucede que una vez convencidos de que nuestra opinión es adecuada, filtramos y seleccionamos la información que reafirma nuestra postura, sin importar si se trata de información sólida, como la científica, o meras estafas, como la mayor parte de los memes y post que circulan en redes sociales.
Hoy en día, existen varios consensos en el mundo especializado en ecología y sustentabilidad, entre ellos el que vivimos una crisis climática de dimensiones catastróficas, que está fundamentada en los sistemas de producción capitalista; esto es en el comprar, usar y tirar. Las respuestas también están consensadas, pero aplicarlas es una cuestión compleja porque las salidas tocan las estructuras de poder y los hábitos del consumidor promedio.
Una sociedad vegetariana reduciría el consumo de agua hasta un 53%
Esto es lo que pasa en torno al problema de la producción alimentaria. Una de las claves para paliar la crisis moderna y transitar a sociedades sustentables, exige el decremento global en el consumo de carne animal. No la suspensión definitiva sino la distribución justa para que el consumo se reduzca de manera significativa y esto no implique sostener un sistema de alimentación que profundice los problemas de clase, raza y género que afectan a las sociedades modernas.
Para quienes hemos sostenido la importancia de esta transformación social, incluyendo la transición a sistemas de producción locales que abracen los principios agroecológicos y desmonten los esquemas de producción industrial (altamente contaminantes y poco sustentables), es común mirar en la mayoría de las personas el paradójico fenómeno del comportamiento de rebaño; risas, pseudoargumentos como “las plantas también sienten” o cualquier otra respuesta mecánica, común y poco creativa, ante la aplastante evidencia científica que nos exige el abandono paulatino de las dietas basadas en la proteína de origen animal.
Una persona vegetariana llega a salvar más de 580 vidas al año
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Pero a la vez, la conciencia de este tema va calando poco a poco en grupos diversos y sobre todo comienza a tocar la esfera de las políticas públicas. El hecho concreto es que los impactos ambientales asociados con la producción de carne son demenciales y por este motivo, iniciativas como las Alianzas para la Acción Climática propuestas por organismos como la WWF, serán fundamentales en el futuro inmediato.
Un ejemplo de la importancia de esta iniciativa lo pone La Alianza Británica de Salud contra el Cambio Climático, la cual ha publicado un decálogo de propuestas que buscan, por fin, reducir el consumo de los productos cárnicos a nivel global. Bajo el título “Consumidor total: construyendo un sistema alimentario más saludable para las personas y el planeta”, estos expertos piden que los alimentos contengan información sobre cuál es el impacto ambiental que generan, así como la información precisa de todos sus valores nutricionales.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores, no se trata de caer en el extremo opuesto (aunque sea importante valorar el veganismo como postura política y compasiva frente al resto de los animales), sino de encontrar un equilibrio en el consumo de proteína animal que asegure una distribución justa de los alimentos y mejore la sustentabilidad del planeta.