Los damnificados del terremoto y el altruismo internacional
Texto y todas las fotos: Annick Donkers
La Fundación Tzu Chi es una organización budista de Taiwán que visita lugares de desastre en todo el mundo y ofrece ayuda médica a la población en zonas afectadas. Después del terremoto del 19 de septiembre, la organización buscó ayudar a los mexicanos que necesitaba apoyo.
Durante mis visitas a pueblos afectados me hablaron con mucha emoción sobre esta organización procedente de Taiwán. Después de casi un año del sismo, llegaron otra vez a México para brindar ayuda en Jojutla, donde también tienen planes para construir una escuela en San Gregorio Atlapulco, donde organizaron una jornada médica gratuita para la gente local, así como en Coyoacán, donde realizaron una misión de caridad con entrega de monederos electrónicos para la gente damnificada.
EL TESTIMONIO:
Alejandro Sánchez Ramírez
Chofer y uno de los primeros voluntarios de Tzu Chi en México
La Fundación Tzu Chi de Taiwán fue creada en 1966 por una monja, la Maestra Cheng Yeng. Ella es considerada como la “Madre Teresa” del budismo. Ella y varias amas de casa juntaron en pequeñas alcancías monedas que les iban sobrando de sus gastos, con el objetivo de brindar apoyo a los necesitados en Taiwan. Con ese dinero hicieron hospitales muy bonitos; aunque al principio no tenían médicos para atenderlos, construyeron escuelas y universidades, de manera que pudieron formar doctores y enfermeras para sus hospitales.
Conocí a la fundación Tzu Chi por medio de un amigo de origen Taiwanés, Adolfo Lee. Juntos trabajamos en una agencia de viajes dedicada a hacer tours para personas de origen chino y taiwanés. Por medio de él, me contactaron el día 22 de septiembre 2017, 3 días después del terremoto. Me preguntaron si les podría transportar por la Ciudad de México y llevar a zonas afectadas por el terremoto. Les dije que sí, que era un placer poder trabajar con ellos y llevarlos con seguridad a estas zonas.
En principio fuimos a lugares afectados de la colonia Roma y la colonia Portales. Después nos dijeron que San Gregrorio Atlapulco en Xochimilco había quedado muy dañado y decidimos ir hacia allá. Yo transportaba a siete personas de Tzu Chi, entre ellos a “Papá Stephen”, un señor muy educado y humanitario que se entrevistó con representantes del Ejército, La Marina y autoridades de Xochimilco.
Después fuimos a Jojutla, en Morelos. Nos habían dicho que era un lugar peligroso. En cada lugar se programaron las entregas de ayuda en forma de tarjetas de débito de 8 mil, 12 mil y 16 mil pesos. También dieron cobijas a las familias, mismas que fueron hechas con 70 botellas de pet, todas recicladas en Taiwán.
Estaban ayudando a mi pueblo
Si en principio mi trabajo solo consistía en transportarlos con seguridad, poco a poco me fui involucrando: estaban ayudando a mi pueblo. Yo puedo decir con orgullo que fui el primer mexicano en estar laborando con ellos en el terremoto del 19 de septiembre.
Cabe destacar que la fundación hizo un curso de dos días en enero y eligió a las personas que más habían ayudado y que querían ser voluntarios de la Fundación Tzu Chi en México. En total eran 11 personas y les dieron el uniforme de Tzu Chi y los invitaron a Taiwán a conocer a la fundación. Al final de la junta me preguntaron si quería ser voluntario: yo jamás esperé eso. Me preguntaron si tenía pasaporte, y yo no contaba con él. Dijeron que podían apoyarme para sacarlo porque querían invitar a mí, mi esposa y mi hija a Taiwán. Yo les había platicado que tengo una hija de 10 años, la cual nació con glaucoma congénito, que llevaba 12 operaciones y que pronto necesitaría un trasplante de córnea. Ellos me dijeron que querían revisar a mi hija Alicia en Taiwán para ver si podrían apoyar en su tratamiento.
En Taiwán me quede maravillado con sus escuelas y con sus universidades. Pero hubo una acción que nos hizo llorar a todos. La universidad de medicina tiene un programa que se llama “el mentor silencioso”. Al morir, donas tu cuerpo para que los futuros doctores practiquen en él y vean la causa de tu fallecimiento. Los doctores que practican en tu cuerpo, investigan con tu familia como fue tu vida y te hacen un homenaje en la Universidad, donde ponen tu foto una pequeña biografía y agradecimiento y tus cenizas las ponen en urnas de cristal -figura de templo budista- y están en la universidad esas urnas. Es algo muy noble. Créeme que todos lloramos.
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