Panamedica: Cuando la salud se vuelve un arte colectivo

La ciencia médica tradicional, en un país como México, presenta varias contradicciones interesantes. Por un lado rechaza toda alternativa para mejorar la salud, tachándola de pseudociencia y por el otro receta sin miramientos, esto es sin pruebas rigurosas (si sospecha de la veracidad de este argumento, haga memoria e identifique cuántas veces tomó antibióticos sin exámenes de control previos y posteriores) y entonces genera una sociedad adicta a los medicamentos (la mayoría con reacciones adversas), como solución temporal a problemas de orden más complejo.

Por un lado le pide calma y cuidados personales (no de manera específica, sino como parte obligada del proceso de consulta), mientras por el otro desangra económicamente obligando al paciente a continuar con su ritmo habitual de trabajo (uno que por lo general produce estrés, angustia, depresión y que muchas veces ni siquiera resuelve dignamente las necesidades básicas); todos sabemos que enfermarse es costoso e irónicamente pareciera que ya no es un proceso natural, sino un privilegio reservado a unos cuantos.

Es cierto que muchas alternativas caen en la charlatanería, pero es lógico que encuentren soporte en un sistema que te da solo tres opciones; servicios de salud públicos, ineficientes e inhumanos, o privados que se dividen entre los consultorios especializados que hacen de la salud un negocio indignante y los servicios de Farmacias Similares que se enriquecen con otra lógica, cobrar poco y dar paliativos temporales.

A todo esto hay que sumar los intereses económicos de la industria farmacéutica, para cerrar el ciclo completo de la “enfermedad” como mecanismo de acumulación monetaria. En una sociedad enferma es lógico que el cuerpo también enfermé, lo cual se traduce en ingresos multimillonarios para unas pocas manos. Esto explica porque el gobierno mexicano, en permanente simbiosis con las élites empresariales, desarticula los servicios de salud públicos para entregarlos al capital privado y porque no se comprometen radicalmente en políticas de salud integrales; basadas en la calidad de la alimentación, la protección del ambiente, en la solución de la sobre explotación laboral, en la relación respetuosa con el cuerpo y su inserción armoniosa en el ámbito social.

Ante este escenario, surge la Cooperativa de Salud Panamedica, que cumple nueve años de aportar servicios de salud desde una lógica autogestiva y comunitaria en el Distrito Federal (CDMX). Sus integrantes lo tienen claro cuando explican que “la salud pasa por lo físico, lo emocional, lo económico, las relaciones interpersonales y lo laboral”.

En la mutual de Salud Panamedica, a cambio de una cuota de cooperación solidaria, no sólo se reciben los servicios médicos básicos con profesionales y especialistas, sino que también se puede ingresar a múltiples talleres y clubes de salud, para prevenir desordenes físicos mediante un esquema preventivo y de desarrollo comunitario.

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Ahora ya son 116 las personas que forman parte de este proyecto, quienes trabajan bajo una concepción fundamentalmente distinta, no la de resolver problemas de salud, sino la de asumir una vida saludable “concepto que nos remite a todo lo que hacemos todos los días y en cómo éstas actividades están definiendo nuestro estado físico y emocional”.

Quizá lo más importante de pertenecer a un proyecto como éste, es  que transforma el papel histórico del paciente (con todo lo que implica esa visión que desde lo simbólico nos pone de inmediato en una posición de inferioridad, que la mayor parte de las veces agrava el desequilibrio), ya que al formar parte integral de las decisiones de la cooperativa por medio de sus asambleas, lo empodera y vuelve parte activa de su bienestar.

Para conocer más y formar parte del proyecto Panamedica, pueden visitar su página oficial: http://panamedica.blogspot.mx/ o comunicarse al teléfono 51716812.

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