¿Por qué el presidente ganó las elecciones?

A poco tiempo de cumplir un año la administración de Andrés Manuel López Obrador, los resultados en general no son lo que se esperaba. Es muy probable que la deuda más grande del gobierno sea en materia de violencia einseguridad.

El 2019 terminará como el año más violento del que se tenga registro. Hechos como emboscadas a policías y militares, enfrentamientos, asesinatos, desapariciones, feminicidios, entre otros, siguen siendo incidentes cotidianos. Estrategias como entregar recursos a los menos favorecidos y la creación de la Guardia Nacional, no han puesto freno a la inercia que el país arrastra desde hace años.

Uno de los argumentos para defender a AMLO es que lleva poco en el poder y el lastre que carga la nación es pesado, pues sus antecesores no lograron terminar o hacer menos poderosos a los grupos criminales que azotan casi todo el territorio del país, incluso, sus acciones pareciera que los fortalecieron.

Lo anterior es verdad. Un año es poco tiempo para exigir un cambio radical, no obstante, día a día este juicio pierde fuerza y acontecimientos como el de Culiacán, ponen en jaque al gobierno y la credibilidad el mismo, respecto a su capacidad para enfrentar uno de los problemas más grandes de México.

A estas alturas, la discusión del por qué ganó Andrés Manuel el proceso electoral del 2018, pareciera no tener sentido, sin embargo, tropiezo a tropiezo, mañana a mañana y noticia a noticia, un número importante de personas se cuestiona: ¿por qué ganó AMLO las elecciones?

No entender lo anterior de alguna manera es no percibir la misma realidad que perciben millones de personas. De forma cualitativa y cuantitativa, los gobiernos pasados no estuvieron a la altura de las necesidades de un país como el nuestro. Basta con revisar datos y temas como el índice de paz, el índice de percepción de la corrupción, la movilidad social, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la precariedad de los empleos, las carencias en los servicios de salud y educación, el enriquecimiento de políticos, la brecha de desigualdad que hay entre ricos y pobres, la impunidad, el enorme descontento de ciertos sectores de la población, y el tema que ya se tocó: la violencia.

Con anterioridad, Andrés Manuel compitió en dos procesos electorales plagados de irregularidades. Tanto con Calderón como con Peña Nieto, no pocas personas experimentaron el recelo de una elección fraudulenta. Esto, sumado a los resultados desfavorables, la insistente campaña en su contra a través de los medios de comunicación y la bandera de “primero los pobres” que AMLO siempre ha puesto en alto, no era difícil imaginar un escenario en el cual su victoria era inminente.

Respecto a sus adversarios, José Antonio Meade venía de ser parte activa en el gobierno del PRI, el cual tuvo muy poco éxito en materia económica, por lo menos, para la mayor parte de la población. Sobre Ricardo Anaya, a pesar de su carisma e imagen, poco a poco su figura fue perdiendo fuerza, incluso, miembros de su propio partido terminaron por desacreditarlo. Gente como Felipe Calderón, Ernesto Cordero, Diego Fernández de Cevallos y hasta su propio coordinador estratégico de campaña, Jorge Castañeda, hablaron mal de él; este último, casi en la recta final de la elección dijo para el New York Times: “(…) jodió a todos para llegar allí.”

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Con un PRI sin credibilidad y un PAN dividido que, para colmo, su candidato también estaba envuelto en un fraude millonario donde se involucraron negocios inmobiliarios, el camino para AMLO estaba allanado.

De manera estricta, a juicio personal, ningún candidato podía con el reto que implica gobernar a México, pero en la política se debe apelar al pragmatismo. Andrés Manuel no es el sujeto radical que muchos creen, ni tampoco el peor o el mejor gobernante. Es un político que difiere en ciertos aspectos con la mayoría, sin embargo, juega bajo las mismas reglas que los demás y eso ya lo condiciona de cierta manera. La creencia de que AMLO es equivalente a Chávez o a Castro solo puede sostenerse en un profundo desconocimiento de los procesos políticos de Venezuela y Cuba.

Otro estigma que hay sobre su persona es que solo los más ignorantes y pobres votaron por él, lo cual es falso. Diversas fuentes sostienen que el mayor porcentaje de la población mexicana con mejores ingresos y mayor grado de estudios, eligió a MORENA.

Ahora, el hecho de que los gobiernos pasados se hallan equivocado una y otra vez, no justifica los errores del actual. Tener en cuenta el pasado sirve para contextualizar, más no para minimizar los disparates del presente. Votar por un partido y criticar sus acciones o no estar de acuerdo con muchas de sus formas de hacer las cosas, no es contradictorio en absoluto. Manifiesta una madurez políticaescaza.  

Votar por un partido que se califica así mismo como “distinto a los demás” no es garantía. Ni tampoco elegir a un candidato que llevaba más de una década en campaña. Yo coincido con la idea de que tanto quienes esperan mucho de Andrés Manuel como quienes esperan poco, terminarán decepcionados. Pero más allá de este pronóstico, quienes no comprenden el por qué Andrés Manuel fue electo, no comprenden a la mayoría de las personas. A esa mayoría que se enfrenta todos los días a una realidad adversa en todos los sentidos.

Sin importar grado académico o nivel de ingresos, ver más allá de nuestras vidas permite observar que un país tan violentado, que se carcome y autocastiga, que es testigo de la penuria de muchos y la opulencia de pocos, tarde o temprano optará por una alternativa a lo que ya conoce o la ilusión de una alternativa.

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