Protesta antigentrificación en CDMX: causas, reclamos y actividades del 4 de julio

Cafés de autor donde antes había fonditas, menús en inglés en barrios populares y rentas que triplican el ingreso promedio de una familia trabajadora. No es solo una postal de la Ciudad de México pospandemia: es el resultado de un proceso urbanístico llamado gentrificación, que este 4 de julio motivó la primera protesta ciudadana contra este fenómeno en el corazón de la colonia Condesa.

La convocatoria, difundida por cuentas como @cheems.is.all.you.need y @gentrificacionentuidioma, reunió a colectivos vecinales, habitantes desplazados y organizaciones barriales en el Foro Lindbergh del Parque México. La protesta se planteó como una jornada pacífica, sin formato de marcha, y apostó por acciones culturales: desde un tendedero de denuncias, hasta micrófono abierto y talleres de stickers con el colectivo Pasteupmorras. Todo bajo una consigna clara: “La gentrificación no es progreso, es despojo”.

Pero, ¿qué está en juego? De acuerdo con un estudio publicado en 2023 por Proceedings of the National Academy of Sciences, el precio promedio de la vivienda en la CDMX se cuadruplicó entre 2000 y 2022, mientras que los ingresos reales cayeron. La desigualdad no es solo percepción: se ha materializado en forma de desalojo, desplazamiento a zonas periféricas y pérdida del tejido comunitario.

Luis Alberto Salinas, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, define la gentrificación como un proceso de reconfiguración social, donde la llegada de personas con mayor poder adquisitivo incrementa precios y margina a los habitantes originales. Esta lectura también ha sido validada por investigadores del MIT como David Autor y Christopher Palmer, quienes documentaron cómo la llegada de nuevas inversiones en barrios populares reduce la criminalidad, pero al costo de desplazar a quienes llevan décadas viviendo ahí.

Colonias como Roma, Condesa, Juárez, Cuauhtémoc o San Rafael no solo concentran la mirada del turismo internacional y de plataformas de renta de corto plazo —Airbnb tiene presencia de un inmueble por cada diez viviendas en algunas zonas, según denuncias ciudadanas—, sino también la especulación inmobiliaria. A esto se suma la expectativa de grandes eventos internacionales como el Mundial de 2026, que ya despierta temores de un nuevo ciclo de acaparamiento urbano.

Sin embargo, no todo el descontento apunta al turismo. En redes sociales, parte del debate ciudadano ha girado en torno a una falta de regulación en los precios de la renta, señalando que la raíz del problema es más estructural que migratoria. Algunas voces también han alertado sobre el riesgo de que estas manifestaciones deriven en discursos xenófobos. Frente a esto, los organizadores han sido enfáticos: “No protestamos contra nacionalidades, sino contra el modelo económico e inmobiliario que facilita el despojo”.

La protesta en la Condesa busca marcar un antes y un después: que la defensa del derecho a la vivienda no quede atrapada en estadísticas o tesis académicas, sino que se escuche también en la plaza pública. Porque, como han recordado los asistentes, “la ciudad se debe a quienes la habitan, no solo a quienes pueden pagarla”.

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