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La encantadora de moscas: una lectura inolvidable

No quiero hablarles de un libro, sino de una colección de prodigios, con sus viajes insólitos, sus hechos maravillosos y sus personajes únicos, tan enigmáticos como entrañables. Esmeralda Jiménez logra con La encantadora de moscas que recordemos aquella sensación primordial que muchos experimentamos en la infancia– cuando la lectura y la aventura son una y la misma cosa. 

Esta emoción se sostiene a través de una propuesta artística que incorpora la poesía, la narrativa, el dibujo, la pintura, así como una enorme capacidad de mezclar elementos desemejantes de manera orgánica. Lo que se nos ofrece como resultado es una historia que entreteje texto e imagen, en un bordado de episodios insólitos, con acertijos y misterios resplandecientes que conmueven en tanto que transmiten aquella “sabiduría de la inocencia” que todos admiramos en los niños. Podemos decir, por tanto, que La encantadora de moscas es además una encantadora de lectores. 

La autora confiesa que este volumen necesitó por lo menos dos años de trabajo; un detonador de su inspiración fue que, deambulando por una librería, se encontró con El libro de las biblias, una colección de ilustraciones medievales sobre episodios religiosos. Entusiasmada por la fuerza de las imágenes, emprendió su propia aventura, luego de garabatear a una mujer con moscas alrededor y atribuirle la capacidad de hacer danzar a los insectos a placer. 

Con estos puntos de partida, Esmeralda Jiménez decidió desarrollar un itinerario artístico personal. Claro que siempre ha admirado el trabajo de otros escritores e ilustradores infantiles, como Rébecca Dautremer, Benjamin Lacombe o Paloma Valdivia. Sin embargo, logró diseñar un universo propio e irrepetible, cuyos engranajes rotan cada vez que el lector da vuelta a las páginas, creando un ingenioso dispositivo para soñar. 

Vale decir que hay principios que atraviesan la estructura del relato, como las relaciones intergeneracionales, con sus raíces invencibles y sus herencias incorruptibles; el poder de las mujeres, que en opinión de la autora, puede dar paso a la sanación del mundo. También juega un papel el equilibrio, que permite que cada elemento fluya y encaje con inesperadas correspondencias. Gracias a lo anterior, el hemisferio fantástico desarrollado por la autora propone un lenguaje nativo, con el que puede declarar verdades profundas y delicadas, como cuando nos revela que los cambios más grandes ocurren cuando damos pasos valientes en nuestra oscuridad”.

Resta agregar un detalle excepcional: en este libro, Esmeralda Jiménez da a luz a Lucilia S., que es la abreviatura de Lucilia Sericata, una mosca cuyas larvas son utilizadas para tratar heridas crónicas que no pueden ser curadas con métodos convencionales. En palabras de la autora, “lo interesante de este insecto es que sus larvas se colocan en lesiones infectadas, y los pequeños insectos solo se comen lo podrido. Para mí representan a las niñas y los niños de las futuras generaciones, quienes van a ser capaces de destruir toda la podredumbre que les dejemos, para crear un mundo nuevo”. 

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