América y sus cicatrices
Por Débora Hadaza
Empecé a leer Pasajera en trance y no agarraba de qué iba. ¿Esto es una novela? “Nos conocimos gracias internet, casi por error” es un inicio muy creíble para una historia de amor post post moderna. Al terminar el primer capítulo queda claro que esto no puede ser una novela. ¿De qué va el libro? Respuesta fácil: Crónica de viajes. Respuesta tanto fácil como falsa. Es cierto, así puede venderse, sólo que una crónica como Dios manda estaría centrada en los lugares que se visitan, hablaría de su arquitectura, historia, anécdotas; de ninguna manera podrían reseñarnos el viaje constelar de la espalda tatuada de Loïc, o los prodigios amatorios de Christophe, no nos describiría las borracheras de dos días donde alguien termina con la botas de otro, ni lo que le pasa a una mexicana cuando mezcla mota y cervezas holandesas. La visita al cementerio Pere-Lachaise no lo redime, ni mucho menos las lágrimas derramadas en la tumba de Oscar Wilde. Entonces ¿de qué va el libro?
Este libro se trata de nostalgia. De los estragos del amor y los desencuentros.Las fotos de la capital fantasma de la influenza se mudan como cicatrices ambulantes desde París a Montreal, máscaras de luchadores mexicanos se pierden en los subterráneos de París para alegrar la juerga interminable de los clochards, los amigos no llegan a tiempo a la estación acordada y las lágrimas que debieron enjugar se secan solas entre callejones llenos de gente peligrosa, el amigo de la infancia con quien se retoza hasta el amanecer en Copenhague no quiere regresar, la chica alemana se desvanece lloviendo sin consuelo en la Gare du Nord y el amor deja el asiento de al lado vacío y manda a buzón.
Este libro va de la insistencia, de llegar al mismo lugar otra y otra vez, porque no podemos negarnos la oportunidad de renunciar a la amargura, porque no podemos rendirnos a la seducción de una ciudad sólo porque la primera vez todo fue naufragio. Por eso no importa que lleguemos un día antes a la cita y el amigo que nos invitó obviamente no esté, las parcas tejerán los vínculos necesarios para que los amigos nuestros de cada día no falten a la cita de nuestro destino. Porque no importa que la primera vez que llegaste a Paris te echara con el alma derruida, la segunda un nuevo amor, aunque distinto, te devolverá la fe. Porque no importa que no sepas hablar un idioma y tu traductor esté tan borracho que no pueda articular palabra, siempre habrá una manera, un signo, una imagen que te ayuden a indicarle al taxista como llegar.
Este libro trata de lo indestructible del amor, no importa si es eros, filos o storgé. Los husos horarios no podrán apagar el amor ni lo anegarán las distancias, es inmune a la diferencia de idiomas y culturas, sobrevivirá al abandono y a la falta de explicaciones, terminará madreado y bien jodido pero vivo porque “… el odio y el perdón no son más que mercancía negociable… ¿por qué nos hemos convertido en criaturas mercenarias del perdón, si el amor y el perdón proceden de la misma bolsa embrionaria y cuya naturaleza es inalienable?”
Este libro va de cervezas, de tequila, borracheras y juergas, de malentendidos divertidos y bastones que se dejan porque estorban, porque el avión ya sale, porque se acaba el tiempo. Se teje por amigos pendejos, niños que viajan por encargo, familia de otra sangre que te abraza como si también estuviera hecha de maíz. Va de como el viejo mundo se deja seducir por el nuevo, por América, por la mexicana de sonrisa a prueba de olvido. Trata de como el arte, los libros, un buen vino acortan las distancias etimológicas, idiomáticas, socioculturales y que cuando todo eso falla un buen beso, una sonrisa franca, un mirada empática no sólo salvan el viaje sino logran llegar mucho más lejos.
Pero sobre todo este libro, “esta triste canción de amor”, es la reconciliación de una mujer con el azar que le robó la ternura paterna de la infancia. Es cantar que el primer viaje de su vida que le torció el destino no es el viaje definitivo, que la dulzura se puede reconstruir, que la decepción no es el sino de su vida, que por extraño que sea el destino vale la pena comprar otro boleto para descubrirlo. Este libro es sobre todo el testimoniar del corazón de la América “ignífuga”, la mujer continente que marcada por la conquista violenta del otro, no se quema, convoca a sus amores para que firmes como cipreses valencianos se abracen imbatibles frente al fuego, este libro es “una postal de supervivencia brutalmente conmovedora”.
América Pacheco,
Pasajera en trance
México, Mantarraya Ediciones, 2018.
Sin comentarios