Alejandra Solórzano #VocesVioletas

#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.

Alejandra Solórzano (Costa Rica-Guatemala, 1980). Es escritora, actriz y profesora de Filosofía en la Universidad Nacional de Costa Rica. Autora de los libros de poesía Detener la historia (2016) y Todo esto sucederá siempre (2017) Ediciones Espiral, Costa Rica.

Sus textos han sido publicados en las antologías: Al centro de la belleza (Editorial Metáfora Guatemala, 2017), 35° Poesía de América Central y el Caribe (Ediciones Yaugurú, Uruguay 2016), Contra el rencor del invierto (Editorial Fundación Metáfora, El Salvador 2015) y Anuario de Poesía de San Diego California (Editorial San Diego Entertainment Arts, 2017-2018). Su poesía aparece publicada también en diarios y revistas literarias de Marruecos, España, Latinoamérica y el Caribe como: Revista de Letras, Electrón Libre, Latitudes Latinas, Círculo de Poesía, Cuadrivio, La Jornada, El Pez Soluble, Te prometo Anarquía, entre otros.

Poeta invitada a encuentros y festivales nacionales e internacionales de poesía. Pertenece al colectivo Memoria, Dignidad y Justicia en defensa de los Derechos Humanos. Su vida ha transcurrido entre Nicaragua, México, Guatemala y Costa Rica, donde reside desde 2017.


Jardín Japonés

(Ontología lítica del amor)

I

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Desmembradas sobre arenisca

flores, hojas

quizá alguna pluma o semilla

entorpecerán la sobriedad y el amor sencillo

tal como la realidad

sobre los sueños.

 

II

Dos piedras


en su elevada consistencia

comparten un silencio antiguo

mineral.


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Alguna fuerza

reunió sus linajes de dureza

la victoria con que visten su memoria

sedimentada, mítica.

Millares de piedras diminutas

atestiguan el anhelo de Medusa en sus pupilas

el silencio que las une

Inicio y Fin de su lenguaje.

 

III

Encerradas

en suaves y delicadas ondas

la pareja,

entre otras, miles diminutas piedras

más grande o pequeña cada una —piensa—,

como una antigua refutación

si les une o separa la arenisca

o es cómplice marea de aerolito.

Por cada mínimo pedrusco

una palabra que no alcanza a decirse

mundos posibles para abrazar o separarse

despedidas aleatorias

una sola noche

y la copia de la copia de esa noche

en un eco al infinito

El Amor

o la Nada

y su reverberación.


 

Una semilla con alas

frente a la irónica sonrisa de la llanura.

Sol, mar, o la suave curvatura de cera con que enlazaron las plumas para el breve

Ícaro.

¿Qué soy? pregunté

y el búmeran del Vacío golpeó mis manos.

La piedra diminuta y última al fondo del océano

que medita,

inmolada en soledad.

El tiempo más preciso de los tiempos

o tal vez

resolana sobre el cadáver que abandonó una estrella marina.

¿Noble máquina?

¿Qué soy? pregunté

y el búmeran del silencio atravesó mi garganta.

Entonces pensé

que quizá yo fuera el sueño de una fiera llamada Berkeley

mirando pasar la tarde con ociosidad y desprecio recostada

en la sobremesa que una anciana tejió para alegrar la visita

de los que no vuelven.

¿Qué soy?

¿El paladar, la manzana?

Brida, bestia,

negro jardín lleno de flores.

Finita sucesión sobre un cuerpo.

Jadeo del Tiempo que hace el milagro de la infinitud ¿Una falsa exactitud de sentido?

¿Qué soy?

¿Qué entonces?

—Nada, me responde el Vacío.

Nada.

Como si la Nada

fuese nada.


Las aves no se suicidan

En otro mundo posible

la Muerte de las aves sobreviene con apariencia de gato.

Al filo de una rama.

La inanición, un desierto para soñar insectos, larvas y semillas.

Colisionar sobre el espejismo de una ventana indiferente.

Perturbadas por ventiscas,

desorden de alas disueltas a merced de la anunciación de invierno.

Cansadas de tiempo

escondidas en el interior de un tronco

hasta ser encontradas

por masas de hormigas y escarabajos.

Cual sea el destino

su Muerte

una figura agraciada con suavidad de otoño

espera para acompañar

la sombra cristalina de sus cuerpos

hacia una leve infinitud

Esto canta un pájaro a su Logia

seguro de la ciudad durmiente

mientras le escucho claro y distinto

apoyada en sigilo tras la ventana del cuarto

Oír el augurio de muerte de los pájaros

el sentido trino de su entidad secreta

de su canto existencial.

Enmudezco

Sin el deseo de haber hablado

[¿Qué apariencia tendrá mi muerte?]

Me pregunto

sin Logia

sin poseer un canto

justo antes de la madrugada.


El silencio

Un lago de suaves y piadosos movimientos

mi timidez de infancia

un tren viajando solo

a merced del viento

un tren alanceado

por suaves espadas de cálida luz

sin pasajeros ni estaciones.

 

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