Un libro de alevosa vitalidad: ‘Antiparras: Antipoemas para lectores sin prejuicios’
En 'Antiparras. Antipoemas para lectores sin prejuicios', Daniel Olivares Viniegra casi desde un principio aparta el telón, para confirmar que, como ya adivinábamos, todo él en algo (o en mucho) tiene que ver con el chileno Nicanor Parra, el creador del Artefacto.
A continuación presentamos dos textos que forman parte de la presentación editorial del libro Antiparras: Antipoemas para lectores sin prejuicios del poeta Daniel Olivares
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Poesía y antipoesía. La sangre y la linfa
Por Daniel Olivares
(Prólogo intencionalmente excluido para
Antiparras: antipoemas para lectores sin prejuicios).
No intento polemizar mayormente o al menos no polemizar en serio; mi búsqueda es absolutamente individual y no me interesa pregonar verdades de ningún quilataje.
Justo de ahí nace el impulso antipoético, de burlarse de o al menos ignorar a los santones poéticos (incluidos algunos editores) que pretenden dotar a esta actividad humana de reglas y discursos inamovibles, a más de impulsos sagrados, iluminativos o transformadores más allá de las fronteras de los pobres dementes mortales; corrijo: más allá de las fronteras de las pobres de mentes mortales. Santones, profetas, sacerdotes y hasta sacerditos para quienes el humor no es poesía, la poesía social (o cívica) no es poesía, la poesía visual no es poesía o la canción no es poesía (es más, no son siquiera literatura)…
Frente a los severos chamanes, ahedas, ungidos, oficiantes, druidas, acadé(micos), prelados, ministros, cardenales, papas, misioneros y demás fauna cortesana de la(s) corriente(s) poética(s) clásicas o consagradas, la antipoesía encarna desde siempre en los bufones, los juglares, los niños y niñas, el loco del pueblo, los merolicos, los bonzos, los “proletas” y en los últimos tiempos en casi todas las manifestaciones contraculturales experimentales, alternativas, propositivas (donde por cierto cabrán así sea transitoriamente todos los autores vanguardistas que en el mundo han sido; antes de volverse a su vez santones saltones de su propio credo), … y ya.
Ante ello proclamamos junto con Nicanor Parra (o sin él) que:
–La palabra es de quien la trabaja y que el hombre y ante todo el poeta tiene(n) y debe(n) mantener el derecho inalienable de, desde la perspectiva de la creación, hacer con la materia prima de la palabra lo que su libre albedrío les dicte, su imaginación les demande o el escozor convertido en placer gonadal les provoque… Tal la esencia antipoética, aún si otros predicadores tienen a bien malsanamente tratar de imponer por sobre esta última su mesiánica verdad y mucho más si –a su vez– ejercen tal derecho desde una postura del todo fascistoide.
Por otra parte, creo fielmente en el afán lúdico como método de aproximación a otro estado por demás muy disfrutable de conciencia y en la comunicación mediante la palabra como mera comunión de la inteligencia humana; de la inteligencia empática y emocional; al menos la necesaria, la cotidiana: la que no necesita denostar ni situarse sobre la altura de otros para pregonar no sé qué o no sé cuántos a(s)certijos que de todas maneras resultarán –las más de las veces o al final del todo– inaccesibles o indescifrables quimeras.
La antipoesía, en sentido contrario, es la luz del mundo y la sal de la tierra, el chorizo con papas y el ajonjolí de todos los moles. Ello sin contar con que el antipoema, lo mismo que el humor en general, es un elemento que abona a la democracia toda vez que propone, demanda, requiere y solicita altas dosis de tolerancia: “Tal es el reto ruco que al rato no debemos echar en saco roto, como lo dejó dicho Rito”.
Sepan ustedes por último y además que para que sobreviviesen los presentes antipoemas 24 852 631.79 de sus congéneres hubieron de morir sacrificados (me refiero a los antipoemas).
Buenas tardes, yo soy Daniel Olivares y estas son mis Antiparras: Antipoemas para lectores sin (mayores) prejuicios.
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Antiporras para unas Antiparras
Por Roberto López Moreno
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Es este un libro de alevosa vitalidad, de encuentro vigoroso con la poesía, con la que cumple a carta cabal levantando el estandarte de lo anti. Cuando aquello que habiendo nacido rijoso termina acomodándose entre la gloria y el dinero, el tiempo de la tinta se bifurca y así se hace sentir en estas non sanctas escrituras.
En su Antiparras. Antipoemas para lectores sin prejuicios, Daniel Olivares Viniegra casi desde un principio aparta el telón, para confirmar que, como ya adivinábamos, todo él en algo (o en mucho) tiene que ver con el chileno Nicanor Parra, el creador del Artefacto.
Parra, el hoy niño perverso de noventa y tantos años, que ha lastimado con sus versos cosas que muchos amamos, aparece en el momento en que debe aparecer, después de haber sido sugerido desde el título del tomo. Pienso que el peor castigo para el ultrajante, para el ultrajador (ultrajante, ultrajador esto es recurso para cubrirle con tenacidad todos los flancos), es que pueda convertirse en supuesta admiración todo lo que él ha fabricado para enojo. Pero, no es el caso de Olivares Viniegra, quien es un autor que “tira la mano y esconde la piedra”. Así, en el juego de las contradicciones su libro se vuelve una maquinaria perfectamente bien aceitada: utiliza el filamen de su verbaria para abrir su postura de reto y comunicársela a cada uno de sus lectores, esperando que –al menos– a éstos, Dios los coja confesados.
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Su libro es una explosión de rebeldía con el veneno de la inteligencia perfectamente dosificado: con lacerante sentido del humor descorre los velos del sentido del tumor. Todo lo expuesto, sumado al material con el que conforma la tercera parte del tomo, a la que titula “Son para ver”, se acerca –seguramente sin pretenderlo– a la corriente de los Poemurales en la que varios poetas jóvenes trabajan ya en estos momentos. El poeta que confiesa “se me ha caído mi última hoja de Parra” en otra parte cuestiona quién es el árbitro de la antipoesía, esto en mara vi y antes juegos de pala brasa hora convertz dos en versos. Y en “Tres tristes tigres” nos provoca a trocar traumas tétricos trebolarios tratando tremantes de triturar trigo trayendo tratados trogloditas tristeando truculencias tripartitas trazo tras trazo trémulo.
Libro sabio es entonces este que he leído por la mañana, libro sabio que cede sus páginas, como si fueran un ruedo de arena, para que Daniel Olivares pueda vencer muy romanamente. Al final del libro (aunque también pudiera haber sido al principio) nuestro poeta deja aflorar el sentido de su juego, enseña sus cartas como último lampo. Ello cuando termina revelando también la esencia y misión del antipoeta dentro de las potencialidades del ábrara.
Daniel Olivares Viniegra (Hidalgo, México, 1961).
Normalista y universitario. Docente, investigador y difusor de la cultura.
Poeta, narrador y crítico literario. Colabora en diversas revistas formales y virtuales.
Ha publicado, entre otros, los libros Poeta en flor… (Casa de la Cultura del Maestro Mexicano, 1988), Sartal del tiempo (Praxis, 1991), Arenas (Universidad de Sinaloa, 1996), Atar(de)sol (Cisnegro, 2016) y Antiparras: antipoemas para lectores sin prejuicios (Trajín, 2017). Aparece en las antologías Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México (Catarsis Literaria el Drenaje, 2008), Homenaje a Ignacio Rodríguez Galván (Secretaría de Cultura de Hidalgo, 2016), XX Encuentro Internacional de Poetas de Zamora (Cultura Arte y Tradición, 2016), La Isla de los Poetas: 25 años del Premio Navachiste (Mandrápagos Publishing, 2017), Cien poetas del mundo en la Capital con Valor “Primer Festival Internacional de Poesía José María Heredia, Toluca 2017” (H. Ayuntamiento de Toluca, 2017), La medusa dual: antología bilingüe portugués español, (Cisnegro, 2017), Kaguamasutra (Cisnegro, 2017) y Poetas por la paz (OCCEG, 2017). Asimismo en páginas electrónicas como 43 poetas por Ayotzinapa, Círculo de Poesía, Movimiento Poetas del Mundo, y Poetas Siglo XXI: Antología de la Poesía Mundial.
Premio Interamericano de Poesía, Navachiste 1995. Pertenece al consejo editorial de las revistas electrónicas El Comité 1973 y La Piraña. Es además coeditor del proyecto Humo Sólido.