Internet: Un laboratorio científico de dimensiones globales

El Internet es un espejo de nuestros intereses, para muchas personas es sólo un medio de información o un centro de entretenimiento, pero también puede ser una poderosa herramienta científica y el laboratorio más grande del mundo.

Ya desde el año 2011 el pionero en mecánica computacional, Michael Nielsen, hablaba sobre la necesidad de transitar hacia una Ciencia Abierta. Lo hacía a partir de una interesante experiencia “En enero de 2009, Tim Gowers, un matemático de la Universidad de Cambridge, decidió hacer un inusual experimento social. Eligió un problema matemático difícil y trató de resolverlo en público, utilizando su blog para publicar ideas y su progreso. Asimismo, invitó a que otros contribuyeran con sus propias ideas, con la esperanza de que más mentes resultaran más poderosas que una. Denominó al experimento el Proyecto Polimatemático”.

Varias horas después de que Gowers abriera su blog al debate, un matemático canadiense-húngaro publicó un comentario. Quince minutos más tarde intervino un maestro de matemática de una escuela secundaria de Arizona. Tres minutos después, comentó Terence Tao, matemático de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). La discusión había comenzado y, apenas seis semanas después, el problema había sido resuelto[1].

Siguieron más retos y aunque no siempre los han solucionado, han sido pioneros de un nuevo enfoque en la resolución de problemas. Tales proyectos usan tanto herramientas en Internet como recursos cognitivos para amplificar nuestra inteligencia colectiva. Pensar el internet como una herramienta científica fue fundamental para explotar el movimiento Maker, de DIY o a los biohackers (sobre los cuales hemos escrito en Tercera Vía), ya que constituyen una buena forma de conectar a las personas adecuadas a los problemas adecuados en el momento adecuado[1].

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Esos movimientos, y el ejemplo que comparte Nielsen, demuestran que las redes científicas tienen el potencial de acelerar de manera dramática la tasa de descubrimientos. Sin embargo, existen grandes obstáculos para alcanzar esa meta. Aunque uno podría pensar que los científicos adoptarían enérgicamente las nuevas herramientas para realizar descubrimientos, iniciativas como el Polymath Project, sigue siendo la excepción[1].

Consideremos la idea de compartir información en línea. El ejemplo más conocido es el proyecto del genoma humano, cuyos datos pueden ser descargados por cualquier persona. Cuando uno lee en las noticias que un gen determinado se asocia con una enfermedad en particular, puede estar casi seguro de que el hallazgo se hizo posible gracias a la política de datos abiertos del proyecto[1].

Aun así, la mayoría de los laboratorios no hace ningún esfuerzo sistemático por compartir datos con otros científicos. Esto se da fundamentalmente por qué si un científico postula a un empleo o una beca, el factor determinante de su éxito serán sus publicaciones científicas. Si no cuenta con ellas, tendrá un problema. Por lo tanto, dedicará horas de trabajo a tareas que faciliten la publicación de sus artículos en revistas científicas[1].

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Por eso el énfasis que el propio Nielsen hace sobre la necesidad de revisar los valores que conducen a la Ciencia actual. Aunque lo analiza desde las mismas estructuras que hoy sostienen la mayor parte de la investigación científica: “Un punto de partida sería que agencias del gobierno que financian proyectos trabajen con los científicos para desarrollar requisitos para el intercambio abierto de conocimiento que es descubierto con fondos públicos. Las agencias también deberían pedirles a los científicos otros tipos de pruebas de sus aportes en sus campos —¡y no sólo artículos!— cuando solicitan dinero”[1].

Efectivamente puede ser un buen principio, pero ese conservadurismo al que hace referencia debería ser sustituido por valores comunitarios para lograr la real apertura de la Ciencia; valores que por sí mismos impulsen a los científicos a realizar su labor[1].

Pero por otra parte, es fundamental reconocer que el valor de una Ciencia Abierta es justo integrar a ciudadanos comunes a las labores de investigación, caminar con la consigna de que todos podemos ser científicos. Por otro lado diluir las barreras que se levantan desde el simbolismo académico también haría no depender de los científicos que buscan competir por las escasas plazas de investigación y docencia que están disponibles, sino reintegrar en los proyectos de Ciencia Abierta a las personas que se formaron rigurosamente en la investigación Científica y que por falta de oportunidades tuvieron que realizar otras labores.

Con información de Michael Nielsen para [1] WSJ y TED | Selección, edición y notas del Proyecto Alterius

 

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