Honduras: Crónica de un fraude anunciado
Por Carlos Humberto Santos Chinchilla, ciudadano hondureño, escritor y cantautor.
Paloma de Dinechin
Después del golpe de Estado en 2009 contra Manuel Zelaya, la institucionalidad hondureña se perdió y el Estado se fue especializando en el oscuro arte del fraude electoral.
Comencemos con las elecciones arbitrarias de noviembre de ese mismo año: elecciones que fueron marcadas por un abstencionismo del casi 60% de la población votante, dando como ganador al candidato del Partido Nacional, Porfirio Lobo Sosa. Durante ese período de gobierno, el actual presidente de la República, Juan Orlando Hernández, fungió como presidente del Congreso Nacional. Estos cuatro años se vieron envueltos en incontables tramas de corrupción que explotaron y se agudizaron luego, con el gobierno de Juan Orlando Hernández: saqueo del Instituto Hondureño de Seguridad Social (que dejó tres mil muertos por la falta de atención y de medicamentos), desfalco del Instituto Nacional de Jubilaciones y Pensiones de los Empleados y Funcionarios del Poder Ejecutivo, y el descalabro del Instituto Nacional de Previsión del Magisterio, además del descuido absoluto del sector educativo. Y de seguro se preguntarán: “¿Qué tiene que ver la corrupción con el fraude electoral?” Pues ¡mucho! Si se es capaz de saquear las arcas del Estado, se puede hacer cualquier cosa… Además, no olvidemos que en 2015 el propio Juan Orlando Hernández aceptó que su partido había recibido dinero de estas instituciones para financiar su campaña política del 2013.
Continuemos ahora con las elecciones de noviembre del 2013. Este año estalló la polémica por un fraude electoral que se desarrolló a todas luces: creación o mantenimiento de pequeños partidos políticos de maletín afines al Partido Nacional para la compra y venta de credenciales, siendo el caso de algunos partidos como la Alianza Patriótica o Democracia Cristiana, entre otros, que no obtuvieron ni un solo voto en 78% de las Mesas Electorales (terminaron siendo un total de cinco partidos los que sólo recibieron 17 516 votos, cosa insólita puesto que para inscribir un partido político se necesitan mínimo 63 000 firmas de respaldo); inflación de un 12% de las urnas y robo de votos (no acreditando 55 720 votos al Partido Libertad y Refundación, 34 184 votos al Partido Anticorrupción, y 29 063 votos al Partido Liberal); e irregularidades electorales (personas que votaron varias veces, personas que fueron inhabilitadas para votar, etc.); sin olvidar la compra de votos y coacción de numerosos empleados públicos : todo esto dándole la “victoria” al Partido Nacional. Increíblemente, con pruebas en mano (vídeos, testimonios, números, estadísticas, reconteo de votos y actas hecho por el Partido Anticorrupción y el Partido Libertad y Refundación), se hicieron todas las movilizaciones y denuncias necesarias, pero no se pudo hacer nada para revertir la situación.
De esta forma, llegamos a las elecciones de noviembre del 2017. Ya con la experiencia del fraude electoral del 2013, con la negativa del gobierno de hacer reformas electorales para facilitar la transparencia del proceso, y frente a toda la maquinaria del Partido Nacional puesta en marcha para la reelección ilegal (la misma que fue utilizada como pretexto en 2009 para dar el golpe de Estado), los partidos de oposición: Libertad y refundación (Libre), Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (PINU-SD) y la mayoría de los miembros del Partido Anticorrupción (PAC) (puesto que hubo una fractura al interior del mismo, provocada por infiltrados del Partido Nacional), decidieron unirse en una alianza electoral llamada Alianza de Oposición contra la Dictadura, llevando a Salvador Nasralla como candidato presidencial con la idea de vencer el fraude y frenar el continuismo. Fue de esta alianza electoral que surgió el Plan Anti-fraude como método de contención.
El fraude electoral de este 2017 se veía venir. Esto fue evidenciado cuando en julio del presente año, la Alianza de Oposición, realizando una operación antifraude, reveló un millón de muertos habilitados para votar; información que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no desmintió, e incluso aceptó, alegando que no se había hecho aún la actualización de los datos, excusa que era inaudita a cinco meses de las elecciones. Y para rematar, unas semanas antes del proceso electoral, se aprobó el sospechoso “voto en raya” para las papeletas de votación de diputados, que, según el gobierno, facilitaría el voto “en plancha” (es decir, pasar una raya por todas las casillas de diputados del partido por el que se piensa votar). Entonces, para contrarrestar el fraude que tomaba dimensiones monstruosas, la Alianza de Oposición decidió organizar la operación “Cusuco”: iniciativa que consistió en movilizar a toda la población votante para participar masivamente en las elecciones, todo con la esperanza de vencer las irregularidades con el voto.
Llegado el día de la verdad, incontables denuncias fueron hechas: primero el ya tradicional tráfico de credenciales de los partidos de maletín creados y mantenidos por el Partido Nacional que no alcanzan ni un 1% de los votos; luego, las habituales irregularidades electorales (manoseo de listas electorales, muertos habilitados para votar, gente inexplicablemente inhabilitada para votar, gente votando varias veces, y personas que fueron privadas del voto por culpa de un “malentendido” que suponía que ya habían participado en la elección, puesto que así lo indicaban las listas electorales, etc.); y la compra de votos y coacción. (Todas estas irregularidades aquí citadas pueden ser comprobadas por incontables videos y testimonios que circulan en las redes sociales.) Sin embargo, nada pudo parar el éxito de la operación “Cusuco” y el océano de votantes que decidieron afrontar el fraude electoral y oponerse al continuismo.
Los centros de votación desbordaron por la afluencia de votantes, a tal punto que el Tribunal Supremo Electoral decidió, sospechosamente, descartar el alargue habitual de una hora, e incluso cerrar antes de tiempo el período de votación, perjudicando a muchas personas en su derecho de ejercer el sufragio. A esto se sumó que en varios centros de votación no se dejó entrar a la población para presenciar el escrutinio de las urnas: sabiéndose que el conteo de votos es público (todo esto comprobado igualmente en varios videos que circulan en las redes sociales: de hecho, hay un video que muestra cómo un presidente de mesa y sus vocales son descubiertos por la población inflando urnas, lo que en el video causa la efervescencia popular, al extremo que la gente, literalmente, irrumpe dentro de la habitación de conteo para evitar el fraude).
El 26 de noviembre, el pueblo hondureño habló: dijo no al continuismo, venciendo el fraude y dándole la victoria a Salvador Nasralla. Con el 61% del escrutinio realizado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), la Alianza encabezaba la votación con un 45% sobre un 40% del Partido Nacional y un 13% del Partido Liberal. Según varios expertos de la estadística y uno de los miembros del TSE, la tendencia era “irreversible” y el triunfo de Nasralla inevitable. No obstante, el TSE se abstuvo de dar un veredicto y decidió esperar “la totalidad de las actas” (algo que es muy extraño, ya que, en el 2013, con apenas el 40% del escrutinio, el TSE declaró “irreversible” la tendencia que daba como “ganador” al candidato del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández). Paradójicamente, Juan Orlando Hernández no esperó el total de las actas para proclamarse varias veces “ganador” de las elecciones. Entre tiempo, la Alianza de Oposición decidió hacer un llamado a toda la población para festejar el obvio triunfo electoral; y el Partido Liberal, aceptando la derrota, decidió apoyar a la Alianza y acompañarla en la defensa de la democracia. El conteo de las actas entregadas a la Alianza y al Partido Liberal coincidió y dio como ganador a Salvador Nasralla, marcando una constante de 4 a 5% sobre el candidato de la reelección.
Sin embargo, luego de un extraño extravío y retención de actas, según el conteo del TSE, la distancia entre Nasralla y Hernández comenzó a acortarse (hay un vídeo en las redes sociales en el que se ve claramente el robo de votos y la inflación de urnas); y después de un sospechoso apagón de casi diez horas del carísimo sistema de conteo electoral en el que el gobierno había invertido tanto, la tendencia irreversible que daba como ganador a Nasralla fue revertida, y como por arte de magia, el candidato de la reelección se puso a la cabeza del escrutinio. Al final, después de una larga semana sin resultados, de extravío y manoseo de actas y de sospechosas caídas del sistema, el TSE dio como ganador a Juan Orlando Hernández.
Ahora bien, si este fraude se veía venir con tanta claridad, ¿Qué otras formas de prevención y contención pudieron haber sido realizadas?
Durante la campaña electoral, la Alianza no tuvo los mismos recursos económicos que consiguió Juan Orlando Hernández mediante el robo de dinero público (como lo mencionamos anteriormente), y mediante el apoyo de grandes empresas y otros entes. Por lo tanto, no pudo poner en vigor un sistema para encuadrar el proceso electoral. Hubo iniciativas como la del periodista Aldo Salgado, hijo de un periodista asesinado en Honduras, que propuso un software sofisticado para evidenciar y evitar el fraude electoral mediante, por ejemplo, geolocalización de irregularidades observadas y denunciadas por la población. Además, el software fue concebido para recaudar todas las Actas y publicarlas al cierre de las elecciones. Para ello, necesitaba 5 meses y 24 mil dólares, dinero del que no disponía. Lamentablemente, no se pudo encontrar ningún financiamiento para la iniciativa.
El fraude electoral es un hecho indiscutible… ¿Qué opciones les queda a los hondureños para hacer valer su voto?
COMUNIDAD INTERNACIONAL FRENTE A LA CRISIS EN HONDURAS
Nos pareció importante publicar sobre el fraude electoral hondureño en un diario mexicano porque en 2018 hay elecciones en México. Si el presidente Peña Nieto no se pronuncia sobre la situación en Honduras, ello sería una mala señal para el proceso electoral que está por venir.
La diputada del MC (Movimiento Ciudadano) Verónica Delgadillo, dijo en un Facebook Live el pasado domingo, que esta semana le preguntará, en la cámara de diputados, al presidente Peña Nieto que se pronuncie sobre Honduras, porque “avalar lo que pasa en Honduras, es avalar que pase en cualquier parte del mundo”. Añade: “así sabremos si Peña Nieto está del lado de la democracia o del autoritarismo”. Hace referencia también a la criminalización a la que está sometida la población hondureña. Efectivamente, el pasado sábado el toque de queda fue proclamado por el gobierno de Juan Orlando Hernández, por lo cual el pueblo hondureño se ha visto limitado en su derecho de manifestación, y se le ha prohibido oficialmente la libre circulación a partir de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana. Y aunque la población se manifieste pacíficamente, cada protesta ha sido violentamente reprimida por el gobierno de Juan Orlando Hernández, dejando a varios muertos y a decenas de heridos, así como lo podemos ver en estos dos videos:
https://www.facebook.com/notibomba/videos/1904237309593108/ Militares tiroteando al pueblo hondureño en la colonia Pedregal, Tegucigalpa capital del país
Frente a la violencia, el pueblo hondureño encontró una manera creativa de saltar el obstáculo del toque de queda: con horarios concertados mediante las redes sociales, se invitó a la población a hacer, desde sus hogares, un “cacerolazos”, llenando el territorio nacional de una melodía metálica reivindicadora del voto soberano. Sin embargo, los militares y la Policía Militar de Orden Público (PMOP), que el presidente Juan Orlando Hernández ha ido consolidando durante sus años de mandato, también han encontrado una forma para continuar con la represión: entrar en las casas, sacar a la gente y golpearla, y llevarse a varias personas detenidas.
Ante la impotencia del pueblo hondureño por hacer valer su voto y ante la letárgica indiferencia habitual de la comunidad internacional frente a las crisis políticas hondureñas, un giro inesperado tuvo lugar el pasado lunes, abriendo una brecha de esperanza para todos los hondureños.
UNE TV, medio independiente que está otorgando visibilidad a los hechos acontecidos en Honduras, reveló en vivo que las fuerzas especiales de la policía nacional, “los Cobras”, han decidido comenzar una huelga de “brazos caídos”, rompiendo con el gobierno de Juan Orlando Hernández y oponiéndose a responder a la orden gubernamental de reprimir a la población. Esta ruptura es histórica, ya que el continuismo buscaba utilizar al ejército, la policía militar de orden público, y a esta institución, para afianzarse en el poder; y saliendo de su posición tradicional, con estas acciones, los policías están impidiendo que se ignoren las irregularidades electorales observadas el pasado 26 de diciembre.
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Así es como se convierten en una fuente más de presión para el recuento de los votos, exigiendo que todas las actas sean revisadas públicamente. El comunicado dice “no lo hacemos por ideal político sino por la paz y la tranquilidad que solo tendremos si respetamos la voluntad del pueblo que es soberano”. Aunque el presidente Juan Orlando Hernández cuente aún con los militares y con su guardia pretoriana (PMOP), esta situación, completamente inédita en la Historia hondureña, imposibilita la invisibilización del fraude electoral. A ello se añade que además de los simbólicos cacerolazos, el pueblo sigue manifestándose, y sigue tomando las carreteras, paralizando así importantes flujos de circulación nacional.
No obstante, si la comunidad internacional permanece callada o tímida, el riesgo de una guerra civil es latente. Todos los países occidentales reclaman democracia, pero cuando la violentan a plena luz del día, se quedan callados. No es de extrañar que la hiperpotencia estadounidense no reaccione, pues apoyó, en un no tan lejano 2009, el golpe de Estado contra el entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya que es actualmente coordinador general de la Alianza de oposición. Una Honduras débil, es una Honduras manejable y económicamente supeditada a Estados Unidos, quién es su primer socio comercial, político, militar y diplomático.
Si bien los observadores de la OEA y la Unión Europea respaldan la petición del pueblo hondureño por el recuento de votos, este apoyo llegó de forma tardía; el pueblo hondureño se tuvo que movilizar y paralizar el país desde el 26 de noviembre para que el 5 de diciembre Marisa Matías, jefa de la misión de observadores de la Unión Europea, declare que la demanda de recuentos de votos por la Alianza de oposición es “razonable”. Muchas voces todavía permanecen calladas sobre la crisis electoral hondureña y es la razón de existir de esta nota…
Los ciudadanos de diferentes partes del globo se situaron del lado de la democracia hondureña a través del hashtag #FueraJOH. Ahora sólo queda que los representantes nacionales sigan su ejemplo.
Sin o con el apoyo de la comunidad internacional, el pueblo hondureño es grande como su poeta Roberto Sosa del que queremos recordar algunos versos:
“Los desposeídos forman otro océano;
un océano con brazos sin descanso,
con fondos sosegados de muchísima espuma contenida.
Están ahí…
con la simplicidad de una fuerza mayor.”
Al final, este “océano con brazos sin descanso” del pueblo hondureño se está haciendo escuchar con “la simplicidad de una fuerza mayor” …