Si Walter Benjamin fuera mexiquense

“Así como el Ángel de la Historia no puede cerrar sus alas para poderse detener y hacer los movimientos que quisiera hacer, así somos nosotros […] fuerzas exteriores nos impiden movernos como quisiéramos, trabajamos cada vez más, pero sin decidir qué producimos, cómo usarlo y quién lo puede consumir.”

Stefan Gandler

La barbarie nos ha alcanzado. Se manifiesta de diversas maneras: en la incapacidad del Estado para garantizar la óptima reproducción social, en la cruenta y cada vez más perfeccionada violencia estatal, enfermedades nunca antes vistas, oleadas de migración, nuevas formas de subjetividad, el agotamiento de la naturaleza en su conjunto y en una contaminación sin precedentes; todo en pos del progreso. Asistimos a una catástrofe civilizatoria inédita.

Benjamin fue de los pensadores del siglo XX que más lucidamente abordó el problema del “progreso”: esa tormenta violenta que nos arrastra hacia el futuro, dejando detrás un cúmulo de ruinas que quisiéramos redimir, pero que dicho sturm nos lo imposibilita.

Es justo en medio de esa catástrofe de la tormenta del progreso que se celebrarán elecciones gubernamentales en el estado de México el próximo 4 de junio. Una entidad sumamente devastada, donde la situación empeora cada vez más. Se agudizan viejas contradicciones y se crean otras y, como resultado, se pauperiza a la mayoría, se expulsa a los mexiquenses de sus hogares, así mismo, se niega el acceso a la educación, la salud y la justicia y, además, es un lugar donde nos sofoca la contaminación de las industrias; tal cual se deja ver en el último Inventario de Emisiones Contaminantes de la CDMX.

Según lo documentado, del total de emisiones de la federación, a los 59 municipios del Estado de México en que se concentra el estudio le corresponden el 26% de dióxido de azufre, 59% de monóxido de carbono, 45% de óxido de nitrógeno, 67% de amoniaco, 50% de los considerados gases de efecto invernadero –principales causantes del calentamiento global. Todo esto lo provocan las más de 40 mil industrias ubicadas en el estado, concentradas en los principales corredores industriales: Naucalpan (con 12 mil), Iztapalapa-Ixtapaluca (15 mil), Toluca (8 mil), Ecatepec (11 mil) y Texcoco (mil); siendo Tlalnepantla, Ecatepec y Naucalpan –municipio donde, por cierto, se produce el 41% de la producción bruta megalopolitana–, los municipios de mayor captación industrial, con sectores de la industria química, del plástico, hule y metálica básica, es decir, las más contaminantes.

Cada inicio de campaña,  el futuro es nuestro, los contendientes así nos lo prometen, pero ¿qué hay de nuestro pasado?

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Aproximadamente las dos terceras partes son de jurisdicción local y el resto, federal. Eso quiere decir que los gobernadores en turno pueden resolver el problema de la contaminación de las dos terceras partes de las industrias del estado. Ante esto, en materia de desarrollo sustentable, los aspirantes han lanzado sus mejores dardos: la construcción de más metro y Mexibús (todos); captación pluvial (PRD); cuidar bosques, sanear ríos, manejo responsable de los residuos sólidos, cuidar manantiales y reforestar (PRI); agua limpia todos los días, limpiar el río Lerma, y hacer del Aeropuerto un “centro de empleos” (PAN); y una Estrategia Integral para la Calidad de Vida, que se antoja la más seria, pero que aún no se puede consultar con detalle (MORENA). Pareciera que se ha propagado el último mantra de Mariano Rajoy: “Hay que saber mirar a otro lado cuando hay que hacerlo”. Ningún candidato está hablando de supervisar a las industrias, obligarlas a cumplir con los estándares ambientales, de reordenar y reorientar la producción para decidir qué y cómo se produce y quién lo puede consumir. Nos asesinan y los redentores, estrábicos, nada saben de razones.

Cada inicio de campaña,  el futuro es nuestro, los contendientes así nos lo prometen, pero ¿qué hay de nuestro pasado? Si W. Benjamin fuera mexiquense, tal vez pondría el acento en aquel cuestionamiento. A lo mejor diría que el norte no está en la idea de las generaciones futuras, sino en la imagen de los antepasados oprimidos/contaminados/envenenados,  porque lo que fue su peligro es también el nuestro.

La contaminación hacia aquellos sigue siendo nuestro veneno. Hay algo de lo que pasó que aún no ha pasado y la deuda es con lo que no somos y no sólo con lo que seremos.  

Al pie del verano.

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