Turismo… ¿humanitario?

Desde hace años el voluntariado en el mundo es una práctica común. “¡Ven, conoce e involúcrate con la gente y las problemáticas con “equis” lugar del mundo!”. Tu pagas el avión, la comida, si tienes suerte te darán alojamiento.

Hay agencias de viaje que gestionan estos voluntariados, otra forma de acercarte a la cultura del país, aseguran. Este turismo humanitario también es un negocio, en el 2008 movía 2.000 millones de dólares asegura el diario La Vanguardia. Una de las principales compañías intermediarias es Projects Abroard, que en la actualidad envía cada año unos 10.000 voluntarios a una treintena de países diferentes. En Camboya, donde una de cada cinco personas vive con menos de un euro diario, ofrecen estancias a partir de 1.500 euros para dos semanas. La mayor parte de los voluntarios dedican sus vacaciones a enseñar idiomas o a cuidar de niños, tareas para las que no se requiere tener ninguna experiencia o titulación.

La mayoría de los voluntarios provienen de países anglosajones que antes o después de entrar a la universidad se toman un año sabático.

¿Por qué esto podría representar un problema?

Parece una situación ideal, ¿no?. Personas que tienen oportunidad de viajar y conocer mientras comparten conocimiento con comunidades vulnerables… No es tan fácil como parece. Hay muchas voluntarias y voluntarios que no investigan el lado ético de la organización o sólo quieren ir para sacar fotografías a blanco y negro por los likes en facebook o para exponer en una galería de la colonia más pretenciosa de su cuidad.

Específicamente hay seis grandes problemas:

  1. No todas las agencias u organizaciones de voluntarios son de fiar.
    Muchas organizaciones carecen de transparencia financiera y no trabajan muy de cerca con las comunidades locales (incluso si dicen que lo hacen), no tienen proyectos sostenibles a largo plazo, por ejemplo.
  2. El trabajo puede terminar siendo más provechoso para el voluntario que para las comunidades. Las páginas web que venden estas experiencias hacen enfasis en la auto-realización del cliente, poniendo las necesidades de quienes acogen al voluntario en segundo plano.
  3. En ocasiones los voluntarios  no están debidamente capacitados o calificados. ¿Por qué piensan que es legitimo ir a “practicar” algo que no puedes hacer todavía en el tuyo?
  4. El trabajo voluntario puede perturbar las economías locales y fomentar la dependencia.
  5. Participar en estos proyectos puede fomentar los estereotipos y las relaciones desiguales de poder.
  6. Estas “vacaciones” convierten la ayuda y el cambio social en una mercancía. El problema con mercantilizar la ayuda es que se ofrece el cambio social como algo que se puede comprar como cualquier otro producto.

Hace un año nació la campaña #endhumanitariandouchery, algo así como “acaba con la mamonería humanitaria”. En ella describían ampliamente lo que consideraban como voluntariado irresponsable. Todo comienza con el viajar por las las razones equivocadas, haciendo el tipo equivocado de trabajo, o tener una mentalidad problemática.

Entre las personalidades o problemas principales se identifican:

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-Querer ser “el héroe”. Ir por querer “salvar” a las personas viviendo en países en desarrollo.

-Imponer valores propios a las comunidades que acogen a los voluntarios y descuidar sus necesidades.

-Hacer trabajo para el que no se está calificado o entrenado para hacer.


Aunque muchos de estos errores se comportamientos a menudo se producen involuntariamente, la “iniciativa” juvenil termina implicando el gasto de miles de dólares  por una estancia de dos semanas con un impacto cero y hasta negativo en las comunidades.

Así que antes de irte de frezapatista, goeeeei, piénsa si estás satisfaciendo tú necesidad de reconocimiento social o la de las comunidades .

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