Holbox, el paraíso que estamos destruyendo
“Mire, salimos a las 6 de la mañana porque así somos los primeros en llegar. Como es un área natural protegida entra poca gente, y si llegamos tarde hay que hacer fila con la embarcación para ingresar a la zona donde está el tiburón.
Hay un control de la SEMARNAT que hay que pasar, ahí le van a cobrar 31 pesos y le van a dar un brazalete para que pueda ingresar.
Hay reglas: no se puede tocar al animal, está prohibido llevar bloqueador solar si no es biodegradable y lo normal que es no tirar basura ni sacar fotos con flash. Son alrededor de dos horas desde la isla de Holbox a cabo Catoche. Como salimos temprano va a ver el amanecer. Volvemos a las 14:00 aquí a la isla para que siga disfrutando.”
Esa es la manera en la que promotores en Holbox intentan vender el tour del tiburón ballena a cualquier curioso que deambula por el centro de la isla.
El tour que ofrecen las cooperativas turísticas en Holbox incluye, además del nado con el tiburón ballena, esnórquel en una zona donde pueden verse caguamas, peces de colores, la visita a una playa virgen donde, el mismo capitán de la lancha, prepara un ceviche con pescado fresco para que los tripulantes lo coman mientras disfrutan de la paradisiaca vista. De vuelta a la isla se pasa por una zona desde donde pueden observarse los flamingos.
Suena bastante bien, ¿no?. El costo va desde los 1,200 hasta los 1,800 por persona. Depende del vendedor, la época, las habilidades de regateo y quien sabe que otra cosa.
Aunque no sea la época de tiburón ballena (de mayo a septiembre se reúne ahí la mayor congregación de este pez en el mundo, son de 800 a 1,400 ejemplares) en la isla, quedan muchas cosas para hacer. Las apacibles playas, el río que cruza la isla y la belleza de esta isla en sí, llama todo el año al turismo nacional y extranjero que bajo la ilusión de eso que llaman “ecoturismo”, amenazan la isla.
La realidad es que los descuidos de las autoridades, el incremento de la demanda de turistas nacionales y extranjeros y sobre todo la disputa entre ejidatarios y consorcios entre los que se encuentra el grupo Bepensa –embotellador de Coca-Cola en la Península de Yucatán– ponen en riesgo la zona.
Yum Balam se ubica en el municipio de Lázaro Cárdenas, al norte del estado de Quintana Roo. Abarca una zona de selva protegida en 1994 por iniciativa de los pobladores mayas: un Área de Protección de Flora y Fauna (APFF) con una superficie costero-marina de 154,052 hectáreas. Sus aguas son de las más ricas y abundantes zonas pesqueras de Quintana Roo y albergan más de la mitad de la pesca total de peces de escama en el estado.
Aunque los guías saben que el descenso de personas está prohibido en algunas partes de la reserva, hay algunas embarcaciones que por una propina generosa, están dispuestos a romper el acuerdo.
Los turistas, no son del todo responsables y tampoco hay nadie que les exija cumplir con las normas. El caso del bloqueador solar es una de ellas, antes de lanzarse al agua se puede observar a la mayoría aplicando el producto por temor a las quemaduras. A pesar de la “regla” de que sólo se admite el biodegradable, los turistas se excusan.
El brazalete de la SEMARNAT es vendido por las personas de las agencias antes de salir, el control no existe, la fila de embarcaciones tampoco. Cuando alguien ubica el punto donde se encuentran los tiburones ballena, se comunica por radio. Las embarcaciones cercanas se apresuran a llegar al punto. 2, 3, 5, 10, 20, 30, 35 y hasta 41 embarcaciones se encontraban ahí el día que acudí desde las 8:00 AM. Aunque se supone que las embarcaciones tienen que ser pequeñas y con un número máximo de 10 pasajeros, a veces suben 11 o hasta 12 para potenciar las ganancias.
Los guías de Holbox se quejan de que últimamente llegan muchas más embarcaciones desde Cancún, son más grandes y muchas de ellas son particulares que no respetan ninguna norma. A la marea natural en mar abierto, se suman el movimiento del agua que provocan estas al llegar, las cuales terminan provocando el vómito en cadena de muchos de los que esperan su turno en las lanchas para saltar al agua.
Aunque la experiencia de nadar con ese enorme pez, fue maravillosa, no pude evitar sentirme culpable por la devastación e invasión que mi estadía y la de miles de turistas dejaba a nuestro paso.
Según un reportaje publicado hace unos días en El Universal, en la isla se generan más de 60 toneladas al mes. Por otro lado, Proceso relata el despojo del que los ejidatarios han sido víctimas desde hace años y que a su vez, han desatado la construcción de hoteles con dudosas condiciones.
La responsabilidad del cuidado de la isla depende de quien ahí oferta los servicios, pero también de los que los demandan y #SpoilerAlert, la estamos llevando a la devastación.