El Papa Francisco dice que el “Diablo” nos castiga… y le concede una entrevista.

Habla sobre el caso Ayotzinapa, que a su entender es parte de un castigo diabólico por creer en la Guadalupana

Respecto a la visita de Francisco yo soy uno de los que dice claramente que no viene a mi nombre, pero no tenía porque manifestarme al respecto porque no me sumo a nada emanado de una política de Estado en México, sea la visita del Papa o la de cualquier actor político-religioso alineado con la estructura institucional. Sin embargo, debo decir que me parecía interesante su visita porque en cierto sentido le tenía algo de esperanza en tanto que parece un jerarca con cierta visión moderna y pensaba que una vez en México daría un discurso más fuerte de lo que esperan sus detractores. Pero estos minutos sirven para enterrar toda esperanza en ese sentido:

En primer lugar cabría decir en tono irónico pero muy en serio, que si Francisco tiene razón (que lamentablemente no la tiene) bastaría sacar a la guadalupana del territorio mexicano para que el “Diablo”, que por estos lados se viste de democracia, nos deje en paz. Por lo que como agnóstico que claramente NO es guadalupano (en esto también se equivoca) con todo gusto la llevaría a los Estados Unidos para que el Diablo inicie una guerra de alta intensidad por allá para ver si así se acomoda todo en el resto del orbe. Y es que Francisco no entiende que el Diablo tiene formas “sutiles” de castigarnos; no dispara sino construye un narco sistema, no nos desparece pero construye un Ejército experto en la guerra sucia, no empobrece para eso mejor fabrica una clase política corrupta obsesionada con la acumulación, no nos engaña mejor constituye un monopolio mediático para transmitir su visita por todo el territorio. Pero lo verdaderamente alarmante, dejando de lado la fabula del bien y el mal que siguen replicando ingenuamente para justificar toda atrocidad del sistema político-económico contra lo que se han encargado en llamar el “Tercer Mundo”, es que demuestre tal ignorancia sobre los 43 (que es el caso emblemático del tejido narco-gubernamental en México).

Tiene razón Francisco en que sería infantil culpar a un solo actor o grupo del crimen de Estado, pero lo que no sabe (o no entiende) es que se señala a una compleja red de instituciones gubernamentales, que involucran fuerzas policiales municipales, estatales, federales y ejército, con carteles del narcotráfico. También se desnuda con claridad, gracias a la investigación independiente del GIEI y a la movilización de los familiares con un sector amplio de la sociedad mexicana e internacional, que hay un pacto de impunidad sostenido por la inmensa podredumbre de todo el sistema político mexicano, que por cierto también incluye a los altos jerarcas de la Iglesia que viene a representar y los medios de comunicación que le estarán transmitiendo en vivo.

Es por esto que lamentablemente no podemos esperar mucho de la visita de Francisco e incluso parece que agravará la crisis política en el país. Ya que este tipo de declaraciones a modo (olvidémonos de escucharle en medios independientes, ya que Televisa tiene la exclusiva con la estrella del vaticano) fortalecen la postura de cinismo y cerrazón del Gobierno y las instituciones encargadas de impartir justicia. La “verdad histórica” se nutre con estas fantasías sobrenaturales, que por un lado minan las esperanzas de justicia en un país deteriorado en extremo y por otro traicionan la verdadera esencia de la religión que dicen representar. De hecho es en este punto que cabe hacer una reflexión más amplia; ya que como individuo que vivió durante muchos años como católico y que, aun cuando muy joven había perdido toda confianza en esa iglesia, reconoce el valor de la religión en la vida de muchos, me parece grave que un jerarca con el peso de Francisco muestre tal ignorancia sobre los sucesos más relevantes del país que visita.

La Iglesia es ofensiva en tanto que utiliza un doble rasero para hacer sus evaluaciones; por un lado apela a los fenómenos sobrenaturales para explicar problemas sociales y por otro acumula insaciablemente capital económico en el campo terrenal; por un lado condena la diversidad sexual y por el otro oculta (por lo tanto fomenta) la pederastia en el seno de su estructura; lo bueno lo agradece al Dios omnipotente que representa y lo malo lo minimiza por pertenecer al campo de lo humano; se limita a pedir resignación ante los múltiples problemas que nos aquejan cuando el Dios humanizado que les sostiene era un personaje con claro compromiso político.

Con esas actitudes, me atrevo a decir que la Iglesia Católica, hoy dirigida por Francisco, resulta deletérea para todos incluyendo a sus feligreses, en tanto traicionan permanentemente la esencia de la religión que representa, y para el resto, en tanto que agravan la ruptura social fomentada desde las campañas mediáticas que caminan con la consigna estratégica del “divide y vencerás”. Contrario a la postura oficial de Francisco, la religión tiene un peso político fundamental, no podemos olvidar el inmenso valor del trabajo cotidiano de sacerdotes como Solalinde (solo por poner un ejemplo de muchos), ni la importante propuesta teórica de la Teología de la Liberación (múltiples movimientos revolucionarios se han nutrido claramente de lo más valioso del cristianismo). Me parece realmente importante reconocer que así como la democracia se hace imposible por la traición permanente de las instituciones que deben asegurarla, las religiones padecen de iglesias que abusan de su poder terrenal y las alejan de su labor esencial; la de “unir fuertemente” a todos los seres humanos. En este sentido, nuestra labor como ateos, agnósticos o creyentes, es la de reconocernos y entendernos como la multitud que sostiene sus privilegios. Si lo logramos y en verdad queremos ser libres, no tendremos más camino que el de terminar con esos privilegios y empezar por rechazar categóricamente estas absurdas declaraciones de Francisco.

Texto: Jesús Vergara | Imagen: nbnoticias

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