Un feto al estilo Hamlet

“Se Inyectan Asteroides” es una columna de Emmanuel Medina @emmanuelmedina

 

A unas semanas de su nacimiento, el hijo de Trudy escucha todo lo que rodea el mundo de su madre.
Los pasos lentos que da por los meses de embarazo, el amor que siente por el vino tinto, que le está heredando a través de los nutrientes esenciales; su forma de vestir que realza su pálida belleza y, sobre todo, las oscuras intenciones asesinas que la mueven sin control.

En el vientre de ella, el feto es un humano en ciernes que descubre un complot para matar a su padre, John, alentado por su propia madre y, en su universo amniótico, piensa la manera de salvarlo, a la vez que reflexiona sobre la condición humana y sus escalofriantes variantes que le esperan al nacer.

Con un marcado guiño al príncipe de Dinamarca y su mítico desvarío de venganza por la muerte de su progenitor fantasmal, que inventara William Shakespeare en la pieza teatral “Hamlet”, el escritor más sobresaliente de la narrativa inglesa, Ian McEwan, nacido en Reino Unido en 1948, le da una vuelta de tuerca a las cuitas emocionales de un protagonista, como lo dicta el canon shakesperiano, y convierte al pequeño nonato en juez, parte y aspirante a vengador.

El narrador Ian “Macabro”, como lo llamamos sus devotos seguidores y la rapaz crítica literaria que lo adora, es un creador con mayúsculas en el mundo de las letras, subjetivo y poderoso: desde la pieza narrativa que lo dio a conocer en el mundo por su adaptación cinematográfica, “Expiación”, pasando por novelas pequeñas en formato y grandes en sus implicaciones como “Sábado”, “Solar” o “La Ley del Menor”, en donde sus frases son de un armado perfecto en simetría temporal y metáforas poderosas.

En la obra ya mencionada y más reconocida “Expiación”, la visión sesgada de la niña protagonista con respecto a un “crimen” se enlaza, años después, en “Cáscara de Nuez” con el ser nonato que escucha las conspiraciones e imagina, en el monólogo que envuelve su vida, las posibilidades de la muerte que prepara su madre y su amante para dejarlo huérfano: las dos visiones en ambas novelas, permiten al lector adentrarse en la reflexión aquella de “no vemos la mundo como es, sino como somos”.

El encerrado mundo del pequeño no nacido le permite desarrollar una intuición y una claridad sobre el mapa de impulsos de los cuatro personajes que lo rodean, inclusive en los momentos que se “emborracha” cuando su madre lo hace, y como cualquiera que está en la libación de bebidas espirituosas, deja libre, a medida que avanza la intoxicación etílica, sus inhibiciones primarias para darle un vuelco a su cienaga donde flota, boca abajo, y dejarse ensoñar con el mundo que no conoce aún.
Una pieza singular, de forma y fondo, que adentra al lector en una narración de posibilidades imaginativas que le plantea un feto, desde el vientre de su madre.

Sin duda, una de las grandes novelas inglesas de los últimos años que se debe recomendar, enfáticamente, a aspirantes a filósofos, poetas malditos, ginecólogos con dudas metafísicas y madres primerizas con emociones descontroladas.

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“Cáscara de Nuez”
Ian McEwan
Editorial Anagrama

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