(In)constitucionalidades: el teatro del pueblo en tiempos de pandemia
Por Lucía Trias y Laura Sofía Salas
El sábado 1 de agosto protestaron alrededor de 17,000 personas en la capital de Alemania contra las medidas antipandemia. La circulación de noticias falsas quiere hacer creer que se movilizaron 1,3 millones de personas por la defensa de sus derechos, con la intención de presentar a este movimiento como actualmente el mas fuerte en el país, al punto que invisibilizan la presencia de la extrema derecha. Este artículo aporta al análisis crítico de expresiones supuestamente “apolíticas” desde una perspectiva migrante y decolonial.
A finales de marzo, en plena pandemia global del COVID-19, un pequeño grupo de personas que se autodefinen liberal-demócratas comenzaron una serie de protestas contra las medidas implementadas por el gobierno alemán frente al “Teatro del Pueblo” (Volksbühne) en Berlín. Sus iniciadores, el dramaturgo Anselm Lenz, el autor Hendrik Sodenkamp y la activista Batseba N’Diaye fundaron para ello la “Oficina de Comunicación Resistencia Democrática” (Kommunikationsstelle Demokratischer Widerstand), desde la cual comenzaron a convocar semanalmente a las llamadas “Hygiene-Demos” (al español sería “protestas de higiene” pero usaremos el término alemán por ser un nombre propio). Bajo el lema “No Sin Nosotros” (Nicht Ohne Uns) las manifestaciones se dirigían en contra de las medidas gubernamentales adoptadas para combatir la pandemia, incluidas las restricciones al derecho a la libre movilización y de asamblea. A través del periódico semanal “Resistencia Democrática” difunden su discurso y llaman a “liberales no partidarios y valientes” de toda la República a formar “La Oposición”, movilizarse contra el miedo y en defensa de la Constitución alemana (ver Demokratischer Widerstand). Cabe destacar que en Alemania si bien sí se restringieron varios derechos, nunca se instauró un estado de excepción, toque de queda o cuarentena completa como ha sido el caso en otras partes del mundo.
Al poco tiempo de haber sido iniciadas las “Hygiene-Demos” en Berlín comenzaron a aparecer manifestaciones similares en los demás estados de Alemania. Organizadas por diferentes grupos todas compartían dos aspectos: el protagonismo de la Constitución alemana en esos espacios y una confusa composición de sus participantes. Las manifestaciones han sido frecuentadas por personalidades y grupos de extrema derecha, antisemitas, partidaries de teorías conspiratorias, antivacunas, esotériques y ciudadanes preocupades que se conciben a sí mismes como apolítiques. Si bien les iniciadores berlineses sostienen en su página que se distancian de les Nazis y les revisionistas históricos que niegan la Shoa, en su discurso y en la práctica la demarcación se mantiene confusa.
La vehemencia con que se defiende acríticamente la Constitución bajo el manto de la defensa de la democracia, nos parece una movida política peligrosa. Al cerrar los ojos ante el creciente nacionalismo y al hecho de que los derechos constitucionales sólo representan el privilegio de unos cuantos, estos espacios de protesta, son fácilmente cooptados por movimientos y discursos de derecha. Esto debido a que se reduce la lucha por la democracia a la protección del status quo, faltando la distinción entre la defensa de un estado de derecho y la custodia de derechos excluyentes, como son los derechos constitucionales de cualquier Estado-nación al excluir a quienes no consideran connacionales. Recordemos que el Estado-nación confina sus derechos a un territorio y una población específicos, que terminan donde el siguiente Estado-nación comienza. En este artículo pretendemos aportar al análisis crítico de este tipo de expresiones “apolíticas” desde una perspectiva migrante y decolonial.
De privilegios y “desobediencias”: el reclamo por un Estado paternalista
Las manifestaciones que comenzaran inspiradas por las “Hygiene-Demos” presentan una particular noción de resistencia. Lejos de impulsar una lucha y un pensamiento re-estructuralista, la resistencia en Alemania en 2020 tiene forma de reclamo, y su intención revela el anhelo por un Estado paternalista en pos del cuidado del status quo. Para ponerlo más claro, la diferencia entre lucha y reclamo recae para nosotras en los diferentes objetivos que ambas persiguen. Una lucha referencia un proceso mediante el cual se busca posicionar en el ámbito de lo público, una realidad y un discurso que es negado por las políticas hegemónicas. Un reclamo, por el contrario, consiste en un llamado de atención de la parte privilegiada de una sociedad, la cual reclama al Estado que certifique su forma reguladora en pos del cuidado de un derecho al que está acostumbrada.
Entender esta diferencia nos ayuda a posicionarnos en el panorama actual berlinés.
Mientras mujeres ilegalizadas luchan por acceso a derechos básicos para todas y lanzan su campaña #LegalizierungJetzt.
Mientras movimientos feministas luchan por visibilizar el incremento en los casos de violencia basada en género en Alemania.
Mientras la población afrodescendiente mundial lucha contra el racismo estructural, forzándonos a encarar la negación global frente a un sistema de seguridad racializado.
Les integrantes de estos movimientos de supuesta “resistencia democrática” reclaman a su gobierno que controle la aseguración de sus privilegios, inscritos como derechos en la Constitución alemana.
Desde nuestra perspectiva migrante, estas manifestaciones plantean una problemática particular en cuanto enfatizan y cultivan la separación de las gentes entre ciudadanes y no ciudadanes. Este separatismo latente, no solo resulta del uso de la Constitución como espacio de reclamo político, sino que da pie a la rápida asimilación por parte de pensamientos nacionalistas que históricamente se han nutrido de fomentar la xenofobia y el odio racial.
El caso de las “Hygiene-Demos” y sus variaciones locales merece atención crítica precisamente por ello. Impulsar un reclamo político única o principalmente apelando a una Constitución como estructura reguladora de un Estado-nación sólo funciona cuando ese Estado-nación es, en palabras de Miguel Palacín Quispe, comunero andino del Perú: “uninacional y monocultural, centralista y excluyente”. Es decir, cuando el Estado determina los rasgos que definen a su ciudadano (es importante atender a la forma masculina y singular en este caso), de manera unificadora, para poder así controlar cualquier expresión que se diferencie y atacarla como extranjera. De ahí que cualquier expresión política camuflada bajo un discurso constitucionalista en “defensa de una democracia desde una postura supuestamente apolítica” nos resulte no sólo peligrosa sino además negligente. Esto debido a que, campantemente evade cualquier responsabilidad histórica, al abrirle una puerta más a los discursos nacionalistas de derecha.
En diálogo con Karina Theurer, abogada feminista y decolonial, nos plantea que para ella “es importante no generalizar, sino analizar exactamente quién está defendiendo qué y qué objetivos están detrás de ciertas demandas”. Esto nos resulta importante para poder comprender este fenómeno particular, al tiempo que evita el reproducir patrones universalistas. En esa línea, Theurer argumenta que si bien celebra que “las personas se perciban a sí mismas como actores políticos y (re)negocien en colectivo cómo quieren vivir juntas en las sociedades”, al momento que se presentan “evocaciones concretas de la «democracia» y la «Constitución», siempre es necesario examinar críticamente lo que grupos específicos (la mayoría) entienden por esos términos”. Theurer nos impulsa así a un escenario complejo y muy presente: la coexistencia de semánticas diferentes en lo referente a los aspectos de lo público y común; así como una disparidad en el entendimiento de las estructuras legales entre les ciudadanes. En consecuencia, es posible argumentar que: desde las distintas y limitadas interpretaciones junto al desconocimiento, se articulan expresiones políticas confusas que pueden alentar procesos sociales que les iniciadores no han sido capaces de anticipar.
Lejos de disminuir la responsabilidad de les iniciadores en cuestión, este argumento refleja a nuestro entender, el carácter absolutista y monocultural del Estado-nación y de la Constitución como forma reguladora del primero. Y que es en consecuencia este, el que a ha llevado a un orden de poder hegemónico de características homogéneas. Desplazando así, a todas las gentes no comprendidas en la categoría hegemónica de ciudadanes, del espacio de creación de derecho, y por ende del pleno ejercicio del mismo. En conversación con Theurer sobre cómo plantearnos el defender los derechos fundamentales sin afectar a otres, ella declara que “es hora de decir adiós a las justificaciones de la ley natural. Las normas jurídicas y, por tanto, también las constituciones son una expresión y un reflejo de las relaciones sociales de poder.”
Desde su perspectiva legal nos comparte que, por el contrario, le “gustaría que, a medida que la(s) sociedad(es) se aleje(n) de las referencias excluyentes a las normas jurídicas supuestamente incontrovertibles, pasemos a los diálogos productivos y a los procesos de negociación sobre qué normas jurídicas queremos como marco para una coexistencia social inclusiva. Lo que está claro es que muchos de los derechos con los que estamos «trabajando» en la actualidad surgieron en tiempos y en respuesta a que las personas estaban abiertamente excluidas de los procesos legislativos debido a atribuciones racistas o de género (y muchas otras). Toca continuar mejorando y ampliando esta herencia legal hoy”.
Hedonismos políticos: el reclamo colectivo del privilegio individual
Las descritas apelaciones al Estado por parte de sus ciudadanes ante una situación de crisis e incertidumbre ha llamado nuestra atención como migrantes debido a su evidente articulación con el poder estructural. Exigir un mayor paternalismo estatal sólo se presenta como opción, desde una posición de privilegio, que no reconoce, a falta de experiencia personal, el papel controlador y represor del Estado. Las personas vulneradas por el Estado, viven cotidianamente la brecha entre el papel y su implementación, ya que comprueban de primera mano la desigualdad estructural, aun cuando todes les ciudadanes en Alemania son teóricamente iguales ante la ley, esto no corresponde con la realidad. Perduran discriminaciones raciales y étnicas, de género y por orientación sexual, de clase, culturales, políticas y por religión, enraizadas en las estructuras estatales y sociales. ¿Cómo se explica entonces el fenómeno observado?
En una entrevista con el periódico SPIEGEL el historiador alemán Dieter Langewiesche explica: “El Estado-nación moderno se ha convertido en la institución que organiza toda la vida, incluyendo los servicios sociales. Si se cae, ¿qué ocuparía su lugar? Si esta estructura corre peligro, entonces la gente estará dispuesta a defenderla y a hacer sacrificios”1 Traducción libre de las autoras. Langewiesche, Dieter. Die Nation schafft Freiheit, conversación con Doerry, Martin y Wiegrefe, Klaus en “Die Erfindung der Deutschen. Wie wir wurden, was wir sind”, editado por Wiegrefe, Klaus y Pieper, Dietmar, Editorial. Goldman, 2008, Hamburgo, p. 31.. En Alemania esta afirmación se sostiene. En el momento en el que se declaró cuarentena, el Estado alemán reajustó rápidamente su presupuesto, agilizó procesos burocráticos en el ámbito de la asistencia social y organizó vuelos de “repatriación” como ningún otro país para asegurar la seguridad y subsistencia de sus ciudadanes. Estos hechos se suman a una larga tradición narrativa de “Germans first!” Y es que no se debe olvidar que los Estados-nación no se sostienen únicamente por leyes, instituciones y procesos administrativos, sino también por la construcción de una narrativa común: “La nación es una comunidad de la memoria, y por lo tanto no se puede simplemente dejarla. Sin esa base histórica, la nación no puede ser construida”, afirma Langewiesche. Precisamente debido a que el Estado-nación forma una comunidad de la memoria, es menester prestar atención al desarrollo histórico territorial y a las narraciones hegemónicas que alimentan las identidades nacionalistas.
Las “Hygiene-Demos” y manifestaciones emparentadas muestran otro punto débil en este sentido. Por un lado, evocan la idea de una construcción de identidad colectiva basada en un patriotismo constitucional (Verfassungspatriotismus)2 El patriotismo constitucional como concepto ideológico fue inicialmente concebido como respuesta a la necesidad de dotar de un contenido democrático a la identidad alemana tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, marcada por el nacionalismo totalitario y xenófobo del III Reich. Este concepto ha vuelto a circular ante la creciente presencia y articulación de discursos populistas de extremaderecha en Alemania y Europa. como alternativa a las identidades nacionales fundadas en la noción étnica y cultural. Por otro lado, hacen uso de esta noción sin recaer en la relación intrínseca entre la estructura política del Estado-nación, la Constitución y el nacionalismo. Dicha relación se hace visible en les ciudadanes que se han sentido “llamades” a defender la Constitución, y el hecho de que entre les mismes muches representan formas de pensamiento del así llamado “espectro de derechas” [Rechtes Spektrum]. Dejando a la vista el pasado del Estado alemán y que, más allá de su narrativa de democracia estable y sociedad desarrollada, modelo en el mundo, es como tantos otros Estados, estructuralmente propenso a dichos pensamientos. Por ello, cualquier intención “de defender la democracia constitucional” no basta si no se cuestionan las bases mismas que la sostienen, ergo las del Estado-nación.
Desnaturalizando el Estado-nación para activar la(s) imaginación(es) política(s)
El Estado-nación es uno de los constructos políticos más estables de nuestros tiempos. A la vez, todo Estado-nación es una creación histórica concreta que, por ende, puede ser re-imaginada, re-estructurada, incluso abolida en pro de otras o nuevas estructuras de organización política que respondan a retos y demandas contemporáneas. De ahí que reducir la lucha por la democracia al mantenimiento del status quo nos parezca no sólo de cortísima visión política, sino que conduciría en nuestra opinión también a la muerte de la democracia misma. Es por ello que hemos expuesto que expresiones políticas como la analizada resultan egoístas y negligentes al mostrarse ciegas a su posición de privilegio, evadiendo el alto costo humano y político que generan.
Siguiendo esta línea argumentativa, y tomando el llamado de Theurer por una praxis incluyente del derecho, está claro para nosotras que la solución no puede ser a través de la defensa y el fortalecimiento de los Estados-nación. Es por eso que vemos como urgente necesidad la desnaturalización del Estado-nación y las correspondientes identidades nacionalistas para poder así (re)activar la(s) imaginación(es) política(s) y a partir de ahí realmente hablar sobre una renegociación y construcción de las convivencias locales en la matriz planetaria. Desde nuestra perspectiva migrante y decolonial, dicha renegociación deberá tener como base el reconocimiento de la interdependencia y como horizonte la(s) justicia(s) ecológicas, intergeneracionales y ontológicas. Es decir, tendrá presente a les otres, sus conocimientos y maneras de organizar la reproducción de la vida. Defenderá y luchará por los derechos colectivos actuales, teniendo en cuenta los de las generaciones futuras y de la madre tierra.
Sobre las autoras
Lucía Trias es investigadora independiente. Tiene una maestría en investigación de diseño, de la fundación Bauhaus Dessau, por medio de la cual se especializó en prácticas decoloniales. Actualmente reside en Berlín, donde como activista politica colabora con diferentes colectivos aportando una mirada desde la intersección de los enfoques participativos y las concepciones de diseño pluriversales, luchando por autonomía y decolonialidad de la(s) cultura(s).
Laura Sofía Salas estudió gestión cultural, comunicación y políticas públicas en México y Alemania. Actualmente reside en Berlín, donde forma parte del colectivo migrante VOCES de Guatemala. Su compromiso está con la lucha anticolonial, donde busca aprender y aportar a los procesos de construcción de otros mundos posibles, desde la concepción y práctica de formas de organización política y de identidades colectivas, más allá del Estado-nación.
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Referencias
↑1 | Traducción libre de las autoras. Langewiesche, Dieter. Die Nation schafft Freiheit, conversación con Doerry, Martin y Wiegrefe, Klaus en “Die Erfindung der Deutschen. Wie wir wurden, was wir sind”, editado por Wiegrefe, Klaus y Pieper, Dietmar, Editorial. Goldman, 2008, Hamburgo, p. 31. |
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↑2 | El patriotismo constitucional como concepto ideológico fue inicialmente concebido como respuesta a la necesidad de dotar de un contenido democrático a la identidad alemana tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, marcada por el nacionalismo totalitario y xenófobo del III Reich. Este concepto ha vuelto a circular ante la creciente presencia y articulación de discursos populistas de extremaderecha en Alemania y Europa. |