Las imágenes muertas
Por Débora Hadaza
“…y dentro del mismo espejo; ambas terminaron siendo una imagen muerta”
Me cuesta agarrar esta novela para describirla. Todo ángulo por donde intento asir a Bestiaria vida de Cecilia Eudave se reblandece o resbala a mi contacto; la estructura se escurre de mis manos, es como apretar babosas. No es que no sea agradable, tiene la inexplicable atracción que causa el horror, un exquisito gusto macabro.
Se podría decir que esta novela es una alegoría de las relaciones familiares. Pero uno no debería gastar el tiempo, ni el propio ni el ajeno, para señalar lo obvio; los simbolismos mitológicos no son lo medular en esta obra, ni tampoco la familia. De lo que realmente trata esto es de la crueldad de los vínculos familiares y el aniquilamiento del individuo dentro de ellos. Y es por eso que cuesta trabajo asirla. Uno no puede leer sobre los padres, los hermanos, los abuelos y los tíos, los amigos de la juventud de Helena (la protagonista), sin pensar en los propios; y eso duele.
Duele porque a través de los personajes uno alcanza a ver su propia familia, a recordar las caracterizaciones con que los ha vestido, las heridas con las que ha sido marcado, sus golpes, arañazos y mordidas, —a veces metafóricos, a veces reales—. La familia, el vínculo constructor por excelencia, un nido de bestias. Y aquí tenemos que hablar de la diferencia entre animal y bestia.
El doctor en psicoanálisis Heli Morales dice: “La bestia es un animal humanizado. Un animal humano se puede convertir en fiera… La crueldad es la violencia ilimitada. Lo humano es lo desmedido de la violencia… Son escenas donde se manifiesta un enlace, un vínculo, un entramado humano, pero ese entramado está amarrado con las cuerdas del terror… Ese entramado muestra la bestialidad ante el otro, la insoportable diferencia de la otredad. Más claro: el goce de destruir al otro. Este goce de la muerte y la destrucción tiene un nombre: crueldad.”1Heli Morales . (2015). Psicoanálisis con arte. México, D.F.: Palabras en Vuelo.
Crueldad. Crueldad filial, de esa donde el uso del poder y la bestialidad están legalizados. Esto me hace una referencia directa a “Los insignificantes”, un cuento que tengo muy presente en la memoria de la misma autora — pero que pertenece a uno de sus libros anteriores—, del que me permitiré citar el inicio:
“Si alguna particularidad tengo es que duermo a todas horas, en cualquier lugar y sin importarme las consecuencias. No siempre fue así. Era un niño normal hasta que mi padre, escudriñándome desde su sillón, sentenció: Otro hijo insignificante”2Cecilia Eudave. (2013). En Primera Persona. Madrid, España: AmargoRD
Pocas cosas tienen un poder tan destructivo sobre la personalidad de un niño como las palabras descalificadoras de un padre. Tal vez compitan la constante ausencia de la madre y su gélida mirada aniquiladora, el abandono periódico, constante y silencioso del padre, y que toda la atención, ternura y adoración de ambos se vuelque sobre tu hermana. Y a lo mejor remata que los que te cuiden, en esas lagunas de descuido paterno, sean tus dos abuelos, uno más chiflado que el otro. Sí, podríamos decir que Helena fue criada con crueldad. Sin embargo este libro no se trata de la crueldad que ella recibió, sino de la crueldad que ella inflige. Es ella quién califica a cada miembro de su familia, ya sea la sanguínea o la elegida, como bestias. Es ella quién nombra a sus cercanos con nombres de horror, maldad, letalidad o locura.
¿Por qué? En el desarrollo de la novela la percepción de cada una de las bestias se cuestiona: qué tan verdaderamente letal es la Basilisco, qué tan malvada la Súcubo, qué tan confundido estaba el Licántropo, qué tan infernal era el Cancerbero. Bestializar a las personas amadas, nos permite defendernos de ellos, de su personalidad, de su influencia, del alcance de su radar y de su poder. Leer Bestiaria Vida nos invita a cuestionar la validez de las palabras con que marcamos a nuestros vínculos.
Helena (la protagonista) cuenta una historia que me parece bellísima como metáfora a la relación con su familia: Una mujer entra en el espejo, su reflejo y la mujer real se confunden, hasta que después de tanto pelear mueren y se descomponen las dos. En un punto Helena se da permiso de meterse al espejo y discutir con la imagen que tiene de sí misma y de su familia, de cuestionar el desprecio y desconfianza que siente hacia sí y hacia ellos, de revindicar el cariño a esa imagen tan lastimada. Quizá esta novela sea una invitación a mirar a los ojos, a pesar del horror por morir, a nuestra madre y aullar entre los árboles con nuestro huidizo padre por una noche eterna, en la que acariciando al Cancerbero, podamos por fin cortar ambas cabezas del bicéfalo y atrapar personas diminutas con el Súcubo que más amemos.
Cecilia Eudave,
Bestiaria vida
eolas ediciones, 2018.
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