Gema Santamaría #VocesVioletas
#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.
Gema Santamaría (18 de agosto, 1979. Managua, Nicaragua). Doctora en Sociología y Estudios Históricos por la New School for Social Research y profesora de Historia de América Latina en la Universidad de Loyola, en Chicago. Ha publicado tres poemarios: Piel de Poesía (Managua-México, 400 Elefantes-Opción, 2002), Antídoto para una mujer trágica (México, Mezcalero Brothers, 2007) y Transversa (México, Proyecto Literal, 2009). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, italiano y portugués. Forma parte del Consejo Internacional de la Gaceta Literal en México y es integrante de la Asociación Nicaragüense de Escritoras.
A continuación presentamos una breve selección de su obra:
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El atardecer enrojece frente a nosotros
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El cielo se marca todo como una furia
y el mar hace lo propio a nuestros pies:
olas montándose unas a otras
como crestas rompiendo
violentamente los celestes del agua.
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Sobre una piedra, un grupo de personas se empina
a observar la marea y su malestar.
Sus cuerpos tan unidos simulan un coral suavizado
por el menear de sus cabezas.
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Vemos cómo el agua los devora a lengüeteadas en un instante.
Nos reímos porque sí,
porque tanta belleza suscita en nosotros siempre
un poco de crueldad.
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Me cuesta entender estos atardeceres enrojecidos,
entender si su furia es una furia enamorada o enloquecida.
Frente a ellos siento un golpeteo apacible en el pecho
Escucha nuestro podcast
y una dosis de terror mordisqueándome las piernas.
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Dicen que admiramos los atardeceres en demasía.
Pero yo observo su doliente resplandor
y sospecho que aún hoy, después de tanto tiempo,
estremecemos ante su rabia.
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Índigo
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A María Antonia
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Hemos de ver la puesta del sol
la roja mirada
el candor y la furia.
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Sobre las piedras,
arden las últimas horas.
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En un arrebato
la luz se modifica.
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Intuimos la trayectoria de las sombras.
Somos solitaria presencia,
testigos únicos del cauce
cerrándose frente a nosotros.
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Los pájaros guardan silencio a estas horas
las piedras se retraen sobre sí mismas,
hurgando su musgo más íntimo.
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Una grieta nace entre las montañas.
las aguas de la noche se desperezan:
de ellas emerge un torrente de peces húmedos.
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El rojo se convierte en un índigo intenso,
el cuerpo fiero de la noche se avecina.
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Partimos en el momento justo
la mejilla del mar asciende suave y toca los riscos
obscurecidos.
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Satisfechas, caminamos cuesta abajo,
hacia la boca abierta de la luna.
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Quizás la medianoche
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Despertamos en la orilla de otro sueño
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Desde aquí, observamos el vaivén de la historia
la pequeña historia, la gran historia,
la que imaginábamos en péndulo
la que hoy sabemos espiral.
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A tientas reconocemos los espejos.
Hemos llegado a un abismo conocido e íntimo
¿cuántas vueltas más antes de despertar?
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Crecen los verdes a pesar del tiempo gris y las revueltas,
crecen flores, crecen manos,
crecen los bordes de la cotidianidad
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La memoria se dobla sobre sí misma.
Nos reconocemos en los cuerpos olvidados,
en las tumbas hacedoras de milagros
en el atardecer siempre enrojecido de la ciudad.
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Somos viajeros en mitad de la espesura
y sin embargo, crecen verdes en las piedras,
crecen flores, crecen manos,
y en el borde de lo insólito,
la cotidianidad.
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Quizás la medianoche es más luz de lo que creemos,
y en el delirio de sus horas
se gesta el sueño
de lo que siempre,
sin intuirlo,
pudimos ser.
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Acontecida
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I
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Quisiste ser astronauta, me dices,
mientras el ojo de la luna se posa en ti como un
alto cuervo color blanco.
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II
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Te observo a mi lado y pienso
que en tu vocación por las estrellas
encontraste la belleza en lo profano,
en aquello que crece y se come la frontera
como una ceguera echa de muros y de piedras.
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III
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Siento tus manos y siento mi cuerpo estrecharse
dentro de mí y hacia ti como una planta buscando
el origen de sus humedades.
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IV
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Tu olor está echo de candor marítimo
en él se encienden mis labios, mi vientre, mis muslos.
Mi cuerpo entero como una luz espinada en el abismo.
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V
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Acontezco en ti:
en tu boca adivinando el arqueo de mi espalda,
en tus dedos abriéndome la piel, multiplicándome en espasmos.
Acontezco en ti,
en este arrebato.
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VI
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Un arrebato
en la piel y el corazón de una adulta.
Acontezco en ti:
un astronauta descifrando al universo en lo profano.
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