Refugio Pereida #VocesVioletas

#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.

Refugio Pereida. Nació en Ozumbilla, Estado de México, en 1970. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM, y el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo en 1999. Ha publicado: Túuri (CNDH, 2017); ¡Vale! ¡Vale! (CNDH, 2018, 3ª. reimpresión); Suerte de rabia (FOEM, 2014); Los Nada (Diablura Ediciones, 2013); De noche, una calle (Praxis, 2002); y Palabra sucia (La tinta del alcatraz, 1998). Su trabajo literario se encuentra incluido en diversas antologías. Ha sido parte del consejo editorial de Deriva. Revista de poesía, Errancia, y El Caracol. Origen y pensamiento. En 2001 fue becaria de la Fundación Rafael Alberti. En 2012, como miembro del Colectivo Ihtoa, obtuvo el estímulo del PACMYC para realizar el libro testimonial De Ozumbilla, el pan de muerto. Fiesta de harina y canela.

A continuación presentamos una selección de su obra poética:


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Aquí destapo la ansiedad de mis manos.

Más que abrir el papel de china y soltar el listón,

quiero encontrar mi esperanza

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–nebuloso capullo que prenderé en mi pecho–:

al talismán que mi padre fabricó con azufre

dentro de una leyenda de toros liberados.

Lo intento, no puedo ir contra mi naturaleza.

Estoy derrotada, pero con hachas abriré las puertas,

seré la transgresora de los diques,

hablaré menos que los pastores religiosos.

En romper los grilletes no pierdo el tiempo,

me descalabro para saber qué mecanismo poseo.


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Me sentaba a ver el patio porque empedrado sería,

más tarde, mi camino.

Sucedió la historia en un reloj de piedra.

Un hombre trazó en la pared las marcas del tiempo.


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Para la llegada de la tarde hubo una raya sobre el muro,

la penumbra sacudía su melena olor a canela.

Y yo lo consultaba para encontrar que se había hecho

[tarde.

Entonces corría.

Nada se puede quedar para siempre en la misma acera:

ni el polvo ni los rencores.


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De manera exacta, en las ruinas y sus telarañas,

con sus riesgos de tinieblas,

aparecieron los antecedentes de la enfermedad.

Llegué tarde a esta fiesta de disfraces

y quise entrar con disimulo, necesitaba pisar piedra;

los médanos –seductores–

se deshacían en caravanas de polvo.

Un licor de sal se resistía a caer del cuerpo,

pirañas jugueteaban en nuestra boca.

Canté con mis ventanas abiertas a los reptiles

e hice un circo en el que la estrella era mi cara de mono.

Yo decía: me cuesta mucho hablar de los monos,

apenas conozco la vulnerabilidad de mi sombra.

Estábamos de vacaciones,

pasó ese chorizo de ruedas y rejas,

el león tenía una crisis de legañas,

la cebra se enfrentaba a su problema de identidad,

y los monos, con su estirpe de araña,

me mostraron una negrura como de tristeza.

Todos deberíamos estar afuera,

mi corazón afuera, mis flatulencias afuera,

mi cerilla afuera, mi lengua afuera…


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Este es el parador al que llegué con mis trucos de hechicera:

abrí las manos y apareció el llanto de las amapolas,

se me dio como obsequio la labor de segar el trigo quemado

y hornear panes de ceniza.

Todas las horas de ésta, mi incertidumbre,

tejen con impaciencia sotos de abrojos,

azuzan tropas de granizos destrozados en el filo

[de un peñasco,

redes de óxidos dentro de mis arterias.

No puedo sentarme a ver la utopía del polvo.

El fuego se derramó en mi regazo.


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Está del otro lado la fauna de los acercamientos,

siempre quedan tus manos al servicio de una pendiente.

¡Que se hagan los néctares en las comisuras

[de tus labios!

Hormigas y mariposas serán las beneficiarias

de esta lúdica bondad de primigenios ejemplares.

Los requisitos para ser feliz me están ocultos

y, sin embargo, crío en mis tierras

la simiente luminosa de los felinos.

Es mi necesidad la febril madera que el magma puso

[de fiesta,

iré contra los designios de la historia escrita con

[el arrastre de los días.

¿Cómo puedo disuadir a la locura

que se confunde en el fondo de este pozo del que bebemos anhelantes?

Escribo el comunicado de los nómadas.

Una maravilla apreciada por mis harapos.

Cerca de mí estuvo el amor, eran dos perros mágicos,

puedo presumir que los vieron mis ojos de dátil seco.

 

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