Proponen la introducción de transgénicos para modificar ecosistemas
A medida que la población humana y su impacto en el planeta aumenta, muchos ecosistemas en todo el mundo se encontrarán en un futuro próximo en peligro de experimentar un colapso que puede ser catastrófico. Investigadores del Laboratorio de Sistemas Complejos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE, CSIC-UPF), la UPF y del Centro de Investigación Matemática, han publicado un artículo en la revista Royal Society OpenScience, en el cual proponen modelos matemáticos para desarrollar estrategias para contribuir a la conservación de los ecosistemas mediante la biología sintética.
El concepto clásico de terraformación consiste en la modificación de planetas no habitables para hacerlos más parecidos a la Tierra. En este caso, el concepto se adapta a la modificación de nuestro planeta mediante la restauración de los ecosistemas. Por lo tanto, los autores proponen como posibilidad de actuación futura la modificación de los ecosistemas utilizando la ingeniería genética de especies.
Una de las ventajas principales de esta aproximación como complemento a las tecnologías existentes es la capacidad de replicación y diseminación de los organismos, que permite trabajar a gran escala. “Los organismos sintéticos tienen un gran potencial, podrían parar cambios catastróficos o restablecer condiciones adecuadas para mantener ecosistemas diversos”, dice Ricard Solé, líder del estudio.
Organismos modificados para conservar los ecosistemas
Ricard Solé, profesor de investigación ICREA de la UPF e investigador del IBE, explica que un primer paso en esta dirección “es el desarrollo de modelos matemáticos que nos permitan decidir las mejores estrategias de bioingeniería de la biosfera”. En el estudio, los investigadores plantean modificar genéticamente una especie de microorganismo determinada, que ya se encuentra presente en el contexto ecológico. Como habría riesgo de que esta se expandiera y se convirtiera en invasora, proponen hacerla dependiente de la interacción con otros seres vivos.
Además, los autores han estudiado la situación de los ecosistemas semi desérticos, donde el aumento de temperatura provocará una transición brusca hacia el estado desértico. Un componente clave del ecosistema es la capa llamada costra del suelo, donde hay varios organismos, entre los cuales se encuentran las cianobacterias. Plantean la posibilidad de modificarlas genéticamente para que mejoren la retención de agua en la costra, lo cual permitiría expandir la cubierta vegetal.
Por otro lado, han explorado una estrategia para afrontar la acumulación de residuos como el plástico en los ecosistemas acuáticos. Un microorganismo modificado utilizaría los restos de plástico en los océanos como sustrato y los destruiría.
De este modo el sistema sería auto limitado, y una vez hubiera hecho su función y no quedara plástico, el organismo ya no podría sobrevivir. Este estudio forma parte de la investigación que se lleva a cabo dentro del proyecto europeo MADONNA, en el que investigadores de diferentes campos desarrollarán aproximaciones experimentales para erradicar los residuos y la contaminación industrial mediante el uso de la biología sintética y la biotecnología.
En conclusión, en este nuevo trabajo, los investigadores proponen los primeros pasos hacia una teoría de dinámica de poblaciones general para entender cómo los organismos modificados con bioingeniería se comportarían en los ecosistemas.
El peligroso optimismo del científico*
El romanticismo de cierto sector académico por la biología sintética, está llegando a puntos sumamente preocupantes, sobre todo cuando se pretende validarlo desde el discurso que emerge de la necesidad de abordar cualquier fenómeno biológico como una parte de sistemas más complejos (que paradójicamente es donde se pueden encontrar los argumentos más sólidos contra la liberación de organismos genéticamente modificados).
A la vez la confianza en los modelos matemáticos para predecir dinámicas biológicas, por más elegantes y sofisticados que sean, debe ser cuestionada ¿O acaso no es un problema epistémico fundamental la reducción que implica el uso de herramientas de abstracción para intervenir ecosistemas enteros?
De hecho la sola delimitación de un ecosistema significa un corte en la mirada de la complejidad sistémica. En las teorías clásicas es burdamente simple definir un ecosistema de otro pero es claro que las fronteras delineadas en los libros de texto no corresponden propiamente a lo que vemos en el mundo real y lo mismo podemos decir sobre los procesos de evolución orgánica. A partir de esto es valido cuestionar un esfuerzo como este bajo la mirada del pesimista: ¿Y si los modelos para modificar el planeta a nuestro favor fallan? ¿Y si los organismos genéticamente modificados se adaptan con el tiempo y desarrollan la capacidad de digerir otra cosa que no sea plástico? o ¿Qué pasaría si los escenarios estocásticos, que los investigadores deciden no incorporar arbitrariamente a sus modelos, se presentan en la vida real?
Bajo nuestra perspectiva el problema de estas investigaciones es su falta de lectura socio-política (o quizá valdría decir, su compromiso con el sistema hegemónico). Este estudio corresponde a una serie de propuestas e iniciativas que buscan dar respuesta tecnológica a una contradicción inherente al sistema de producción pero que en lugar de plantear medidas para producir y consumir menos, se plantean una respuesta que ellos mismos consideran limitada y deciden presentarla de forma optimista.
Contra el fanatismo cientificista
No pretendemos decir que las herramientas matemáticas sean inservibles, de hecho el valor de trabajos como el presente es la calidad de las dichas herramientas, pero al problema de la metáfora (de hecho una estrategia actual en la divulgación de los defensores pro transgénicos es erradicar este concepto y sustituirlo por otros que no contengan su carga negativa en la sociedad; algo así cómo eliminar la marca MONSANTO pero asegurar la permanencia de su estructura) en la divulgación debemos agregar el optimismo persistente y acrítico de cierto sector que da por válido cualquier planteamiento que encuentra espacio en las revistas indexadas. Los científicos deberían de tomar conciencia del impacto de su labor en la opinión pública; un buen número de personas que se asumen como defensores de la ciencia (y que no tienen el bagaje necesario ni la disposición para revisarla de forma crítica) están creando un gremio al que podríamos llamar, en el mismo tenor de Daniel Dennet, como la alta iglesia de la ciencia (un efecto atribuible al positivismo más que a la ciencia per se).
Para ser más precisos y contundentes con esta pequeña crítica; Si usted toma arbitrariamente cualquier artículo científico que aborde el problema de insertar un organismo genéticamente modificado a un ecosistema abierto, se encontrará con un saludable escepticismo sobre sus potenciales efectos… ¿Entonces porqué cuando se deciden a divulgar la información respectiva deciden presentarla de forma tan burdamente optimista? De hecho, tenemos ejemplos bastantes claros sobre los efectos negativos de apoyar iniciativas científicas que al final sólo consumen recursos económicos y no producen cambios significativos.
Los propios autores del estudio señalan que “a pesar de que no podemos dejarlo todo en manos de la tecnología, habrá que utilizarla para poder preservar la biosfera y a nosotros como parte de esta”. Así que por nuestra parte, insistiremos en señalar que las salidas a la crisis ambiental implican la necesaria transición hacia modelos de decrecimiento económico y que uno de los graves problemas de la comunidad científica consiste en su incapacidad de reconocer este simple principio: el capitalismo es ecocida y no hay tecnología que por sí misma sea capaz de resolverlo.
Otra falla que hay que señalar es la afirmación de que los ecosistemas sólo podrían responder si se les modifica tecnológicamente. Los bosques pirineos son un buen ejemplo de la capacidad adaptativa de los ecosistemas cuando se les cuida de la explotación desmedida, sin necesidad de intervenirlos, pero no son el único.
Con información de Royal Society Open Science y Agencia SINC | Selección, edición y comentarios del Colectivo Alterius.