Itzel Ce #VocesVioletas

#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.

Itzel Ce (México, 1990) Estudió letras en la UNAM y fue becaria de poesía de la FLM.
No le gustan las semblanzas pero en Revista La Guadaña escribió un texto que quedó chulo.
A continuación presentamos una breve selección de su obra poética:


Arte poética

*

Nada consuela

como querer morir

e irse a dormir.

Saber que el tiempo avanza

y quizá no despierte.

_____

_____

*

La oscuridad

estremece la fuerza

de resistir.

En la noche, yo broto

con miedo a las palabras.

*

Mueren los otros

y yo sigo escribiendo.

Por la mañana


me levanto agitada,

creo que no he despertado.

 



 


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Poética en estado limonar

 

Una semilla viaja por mi sangre y recorre todo mi cuerpo con una sensación fría. Si me miras bien, a veces entre cada parpadeo puedes ver una semilla pasar por lo blanco de mis ojos.

 

Entre las palabras que me guardo, encuentra un lugar cálido para quedarse y se instala adentro mi estómago.

 

De pronto, reconozco un brote sobre mi mano y la cierro suavemente para que no la notes, mientras sigo recitando este poema.

 

Mis poros se abren y pequeñas puntas de verde asoman sobre mi piel; este poema ha durado tanto que empieza a crecerme pasto. Pero las palabras que pronuncio empiezan a antojarse amargas  y lo ácido de mi acento te incomoda. Me doy cuenta, entonces, de que las palabras ya no son las del poema que escribí.

 

Callo.

 

El pecho me duele como un fruto a punto de estallar, las raíces han llegado hasta tus pies y te asustas.

 

Por fin, una rama me atraviesa la garganta; la última palabra que pude pronunciar era hermosa, pero agria.

 


Compañero 

Me acostumbré

a hablar con tus ojos

de lo mal que lo pasaba,

a sentir en tus manos

las historias que no me has contado.

No te dije

del día que crucé la calle

con los ojos cerrados,

no me dijiste

cuántas veces

te han podido romper.

Sin embargo,

las palabras no dichas

nos hicieron más humanos.

Para compartir una vida

se necesita silencio.

 



 

Sin título

 

Para Abraham, que sigue oyendo voces en la noche.

Casas no, pero sí ladrillos cayendo.

Familias no, pero sí gente llorando.

Niños no, sólo sus voces.

Después del temblor,

no sé si queda vida.

Resiste el amparo

no de las palabras,

sino del abrazo

de un desconocido

que se vuelve casa.

 

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