La silla de Hawking

El puesto a científico más famoso del mundo ha quedado vacante: del escaso 19% de estadounidenses que puede nombrar a un investigador vivo, la mayoría era capaz gracias a Stephen Hawking. Su silla de ruedas era a la vez un ordenador con el que se comunicaba y cuya tecnología se vio obligada a evolucionar conforme la enfermedad del científico progresaba.

Según su autobiografía Breve historia de mi vida, la primera silla de ruedas de Stephen Hawking fue manual y comenzó a usarla alrededor de 1970. Cuatro años más tarde probó una eléctrica. Pero el interés del dispositivo no estaba en el motor, sino en la tecnología que permitía al físico hablar y escribir.

“La tecnología que utilizaba era bastante antigua. Hoy hay cosas mejores pero él siempre dijo que estaba acostumbrado a lo que se hizo en su día y no quería cambiar”, explica a Sinc el investigador del Centro de Automática y Robótica, centro mixto del CSIC y la Universidad Politécnica de Madrid, Eduardo Rocón.

En 1985, tras estar al borde de la muerte por culpa de una neumonía contraída en el CERN, la traqueotomía que le salvó la vida eliminó la poca capacidad de hablar que todavía le quedaba a Hawking. Hasta ese momento, dictaba los artículos científicos a su secretaria y daba seminarios gracias a una intérprete que repetía sus palabras con mayor claridad. Eso ya no era posible.

“Durante un tiempo la única manera que tenía de comunicarme era deletreando palabras letra a letra, levantando las cejas cuando alguien señalaba la letra correcta en una tarjeta. Es bastante difícil mantener una conversación así, por no hablar de escribir un artículo científico”, cuenta el físico en su biografía.

Fue entonces cuando uno de los médicos de Hawking contactó con la empresa californiana Words Plus, cuyo programa Equalizer permitía seleccionar palabras en un ordenador mediante un interruptor accionado por la mano. El director de la empresa, Walter Woltosz, asegura a Wiredque se ofreció a donar cuanto hiciera falta al saber que su cliente era el famoso científico.

La primera versión de Equalizer funcionaba en un Apple II conectado a un sintetizador de voz de la desaparecida empresa Speech Plus. El sistema fue adaptado por David Mason, ingeniero y marido de una de las enfermeras de Hawking, para que fuera portátil y se pudiera montar en uno de los brazos de la silla.

Y entonces llegó Intel

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En 1997 Hawking conoció al cofundador de Intel, Gordon Moore. Al ver que la silla utilizaba un procesador AMD, le preguntó si quería “un ordenador de verdad” en referencia a los microprocesadores de su compañía. Desde aquel día la empresa ofreció su tecnología para ayudar al físico a comunicarse, en una relación que duró hasta el día de su muerte.

Pero las capacidades motoras de Hawking continuaban degenerando. En 2008 ya era incapaz de utilizar el pulsador. Uno de sus estudiantes ideó entonces un pequeño sensor que, colocado en las gafas, detectaba con luz infrarroja los pequeños movimientos voluntarios de la mejilla. Desde entonces, Hawking ha enviado mails, navegado por internet, dado charlas, escrito libros y hablado usando tan solo un músculo.

“Hoy se utiliza muchísimo el seguimiento de mirada: mueves un cursor con los ojos y escribes frases en un teclado virtual”, comenta Rocón. El investigador asegura que es la solución preferida hasta que el control cerebral, hoy todavía experimental, se popularice “en diez o quince años”.

Hawking era capaz de comunicar con su pulsador unas quince palabras por minuto, pero conforme su enfermedad avanzaba esta velocidad cayó en picado: “Puedo conseguir tres palabras por minuto”, asegura en su autobiografía, publicada en 2013 justo antes de la última gran actualización de software que recibió. “Un poco lento, pero yo también pienso despacio”, aseguraba con humor.

Predictor de palabras

En 2011 pidió ayuda a Intel y Moore reunió a un grupo de expertos. La interfaz de su ordenador era un programa llamado EZ Keys, una mejora de las versiones previas también diseñada por Words Plus. Contaba con un teclado virtual y un predictor muy básico de palabras. Con su mejilla, Hawking podía mover el cursor del ratón por Windows, navegar por internet con Firefox, escribir en Notepad y hablar por Skype.

Stephen-Hawking-David-Fleming-Martin-Curley
Stephen Hawking con David Fleming y Martin Curley, de Intel.

El equipo de Intel se puso a trabajar para sustituir el arcaico sistema por algo más acorde al siglo XXI, como los descritos por Rocón. No iba a ser tan fácil: el seguimiento de mirada no funcionaba por la inclinación de sus párpados, mientras que el control mediante encefalograma no obtenía señales lo suficientemente fuertes.

Los pequeños cambios implementados como un botón de retroceso, aunque prometedores, no fueron del gusto de Hawking. Le costaba adaptarse a algo demasiado nuevo. El éxito iba a venir de la mano de un sistema predictivo que ahorraría al investigador la necesidad de tener que escribir cada palabra y adivinaría sus intenciones, tal y como hacen los móviles.

“Crear un camino de comunicación entre el paciente y el ordenador le abre el mundo, pero el hito es romper esa barrera entre la persona y la tecnología. Ahí es donde entra en juego la inteligencia artificial”, comenta Rocón.

El investigador del CSIC explica que estos sistemas cada vez predicen mejor: “Hoy se investiga mucho cómo transformar símbolos en lenguaje natural para que ‘cocina, fruta’ se transforme en ‘quiero ir a la cocina a comer una fruta. La clave es generar mucha información con poca comunicación”.

Tras años de trabajo y la colaboración de la empresa de predicción de textos SwiftKey, Hawking pudo estrenar su nueva ‘silla’ en 2014. El sistema de código abierto ACAT facilitaba, según Intel, que el físico tuviera que escribir menos del 20% de los caracteres que quería comunicar. Explicar las singularidades espaciotemporales y los agujeros negros iba a ser un poco menos difícil a partir de ahora.

Con información de Sergio Ferrer para Agencia SINC.


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