Violeta Orozco #VocesVioletas

Violeta Orozco (Ciudad de México, 1989). Es poeta y traductora. Ganó en 2014 el Premio Nacional Universitario de Poesía José Emilio Pacheco. Estudia actualmente la maestría en Letras Hispánicas en Ohio University.

A continuación presentamos una selección de su poesía:


Preludio de la muerte

 

Tú dijiste

que la lluvia era el preludio de la muerte

mientras mirabas el charco anocheciendo.

Pero no había luna en ese risco,

Apenas un farol desnudo

_____

_____

Tiritando en el charco

La calle no era sino un grito

hecho pedazos

a media noche

un suspiro entre dos heridas

Tuve miedo

No quise escuchar tu voz

anunciando que la lluvia era el principio

de la muerte, el tejido

que dibujaba los linderos

entre la noche y la imagen de la luna

lluvia


cayendo

en voz alta.

 


Ruiseñor nocturno

 


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Despierta

cuando el jilguero

que ya no existe

llame a tu puerta.

Mira

como los cerros

envejecen entre la tarde,

los pinos se cierran uno a uno

entre la negra niebla

la gran barricada de la noche

se alza como un naufragio una montaña un campo

militar, ya no hay refugio,

piensa que ya nadie

te ofrecerá su casa,

día a día

pierdes la belleza

que nadie está mirando,

tu memoria y tu mujer

te engañan,

ya no hay nada por decir,

has dicho tanto,

lo has dicho todo,

como el pájaro mecánico

que supo elaborar, del tejido de la noche

una melodía que no arrulle ni cure ni blasfeme

ni diga nada

que no sea necesario.

 


Renacimiento

 

Imaginé que mi vida era un círculo perfecto

trazado por un artífice italiano

que cerró los ojos e intuyó la forma

exacta de la entraña, el ovillo

de mi cuerpo agazapado entre el musgo

buscando las zonas de espeso follaje.

Mi tristeza

nunca fue la mía,

siempre la pedí prestada a una sombra.

La poca dicha la fui guardado

pero había un hoyo en la cisterna, una cuerda

que usé para enlazar la risa a la caverna

Porque yo no supe hablar de la nostalgia

como lo hizo la lluvia, dijeron

que yo no vi el paso del tren por la nieve

ni remé los rápidos del río ennegrecido,

no supe

hacer el humor con cinco letras no quise

reducir el goce a cinco notas fijas

dispersas en el cuerpo, quise amar

el instante en que la piedra

rueda por el aire como un río de espejos

Viví ahí donde el sonido era un disparo

de tiempo mecido entre dos noches de marea,

yo que nací con la sal en la lengua mar adentro de los ojos

quise ver más allá de mi bahía, contar la cólera

del piélago aislado, porque todo hombre es una isla inexplorada

y quise atrapar lo que navega

dentro de su asombro subcutáneo

en la sombra del verano sin paredes

que sostiene el pozo fijo del deseo.

Pero mi vida no era un círculo perfecto,

ay mi vida era, mi vida instante

centella

danzante

todo lo he imaginado,

Nada es cierto, el inmenso espejismo de la forma

Talla un árbol en medio de la sala

Sin muebles,

Dibuja el porvenir de lo que nunca ha llegado,

Alza la copa en el país vacío

Brinda por todos los soles prematuros,

Celebra, maldice lo que no se toca sino con los ojos,

Atraviesa el biombo de hojas falsas

Separa la luz de su red de frío.

Pero mi vida pero mi vida

No era más que un nudo, en realidad

Mi vida era el círculo

Que dibuja el borracho en su nocturno pendular

Por la ciudad difunta,

Ondulando en su amar inexacto,

En su vaivén entre el sueño y el anhelo.


 

Don de lucidez

 

Por temor a mirar lo que imagino

No miro

No imagino

Sino el beso que no tengo

a ojos cerrados amo ignoro,

Amando lo que ignoro eternamente.

Hay tanto temor en lo que crece

hay tanto temor en lo que nace, no se

nace con los ojos abiertos, la vista

nace con el dolor de ver, Edipo

tirando a martillazos el muro del espejo.

El mundo me pasa de largo

porque yo no sé mirar sin aferrarme

a lo que cambia

de forma y de sentido.

(La vocera del metro escupe un viejo canto, esculpe

una nueva firma como el perro en el poste,

esgrime su nombre fracturado).

Porque todo se rehúsa a morir mientras camina, camino

camino de ojos cerrados.

No hay otra claridad, Tiresias,

que la certeza

de tu ceguera.

¿De qué otra forma agradecer

el don

de la lucidez?

Nadie quiere ver

ni su muerte ni su vida,

ver el tiempo que en sus ojos

se coagula.

El tiempo me pidió

verse en mi espejo.

No le di tiempo.

Me escondí en él,

lo usé para cubrirme.


#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y  Latinoamérica. 

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