Me llamo Violeta, tengo 27 años
Violeta Jiméz escribió acerca de la violencia médica que sufrió por parte de un ginecólogo al que acudió en busca de una segunda opinión. Nos dio permiso de compartir su experiencia,
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Me llamo Violeta, tengo 27 años.
El lunes 5 de junio acudí por primera vez a una cita con el Dr. Edilberto García Méndez en Tijuana, Baja California. Fui a hacerme un papanicolaou y pedir una segunda opinión médica, adicional a la de mi ginecóloga de confianza.
Al llegar al lugar de la cita, todo comenzó mientras el doctor se encontraba atendiendo a otra paciente con la puerta de su consultorio abierta, ella le preguntó algo, a lo que él gritó “¡Estás Pendeja!”. Me asuste pero aún así entré a la consulta porque me dijeron que era el mejor.
Se prosiguió con la cita y ya en su consultorio me hizo preguntas básicas para mi expediente médico, entre ellas quién era mi médico habitual, le dije que era atendida por la Dra. Coinda Arias, a lo que me contestó “A Coinda le tengo que hacer un ultrasonido para ver si tiene ovarios o huevos”.
Cuando hablamos de mi diagnóstico y quise despejar mis dudas sobre el mismo, respondió “Cállate, estás muy confundida”. Lo hice. Prosiguió a explicarme, pero me atreví a asentir con la cabeza y hacer un sonido de “mmmhmmm”, que es mi costumbre, a lo que él reaccionó violentamente gritando enojado “¡Cállate! No me interrumpas, ¿crees que sabes todo? ¿Vienes bien chingona a callarme? ¡Cállate! ¿Qué? ¿Traes un escuadrón de veinte batos siguiéndote afuera o qué?”.
Me quedé paralizada y asustada, traté de decirle al doctor que no había hablado, a lo que contestó gritando “¿Ya, puedo seguir?”. Continuó hablando e inconscientemente seguí asintiendo e hice ruido, como comenté anteriormente es mi costumbre, y me volvió a gritar más fuerte una tercera vez “¡Cállate! ¿Qué no entiendes? ¿Cuál es tu problema? Cállate y relájate, ¿por qué no te abres y te relajas”.
Después de ese trato me sentí paralizada. Durante la consulta, el doctor acercó a sus manos a las mías, frotando su dedo índice contra el mío diciendo “Si tú y yo tuviéramos relaciones sexuales sin condón….”. Sentí asco y escalofríos, quite mis manos de su alcance.
En la consulta también realizó comentarios impropios de colegas, hablando de “una patóloga increíble, chaparrita, muy guapa, de la cual no recuerdo el nombre”. Procedió a gritarle a su asistente para que le recordara el nombre; “Raquel Ibarra, sí, Raquel guapísima”.
Para pasar de su oficina al cuarto de auscultación, el doctor me tomó de la mano entrelazando sus dedos con los míos, lo cual me pareció invasivo e innecesario en una consulta médica. Me asusté y me sentí incómoda, otra vez quite la mano instintivamente y el doctor me forzó a volver a tomarle de la mano y entrelazarla con sus dedos, sujetando de mi mano innecesariamente fuerte. Al caminar me preguntó a qué me dedico, le dije que era arquitecta, a lo que contestó “Las arquitectas creen que tienen muchos huevos”.
El doctor me tomó de la mano entrelazando sus dedos con los míos, lo cual me pareció invasivo e innecesario en una consulta médica
Ya en la sala de ultrasonido, cuando vio mi ropa interior, grande y cómoda de esa que te pones para ir a ver al doctor (“a la Bridget Jones”) comentó “¿Usas calzonsotes para que vean los albañiles que sí traes?”. Me quede callada y pude sentir cómo me iba alejando de la situación, como viéndola detrás de un vidrio, como una película, abstraída. Para ese momento de la consulta estaba como ida y sin poder reaccionar a sus agresiones.
Me regaño por no haber tomado mucha agua antes del ultrasonido pélvico, pero lo realizó de todas maneras. Entre al baño a orinar y al salir me seguía esperando para otra vez conducirme a otra sala, tomando otra vez mi mano con dedos entrelazados a pesar de mi obvia incomodidad. Me llevó a un tercer cuarto donde me dio indicaciones de dónde estaba la bata y me dijo “Quítate toda la ropa, menos los aretes”. Me puse la bata y me tendí en la mesa.
Empezó a realizar el papanicolaou sin avisarme que me iba a tocar. Me asusto y brinqué. Mientras le comentaba los procedimientos que me había hecho mi ginecóloga anteriormente, él se dedicó a criticarla y referirse a ella y a su labor de manera despectiva, esto mientras estaba tendida en la mesa de exploración, con los pies en los estribos y un “patito” en la vagina, en una situación incómoda y de mucha indefensión física y emocionalmente.
Después realizó una exploración mamaria, que para mi experiencia con otras ginecólogas, fue larga e invasiva. Terminando todo me quede sola y me vestí.
Volví a su oficina y le pedí una tarjeta con su información para obtener su correo electrónico y saber los resultados de mi estudio cuando estén listos. Me dijo que no tenía y le pedí entonces una de sus recetas que contiene todos sus datos; tomó su pluma y volteandome a ver garabateó algo en la receta: la palabra “FEA”.
Para ese momento yo lo único que quería era irme de ahí. Pague rápido y salí del consultorio.
Pasé las siguientes doce horas sin entender nada, culpándome por no reaccionar y no defenderme. Había llegado hasta él para ser atendida por primera vez con un ginecólogo varón, asustada por un diagnóstico y nerviosa como nos ponemos muchas mujeres al ir a una cita ginecológica.
El hablar con términos despectivos, ofensivos y sexuales de sus colegas mujeres, el hablar de una posible relación sexual conmigo sin condón y su comentario sobre mi ropa interior, son comentarios inadecuados en cualquier interacción profesional, pero son más graves cuando se dan entre médico y paciente.
Él estaba en una situación de poder, como médico, varón, mucho mayor que yo, atendiendome en su consultorio y fue desde ahí donde me violentó como paciente. Leyendo el código de ética del Colegio de Ginecólogos de México, con su conducta violó al menos quince cláusulas de este código bajo el que supone debería de regir su práctica.
En cuanto me espabilé y deje de culparme por no defenderme, acudí al Ministerio Público y a Derechos Humanos, cuyo personal hizo llegar mi denuncia a la Comisión de Arbitraje Médico de Baja California. En las tres instancias y en mi consulta privada con abogados, todos me dijeron que es poco probable que mi denuncia prospere o resulte en una sanción para el médico.
A pesar de que todos coinciden en que hubo una serie de conductas inadecuadas que caen en los parámetros de hostigamiento, ésto no es considerado un delito. Saber que lo que viví no es suficientemente grave para ameritar una sanción es muy duro y me llena de coraje.
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Por eso decidí hacer pública mi experiencia con el Dr. García Méndez y al menos evitar que más mujeres pasen por esa situación al ir a buscar cuidados para su salud. Por favor, comparte mi testimonio y si has sido violentada por un profesional de salud, comparte tu experiencia para al menos visibilizar estas maneras de violencia y acoso que siguen prevaleciendo en la práctica médica hasta el día de hoy.
#noesnormal
Que un médico te grite
Que te calle
Que no conteste tus preguntas
Que haga bromas sexuales con pacientes
Que comente sobre tu apariencia
Que critique tu ropa
Que juzgue tu vida sexual
Que te diga FEA
Que minimice tu dolor
Que insulte a sus colegas
Que no se castigue el hostigamiento
Que una denuncia no valga
Que te digan exagerada porque no reaccionaste
Que otras mujeres te juzguen de exagerada
Que te pregunten ¿Por qué no te fuiste?
2 comentarios
Qué horror pasaste!, y además qué horror que a parte te critiquen por no irte! ?… cuando como ser humano (masculino ó femenino) no estás preparado para que una persona profesional como un doctor, a la que vas a confiarle tu cuerpo y vida, de la nada te violente de esa forma, no te lo esperas, te sacas de onda, tal vez unos reaccionarían diferente, otros nó, pero eso no quiere decir que ella quería que se le ofendiera, denigrara, violentara, etc., de esa forma, con ganas de darle una paliza a ese que se dice médicoooo misógeno, incopetente y falto de ética!!!???
Me pasó lo mismo pero con uno que se hace pasar por médico psiquiatra y se abusa de personas con crisis sentimentales, familiares y personales.
Mi mail de contacto es mayra_mb88@yahoo.com.ar
Acá en Argentina, no se hizo nada, y lastimosamente me atrevo a decir que no veo la remota posibilidad de que se haga algo.
Mientras tanto, me sigo enterando por otras víctimas, que Gaston Gonzalo Gonzales, sigue violentando de todas las maneras posiibles a mujeres e incluso, a sus familias en algunos casos.