Después del amor: poemas de Miguel Hernández
Entrañable y poderosamente emotiva, la poesía de Miguel Hernández (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) forma parte de cada uno de los seres que habitan este planeta. Tanto de aquellos que lo han leído, como de aquellos otros que lo leerán. Para todos Hernández tendrá algo que comunicarles, desde el amor y la tristeza, desde el barro del odio y la guerra, desde el dolor y la ternura. Cada emoción humana ha pasado por su versos. Humilde y melancólico, el poeta fallecido en la cárcel hace 75 años, sigue con vida a través del arte que se engendró permanente en su palabra. A continuación, para celebrar la vida y obra de este poeta, presentamos tres poemas.
Después del amor
*
No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda un instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.
*
Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.
*
Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.
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*
Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.
*
Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
*
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.
*
Cuerpos como un mar voraz,
entrechocando, furioso.
*
Solitariamente atados
por el amor, por el odio,
por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.
*
En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin campaña quedan
como en el agua, en el fondo.
Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.
*
Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.
*
Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:
*
«Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso.»
*
Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.
*
Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.
*
El número de sangres
que el mundo iluminó
en dos halló el principio;
tú y yo.
*
El número de sangres
que es cada vez mayor
en dos busca sus fines;
tú y yo.
*
El número de sangres
que en el espacio son,
en dos son infinitos:
tú y yo.
Me sobra el corazón
*
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
*
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
*
No puedo con mi estrella.
Y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.
*
Si no fuera ¿por qué?… no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y relatos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
*
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
*
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No véis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?
*
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?
*
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
*
Me sobra corazón.
*
Hoy descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
*
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
Vuelo
*
Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
*
Amar… Pero, ¿quién ama? Volar… Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
*
Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvida que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.
*
Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.
*
Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpo, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.
*
Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.
*
No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
*
Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
*
Cada ciudad, dormida, despierta, loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.