La primera bomba atómica revela como se formó la luna
Nada como la bomba atómica representa la pesadilla histórica de la ciencia contra el mundo, la frontera del Homo sapiens como especie integrada a su entorno o como una monstruosa forma de destrucción masiva fue cruzada definitivamente el 16 de Julio de 1945. La detonación de 20 kilotones, sacudió el desierto de Nuevo México e instauró el nacimiento de un nuevo imperio. Uno construido por algunas de las mentes más brillantes del siglo pasado, la tiranía de la ciencia por fuera de la comunidad y en beneficio de las élites políticas. Robert Oppenheimer, sellaba el diabólico pacto citando el sagrado texto hindú Bhagavad Gita; “Ahora, me he convertido en la muerte, destructora de mundos”… Apenas dos meses después, el 9 de agosto, una bomba similar pulverizó la ciudad de Nagasaki y la vida de decenas de miles de japoneses.
La explosión iluminó las montañas durante unos dos segundos con colores morados, verdes y blancos. La nube en forma de hongo alcanzó los 12 kilómetros de altura y la onda de choque pudo sentirse a 160 kilómetros de distancia. En la zona de la explosión se formó un cráter de 3 metros de profundidad y 330 de ancho. Allí, la arena del desierto quedó derretida y se convirtió en un vidrio de color verde claro, al que luego se conoció como trinita. El cráter fue rellenado, y hoy en día allí solo queda radiación residual y un humilde monolito que recuerda que la zona fue declarada como Monumento Histórico Nacional en 1975.
Pero el relato de la Ciencia es curiosa, una mezcla de tragedia y esperanza, así como genera destrucción también nos acerca un conocimiento clave para entendernos y desde ahí recuperar nuestra potencia creadora; pocas personas habrían esperado que en aquella explosión, además de las pesadillas del futuro se encontrarían las claves de nuestro pasado. Y es que científicos del Institución de Oceanografía de la Universidad de California San Diego (Estados Unidos) creen haber encontrado en los minerales de trinita que se encontraron allí, pruebas que explican cómo se formó la Luna, hace 4.500 millones de años. Sus conclusiones fueron publicadas este miércoles en la revista “Science Advances”.
El equipo de James Day, el primer autor del estudio, analizó la composición de la trinita detectada en varios sitios próximos a la explosión, en un área comprendida entre los 30 y a 250 metros de distancia al epicentro. Con ellos, trataron de reconstruir la formación de materiales radiactivos en el momento de la detonación, y para ello midieron la presencia de ciertos elementos en los cristales.
El zinc se esfuma
Gracias a esto, concluyeron que los cristales más próximos al epicentro estaban empobrecidos en elementos volátiles como el zinc, un elemento que se vaporiza a altas temperaturas. Además, entre aquellos átomos de zinc que sí estaban presentes, resultó que los más cercanos al epicentro estaban enriquecidos en isótopos de zinc más pesados (los isótopos son átomos con las mismas propiedades pero distinto número de neutrones).
“Los resultados muestran que la evaporación a altas temperaturas, similar a la que ocurre durante las primeras etapas de la formación de planetas, lleva a la pérdida de elementos volátiles”, ha explicado en un comunicado James Day, el primer autor del estudio. “Esto ya era algo que se sospechaba, pero no teníamos pruebas experimentales que lo confirmaran”.
El origen cataclísmico de la Luna
Gracias al ensayo nuclear Trinity, los científicos han logrado convertir una mera hipótesis en algo más firme. Durante mucho tiempo se ha sugerido que reacciones de este tipo ocurrieron durante la formación de la Luna, a causa de un gran impacto. Se cree que un planeta de tamaño similar a Marte, y al que se conoce como Theia, se estrelló contra la Tierra, hace unos 4.500 millones de años.
Aquel colosal impacto produjo una destrucción inimaginable, pero también subió la temperatura de las rocas hasta unos niveles por lo menos similares a los provocados por Trinity. Por eso, el equipo de Day ha encontrado similitudes entre la trinita y las rocas lunares: ambas son escasas en elementos volátiles y contienen poca agua. Esta similitud apoya la “teoría del gran impacto” sobre la formación de la Luna.
“Hemos aprovechado un evento que cambió la historia en beneficio de la ciencia, para obtener importantes datos científicos”, ha dicho James Day. Gracias a la fina capa de minerales de trinita que creó la explosión, los investigadores creen haber encontrado la prueba de que, efectivamente, si las temperaturas son lo suficientemente altas, elementos como el zinc acaban vaporizados. Esto apoya las hipótesis que explican cómo son las reacciones químicas que hacen que los elementos volátiles se esfumen, bajo presiones y temperaturas extremas, como las que ocurren en la Tierra y en el espacio.
Con información de Space.com e Investigación y Desarrollo | Enlace al texto completo del estudio en Science Advances | Edición y comentarios del Proyecto Alterius