El no como potencia: la destitución como política

Nos ha costado aprender a decir y a escuchar que no, pero en eso estamos. Las feministas lo han convertido incluso en un canto para reivindicar la decisión sobre sus cuerpos y sobre sus vidas: “no, te dije que no…”. Esa misma sílaba fue la apuesta política chilena en oposición a la dictadura de Pinochet, y en México y el mundo muchas decimos no a Peña Nieto y al régimen priista de los partidos políticos.

Pero, más allá de los casos particulares, ya ha comenzado a esbozarse una política del no: aquella que Giorgio Agamben ha llamado la potencia destituyente. Se trata de volver inoperantes las supuestas funciones de cualquier cosa para abrirla a un nuevo uso posible, como lo hace un poema al desautomatizar la lengua, o como puede hacer una mujer que renuncia al destino impuesto de convertirse en madre. “Lo que la poesía realiza por su potencia de decir, la política y la filosofía lo deben realizar por su potencia de actuar.”

La potencia destituyente se encuentra justo en decirle no a aquello que ya estaba ahí para buscar otra vía: abrir el cuerpo a otra forma de vida. Pero el mismo Agamben, cuando elabora sobre el acto de creación, habla también de otra potencia: la potencia de no, aquella resistencia que como instancia crítica impide que la potencia se resuelva y se agote en el acto. Justo nos dice que el “elemento genuinamente filosófico contenido en una obra […] es su capacidad para ser desarrollada, algo que ha quedado —o ha sido intencionalmente abandonado— no dicho, y que debemos saber encontrar y recoger”.¹

Por otro lado, Estanislao Zuleta (que sigue a Nietzsche) advierte el riesgo de afirmar negando: “el blasfemo sigue siendo religioso, porque para pegarle una puñalada a una hostia hay que ser tan religioso como para tragársela”.² Debemos cuidarnos de reproducir lo establecido al mostrarlo en la forma de su negativo fotográfico. Como afirma Judith Butler sobre el género: “La norma rige la inteligibilidad social de la acción, […] entonces estar fuera de la norma es, en cierto sentido, estar definido todavía en relación a ella”.³

Y sin embargo, tener cuidado con el no no significa omitirlo. A pesar de Butler, dirían Deleuze y Guattari que no se trata de lo abierto frente a lo cerrado, sino del afuera. Porque al final esta forma del no más que la abstinencia es una toma de postura. Más que el polo negativo de los binarismos, es la denuncia de los falsos dilemas y la proclama de una alternativa. Como mi sorpresa al tatuarme un NO en el costado: visto desde mis ojos o hasta en un espejo, es la palabra ON la que aparece. On, como encendido, como con una potencia.

¹ Giorgio Agamben, El fuego y el relato (Sexto Piso, México, 2016), página 35

² Estanislao Zuleta, Sobre la lectura (1982), página 3

³ Judith Butler, Deshacer el género (Paidós, Barcelona, 2006), página 69

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