Muere el poeta Luis Alberto Arellano, 5 poemas para recordarlo

Luis Alberto Arellano (Querétaro, 1976-2016), poeta, ensayista y editor miembro fundador de Crótalo Revista Literaria y coeditor de la editorial Sangremal, e integrante del consejo editorial de Mantis Editores, falleció la tarde del pasado 15 de diciembre a causa de complicaciones cardiorespiratorias.

“Fue una de las voces más inquietantes de la poesía de los nacidos en los años setenta. Nunca dejó de experimentar con distintas hablas, con asuntos, incluso de estricta y aburrida semiótica que terminaba por convertirlos en deliciosos, extraños y portentosos mecanismos de juguetería pero también de terrorismo verbal”, señaló el también poeta Hernán Bravo Varela al respecto.

A continuación presentamos una selección de sus poemas para recordarlo:

 

La doctrina del fuego

Habrá Dios enfurecido y marcando las cartas
lanzado su fúrica mano sobre la mesa
sin importarle demasiado los comensales
y otros reunidos para el pokarito
que han dicho ese Alberto qué calamidad
mira que perder con tercia en un lugar de mala muerte
y mirando a Dios en su berrinche
— terrible pataleta de scholar ante los proverbios—
murmuran ahora es que Arellano está en problemas
más vale correr y no mencionar su nombre
solo apellido que eso confunde
negarle tres veces antes del alba enrojecida

Hay que ser afecto al vodka antes que a la vida
para gritarle así, como si tal cosa
Soy acaso yo guardián de mi hermano
y reír acremente, Pedro desde aquí veo tu casa
eres piedra y sobre ti construiré mi iglesia
una cama, una cómoda cocina, un arbolado espejo

Ahora ya no importa demasiado
ese necio pagará bien la cuenta antes
de retirarse en un mutis oportunamente alegre

Es menester que salgamos en silencio todos del casino
e ignoren este penoso accidente
que al Señor Dios le retiren la bebida
que se olvide ese bruto embrutecido de rimar
cosas que a nadie valen
Y por favor, alguien avise prontamente a su madre
que es sin duda hora de su muerte.

_____

_____


Manual de herejía

Muere el 28 de agosto de 430
estando la ciudad sitiada
desde junio por los vándalos
de Genserico
Aurelius Agustinus de Hipona

Señor de los excesos y lengua de arena
Tantas lágrimas guardaba Agustín para dios
Tantas voces dejó escuchar quien confiesa a fin de cuentas
que ha sufrido, que la carne
le ha sido grata y el espíritu no lamenta su derrota

Ese dios de Agustín venció años después a
Genserico
a Maniqueo
a los cátaros y su pureza

Agustín se doctoró en iglesias
pero aún tiene noches en que recuerda a las negras
faldas que pecando
lo volvieron santo


El auxilio de los idiotas

Nada, ni la pequeña letra de cláusula
en falso contrato
ni la angustia en la mirada
que me sueltas en un dejo de lejanía
ni la atolondrada cabeza con que montan
los andantes el caballo por pascuas
ni el lento arremolinar de tu postiza cadera
minando mi costado por frotar despacio
ni el recitar agónico de los proverbios
o el Eclesiastés que de memoria
aprendimos a tu madre

Nada, ni la fingida carcajada
ni los malos hábitos que trasatlánticos
nos señalan
podrán frenar el duro encuentro
de encontrarnos
desnudos de golpe
asustados como quien no entiende
la mala broma, la gracejada
esperando en la infinita esperanza
que no llegue a tiempo la hora
de amarnos despacio
en un franco ademán desprevenido.


Memoria del gato

Que tú ardas, mi gozosa
como en el amor dulce de los 21
que tú ardas, deífica, en la llama salubre de los dioses
que la ceniza te cubra espuria de borde a borde
como los labios tuyos me daban continente
que sientas tú arder la piel contra tu piel
la llama contra tu vientre de pulido mármol
que te llame por tu nombre el viento
y consumida entre el clamor del silencio
rompa la costra de ceniza
el doloroso rencor que te anima
y vayas rampante
entre el humo y el polvo
que dejan los cuerpos cuando
el vuelo horizontal de ambos
ha dejado de cumplirse


Epitafio

Bajo esta roca pulida para la muerte, yace la sombra de un hombre.
No hay nada aquí de valor sino huesos blancos de sal.
No hay nada aquí de valor sino huesos.
No hay nada aquí de valor.
No hay nada aquí.
No hay nada.
No hay.
No.
Viajero, detén tus pasos
y asegúrate que la sombra continúe
soñando su sueño de huesos
blancos de sal
después busca fortuna
en otra roca severa bajo el sol.

Previo

5 poemas mayas de Briceida Cuevas Cob

Siguiente

10 documentales mexicanos del 2016 que tienes que ver