Las ingeniosas traducciones del Quijote: más de 140 versiones de la cordura
Después de la Biblia, el libro más traducido del mundo es El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, mejor conocido como El Quijote, de Miguel de Cervantes. Esta obra clásica –una las cumbres de la literatura en español— ha sido traducida a más de 140 lenguas, dialectos o variedades lingüísticas. Sin contar la infinidad de adaptaciones o remakes que se han hecho a partir de ella.
Esto implica que ha sido leído desde culturas tan diversas, divergentes y variadas como el mismo pensamiento humano. Sería difícil imaginarnos perspectivas tan distintas de un mismo libro, pero un ejemplo sería el contraste entre el pensamiento japonés –que convierte a Don Quijote en un samurái en su traducción— con uno de los remakes más recientes: Quijote Z (de Házael G. González), donde el caballero de la triste figura se dedica a salvar a la humanidad de los zombis, así es, en realidad Alonso Quijano enloqueció por sus intensas y profundas lecturas de la literatura sobre muertos vivientes. Dicha adaptación es pésima, según el criterio de una de mis amigas cervantistas, léala usted bajo su propio riesgo. Esto me hace recordar la interesante participación –esta sí bastante buena— que tiene Don Quijote, acompañado por supuesto de su fiel escudero Sancho Panza, en el cómic Trilogía Asesina del famoso antihéroe Deadpool de la compañía Marvel.
Si España lo ha traducido a sus lenguas autóctonas –al catalán por Antoni Bulbena i Mas, al euskera por Pedro María Berrondo Lasarte y la edición gallega, producto de un equipo de seis traductores— México ha hecho lo propio, aunque de manera parcial, pues no hay una traducción íntegra en las lenguas originarias: Víctor Cata tradujo el Capítulo XL al zapoteco (binizá), como parte del proyecto ‘Quijote Políglota’ que se enmarca en los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, bajo este mismo proyecto se realizarán las traducciones al purépecha o al huichol (wixárika); asimismo el académico Raymundo Isidro Alvárez de la FES Acatlán tradujo al otomí algunos capítulos en una edición trilingüe (zapoteco-inglés-español) para niños.
Las primeras traducciones fueron en las lenguas europeas que gozaban de mayor prestigio en el siglo XVII, el inglés y el francés. A Thomas Shelton se le reconoce la edición inglesa del primer volumen en 1612 (la segunda parte fue publicada en 1620). La traducción al francés es considerada la segunda en orden cronológico, Cesar Oudin publicó la traducción en 1614, y François de Rosset, hizo lo mismo con la segunda parte en 1618 –posteriormente, Filleau de Saint-Martin, Florian y Viardot realizarían nuevas traducciones. En 1622 aparece en italiano, gracias al esfuerzo del profesor de español Lorenzo Franciosini. Para 1648 es traducido al alemán por Pahs Bastelnvon der Sohle y en 1657 al holandés, por el escritor Lambert van der Bos. Esencialmente, estas fueran las primeras traducciones que abrieron la marcha de Don Quijote a través de Europa.
Durante el siglo XVIII aparecieron las traducciones a otras lenguas europeas con menor número de hablantes como el danés, portugués y polaco. También surgen traducciones al rumano, húngaro, croata, griego, serbio, noruego, finés y, en el XIX, al hebreo y al turco. En la primera mitad del siglo XX se publicará en letón, estonio, lituano y checo.
Las traducciones del Quijote representan un acto de cultura emblemático.
Según el Instituto Cervantes la llegada a Oriente se produce a través de un Quijote en inglés, pues se realizan algunas traducciones a finales del XIX en Japón y en India. No obstante, será hasta el siglo XX cuando aparezcan traducciones en el resto de Asia –y en África. En 1978 la escritora y dramaturga Yang Jiang es la primera en traducirlo íntegramente al chino. Posteriormente se traducirá al malayo, bengalí, japonés, urdu (Pakistán), farsi (irán), tagalo (Filipinas), coreano, vietnamita, árabe, tailandés, aymara, quechua, , malgache (Madagascar), entre otras lenguas, como el esperanto, que es un sistema de comunicación universal creado artificialmente en 1887. El primer capítulo en esperanto comienza de la siguiente manera: «En vilaĝo de La Mancha, kies nomon mi ne volas memori, antaŭ nelonge vivis hidalgo el tiuj kun lanco en rako, antikva ŝildo, osta ĉevalaĉo kaj rápida levrelo…»
Las traducciones del Quijote representan un acto de cultura emblemático. En este sentido debe entenderse la traducción al espanglés que realizó el polémico filólogo mexicano Ilans Stavans, quien es catedrático de Filología y Estudios Culturales en el Amherst College de Massachusetts, donde creó hace dos años la primera cátedra de spanglish. Stavans sostiene una lucha por visibilizar al espanglés como un idioma y no como un dialecto “salpicado de anglicismos y de palabras adaptadas en forma sui generis directamente del inglés” hablado por más de 25 millones de personas que viven a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. El primer capítulo en spanglish (y si me lo preguntan, mi adaptación favorita) está escrito de la siguiente manera:
El escritor y experto cervantista Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) ha ido más allá del espejo del lenguaje, pues ha traducido (o mejor dicho, adaptado) el Quijote al español actual. A decir del propio traductor este esfuerzo tiene como objetivo “rejuvenecer” la obra de Cervantes, para acercar a los lectores más jóvenes, “a quienes les resulta demasiado difícil entender” el castellano de hace 410 años en el que está escrita la obra original. De tal manera «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor», en la adaptación de Trapiello es «en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo de los de lanza ya olvidada, escudo antiguo, rocín flaco y galgo corredor».
Habrá quienes no entiendan las andanzas de Don Quijote ni en castellano, ni en código binario, ni en su propia lengua. Para ellos no habrá ningún consejo posible, solamente les desearemos suerte, y que vivan su vida lo mejor posible que puedan, pobres.