Ciencia autogestiva: un nuevo reto ciudadano
Es un hecho que las condiciones estructurales de nuestra sociedad, con instituciones corruptas e ineficientes, se ha traducido en un silencioso pero amplio movimiento ciudadano decidido a construir sus propios medios productivos; sin empleadores, ni apoyos gubernamentales. Proyectos que caminan con lógica autogestiva hay muchos y de muy diversos tipos pero algunos brillan por su ausencia, sobre todo porque su implementación parece insostenible en términos económicos.
Cuando escuchamos hablar sobre Ciencia, inmediatamente nuestras referencias nos remiten a Centros de Investigación, Universidades e Instituciones Gubernamentales y dadas nuestras experiencias académicas, pensamos naturalmente en la necesidad de trabajar con sofisticado equipo de alto coste. Esta visión es errónea, aunque comprensible, ya que la Ciencia como actividad es esencialmente tan solo una forma de relacionarnos con el mundo y de acercarnos de manera metódica a la realidad, que en su acepción más simple corresponde a lo que consideramos verdadero [La Ciencia es solo un método más para ese acercamiento pero que a la luz de su capacidad de avance probablemente sea el más efectivo].
Desde esta breve reflexión, algunas personas formadas en áreas científicas, nos preguntamos cómo hacer ciencia con nuestros propios recursos. Cabe señalar que existen diversos proyectos transdisciplinarios que incorporan múltiples Ciencias, pero por lo general se asocian más al campo artístico o son en realidad talleres de aplicación tecnológica. Nuestra pregunta (la mía y la de muchos científicos que hemos abandonado por desilusión la ruta académica) es sí podemos generar proyectos sostenibles que se basen en la metodología científica como la desarrollamos en los centros de investigación donde nos formamos.
Quizá el referente más destacado que tenemos es el de la “Biología de Garage”, también conocida como DIYBio*, cuyo auge la ha llevado a ser un movimiento internacional y una interesante propuesta que podemos tomar como base para plantear nuestras rutas. Los biohackers (así se les llama a los miembros del movimiento DIYBio) han dejado claro que para hacer Ciencia solo se necesita plantear preguntas, lanzar hipótesis y diseñar métodos de contrastación. Quizá su principal aportación es el de incorporar la creatividad artística a sus investigaciones y hacer efectiva la vinculación con la sociedad no especializada (como lo demuestra Ellen Jorgensen en la siguiente conferencia TED):
En un país como México plantear un proyecto de este tipo parece más complicado. Hay varios ejemplos de proyectos similares al movimiento DIYBio, pero los que resultan sustentables tienen apoyos institucionales que le restan validez en sus pretensiones autogestivas. El reto, no menor, es diseñar alternativas ciudadanas para el desarrollo científico que resuelvan males fomentados por instituciones como CONACyT, que con programas mal diseñados como el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) han perpetuado un relato histórico donde las Ciencias se traducen, con notables excepciones, en élites de investigadores y no en mejoras comunitarias.
Sepan pues que algunos autoexiliados de la Academia hoy nos planteamos seriamente una nueva Ciencia; rígida en sus métodos, pero emocional y artística como los laboratorios autogestivos del movimiento DIYBio. Dada nuestra experiencia en la ciencia institucional, podemos empezar a trazar la ruta a seguir para nuestra Ciencia Autogestiva, definiendo los principios que deben guiarla y los errores que debemos evitar. Más allá de la urgente horizontalidad, anulando las barreras simbólicas que se producen ante las batas blancas y las vacas sagradas, la Ciencia Autogestiva deberá sostenerse por su aplicación y su eficiencia en resolver problemas fundamentales de nuestro entorno, porque solo así podríamos recibir el apoyo comunitario que la haría sustentable. Caminemos pues hacia una Ciencia Libre, cuya médula sea el sentido colectivo, el desarrollo comunitario y no el fortalecimiento de industrias que tras de su progreso devastan el sorprendente sistema que nos gestó y azarosamente nos hizo capaces de pensarle.
* El término proviene de las siglas en inglés DIY (Do It Yourself).