Ocesa y Profeco eliminan cobros de pulseras cashless, pero… ¿de verdad cambiaron las reglas?

En un giro inesperado que nadie vio venir (excepto los consumidores hartos de pagar por recuperar su propio dinero), la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) ha anunciado con bombo y platillo que, tras una fructífera charla con Ocesa, las famosas pulseras cashless dejarán de venderse en los festivales que organiza la empresa, y –atención aquí– tampoco se cobrará comisión por precarga ni por reembolso del saldo restante.
Según la versión oficial del titular de Profeco, Iván Escalante, este acuerdo se logró tras una denuncia ciudadana que llegó hasta la mismísima Mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum. Ahí, con la firmeza de quien impone justicia al consumidor, Profeco dictó sentencia: se acabaron los cobros abusivos por el derecho a consumir dentro de los festivales.
Pero, ¿realmente se acabó la historia ahí?
Cuando “eliminar” no significa lo que crees
Ocesa, en un acto de admirable sincronización, emitió su propio comunicado con una versión ligeramente distinta (por no decir completamente diferente). Para ellos, la pulsera cashless nunca se vendió, simplemente se entregaba como un accesorio indispensable para facilitar las compras dentro del evento. Claro, sin este “favor” electrónico, los asistentes tendrían que volver a usar efectivo o tarjetas, lo cual sería un retroceso digno de la Edad de Piedra.
Además, Ocesa no dijo en ningún momento que las pulseras dejarán de usarse, sino que seguirán operando con normalidad, solo que sin cobrar esas molestas comisiones que siempre generaban más quejas que el precio de la cerveza en los festivales. Entonces, si la pulsera nunca se vendió y ahora solo dejan de cobrar ciertos cargos, ¿realmente cambió algo o solo se hizo oficial lo que ya debió ser la norma desde el principio?
El fin de una era (o tal vez solo un ajuste técnico)
El asunto de las pulseras cashless no es nuevo. Desde su implementación, los consumidores han señalado que este sistema impone un pago extra disfrazado de comodidad. No solo te “invitaban” a cargar dinero en un dispositivo sin alternativa de pago, sino que, si al final del festival te sobraban algunos pesos, Ocesa te cobraba por devolvértelos. Básicamente, una comisión por recuperar lo que ya era tuyo.
Ahora, la Profeco nos asegura que estos cobros han desaparecido y que la justicia ha triunfado. Pero la reacción de Ocesa parece más un encogimiento de hombros que una verdadera admisión de derrota. Según ellos, el sistema seguirá funcionando igual, solo que sin comisiones. Y eso plantea una duda razonable: si realmente estas tarifas eran injustas, ¿por qué tardaron tanto en eliminarlas y solo lo hicieron cuando Profeco intervino?
¿Y ahora qué?
El verdadero impacto de este cambio se verá en los próximos festivales, como el Vive Latino o el Corona Capital, donde los asistentes podrán comprobar si, efectivamente, las pulseras ya no implican un gasto adicional oculto. Mientras tanto, Ocesa puede presumir que su sistema sigue funcionando sin interrupciones, y Profeco puede celebrar una victoria mediática que, si bien suena bien en un anuncio oficial, en la práctica podría no ser el cambio radical que muchos esperaban.
Al final, los consumidores solo quieren una cosa: pagar por lo que consumen sin trampas, sin cargos absurdos y sin sentirse obligados a usar un sistema que, con o sin comisiones, parece haber sido diseñado más para la conveniencia de la empresa que para la comodidad del público.