El deterioro irrefrenable en la obra de Rafael Cauduro

Rafael Cauduro sabía que había algo bello en el deterioro. En los relojes, que van marcando las horas, y las cosas que van perdiendo su brillo. Las grietas, los metales oxidados o los acabados de ladrillo, se colaron en su obra, como vestigios de tiempos mejores.

La exposición “Un Cauduro es un Cauduro” en el MUSA de Guadalajara, Jalisco, muestra una gran variedad de obras del artista, quien murió en el 2022. El recorrido empieza con sus caricaturas, que ya mostraban su perspectiva cruda y sincera de la realidad, y termina en sus obras técnicamente más complejas, realizadas en grandes placas de metal.

De los barrios bajos de Nueva York, Cauduro aprendió la degradación implacable de las ciudades. Al graffiti le llamó “el llanto de las ciudades que piden atención” según la historiadora del arte Mayte Sánchez Lozano. Cauduro construyó sus obras con lo aparentemente desechable, con lo que nadie considera bello, con los materiales excluidos de los grandes salones de arte.

Y es que el tiempo siempre tuvo un papel principal en sus obras. Escenas de gente atravesadas por manillas y marcos viejos de madera, dan cuenta de un desgaste temporal o moral. Al empezar una obra se preguntaba “’ ¿qué tortura le vamos a hacer a la materia? ¿La vamos a oxidar o a echarle ácido?”.

Rafael Cauduro fue un gran observador. Al ser el hijo menor de seis hermanos, desarrolló una naturaleza solitaria e introspectiva. Sus obras no representan la realidad, sino su visión sobre la realidad, que está atravesada por este proceso de desgaste y erosión al que estamos sujetos todos y todo.

Estudió diseño industrial y arquitectura en la universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, porque su familia no apoyaba su inclinación al arte. Sin embargo, una vez que decidió dedicar su vida a dibujar y pintar, sintió una certeza absoluta de que le iba a ir bien, según dijo en una entrevista con Morelos Tv. Y tenía razón.

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Muchas veces su arte ha sido calificado de hiperrealista, debido a los cuerpos humanos que pinta con detalle, pero él se mostró en desacuerdo con esta etiqueta. “En todo caso llámenme mentiroso experto”, le dijo a Alesha Mercado Besserer, historiadora de arte. Lo que él nos quiere transmitir con su obra no es la realidad, sino una ilusión.

 

Sin embargo, también dedicó su atención a las injusticias sociales. La mayor prueba de ello son los murales “Siete injusticias” que pintó en la Suprema Corte de Justicia, que muestran los montones de papeleo atorados en la burocracia, manifestaciones siendo reprimidas y gente encarcelada. Para realizar estos murales, visitó cárceles y a padres de mujeres asesinadas, según su esposa Liliana Pérez Cano.

En esta retrospectiva de 50 años de su carrera artística, Cauduro demuestra que no tiene interés en mostrarnos lo convencionalmente bello, y que el arte no necesariamente es un reflejo de la realidad, sino una interpretación y un cuestionamiento.

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