Agradecemos a todas las personas que mediante su lente, sensibilidad social y arte inmortalizaron un fenómeno y estallido social en la ciudad de Cali, pero además, plasmaron el reconstruir de una sociedad abatida por el Estado Colombiano y la marginación de las grandes clases sociales por el capitalismo. Para todo el pueblo caleño: ¡Muchas gracias por resistir y contar al mundo la verdad de un país!

Escrito por: Carolina Salcedo y Santiago Ceballos.

Existe un lugar llamado Cali donde convergen múltiples actores. Por si no lo sabían, Cali es bañada por 7 ríos los cuales fluyen sin mucha prisa. Paradójicamente, es una ciudad donde el tiempo no fluye libremente; tiene deudas históricas, está plegado de nudos desde hace muchas décadas atrás. Es una ciudad llena de habitantes de distintos colores y pensares, de muchos matices, de una búsqueda constante por el reconocimiento y la aceptación. Una ciudad llena de canciones del pacífico y el retumbar de sus marimbas; del sonido de las flautas y los vientos de la resistencia milenaria de pueblos originarios. De la lucha contra minorías elitistas y hegemónicas que perpetúan la injusticia, el cinismo y el gusto por el olvido y la explotación de quiénes no son de su agrado. Cali es un vórtice que ruge hoy como ha debido hacerlo desde hace mucho tiempo y el eco de su fluir turbulento llena a su país y llega al mundo entero.

Fotografía 2. “Primera línea” | Puerto Resistencia, Mayo 08 del 2021 | Tomada por: Crónicas del Viento (@cronicas_del_viento)

Tras el subestimado estallido social, la ciudad ha rebautizado lugares icónicos debido a su gran influencia e importancia para el devenir de la caleñidad. Estos espacios totalmente llenos de emociones y clamor por justicia en sus banderas, se redefinen bajo una consigna colectiva en torno a la lucha y la resistencia del pueblo. Esta consigna enmarca también la figura de la capucha. No importa quién sea que esté detrás de ella; se convierte en sinónimo de fuerza y esperanza; el llamado es a resistir. Para estas personas, el vigor arde como la flama invocada por el molotov, el cual arremete ante la metralla de quienes siguen órdenes, y de quienes disfrutan ejecutarlas. Con rocas, escudos, madera y capucha; el objetivo es unánime y claro, es el todo o nada. Quienes conforman la primera línea llegan todos los días con anhelos, miedos y convicción. Se vive entre las balas y el abismo. Pero esto no es nuevo.

El cambio es ahora. El espíritu, lleno de fulgor, es posible apreciarlo a través de la mirada de quienes habitan el paro, mirada empañada por el miedo en cada punto de resistencia, puesto que en las noches se viven en vela en una ciudad que no aprecia a las estrellas, sino algunas balas sueltas, que impactan, que duelen. Las arremetidas de la fuerza policial son cada vez más sanguinarias, golpean, se burlan, ultrajan, violan, asesinan y desaparecen a cualquier persona que encuentren en el manto de la noche, o bajo la mirada cómplice de medios nacionales durante el día. La primera línea no retrocede aunque la muerte haga parte del paisaje noche tras noche.

La guardia es resistencia, es el aguante del desconcierto de una historia mal contada, es sentirlos justicieros ante el abandono y rechazo del Estado, es entender que son ellas y ellos quienes irán en búsqueda de una verdad, someterán un juicio, y ante todo, respetaran la vida del que sea”

Fotografía 3.“Interludio” | Estación Univalle. Mayo 07, 2021 | Tomada por: Isabella de la Hoz (@red.october9)

El CRIC es la unión y convergencia de muchos gremios; comunidades afro del Cauca y Valle del Cauca, sindicatos, estudiantes, mujeres y hombres, todos bajo una misma imagen, un único respeto hacia la vida. El CRIC es el puente, intermediario y sabedor de las tensiones citadinas, de unión. Son los héroes, en quienes se puede confiar y dan aguante en esta primera línea”

La vida después del impacto se resquebraja. El adiós que no es dicho, pesa. La injusticia y el sadismo contra un ritual de conmemoración es ruin; no les basta arrebatar y humillar memorias, apagar las velas con bolillos, explosiones y tiros. Llegan sin mediar palabra y traen consigo más dolor en una noche de espanto. Igual que la noche anterior. Igual que la noche siguiente.

Pasé de salir en la madrugada a las calles de Bogotá haciendo un paseo nocturno por el barrio, a tener miedo en Cali de salir a la esquina porque alguien de la fuerza pública pudiera atentar contra mi vida, eso provocó lo acontecido en Siloé el 3 de mayo de 2021. Vivía en la fantasía hipócrita de pensar que lo malo solo le ocurría a gente mala, y la muerte de mi primo, Kevin Agudelo, y de muchos jóvenes, me despertó de ella. Ahora vivo intranquilo, inquieto y solo me mantengo a la espera de que los jóvenes que luchan por este país ganen esta guerra que vivimos, tememos y sentimos. No puedo salir a protestar por miedo a no poder volver a casa, no puedo dejar de compartir cosas en redes por miedo a que el nombre de mi primo sea olvidado […].”

La perseverancia no disminuyó, a pulso, la ciudad se consolida como la capital colombiana de resistencia. La Cali que baila contra las injusticias; se une en cantos y en murales. En acrobacias usando telas desde árboles, danzas, plantones y asambleas; Cali empieza a tender puentes entre su calles y estos actores se aferran a sus semejantes contra la tiranía.

Fotografía 4. “En las calles somos más” | Puerto Resistencia. Mayo 04, 2021 | Tomada por: @kathleenriascos – Resistencia Antirracista(@resistencia_antirracista)

Por medio de la empatía y el reconocimiento del otro surge un contrapeso al gran presupuesto del establecimiento; se gesta el florecimiento del poder popular. Las ayudas entre vecinos cercanos y lejanos. Las donaciones, medicinas y alimentos, fluyen a través de la ciudad por medio de voluntarios quienes nutren los espacios. Al mismo tiempo las ollas se llenan de comunidad. El compartir se llena de historias, de risas, de anécdotas de otros tiempos, de admiración y de orgullo por luchar sobre lo que se considera correcto. También, se añora a la vida en cada ingrediente, sabor y olor; respiran lucha y se alimentan de las ganas de construir un futuro diferente.

“Las ollas populares son espacios donde se baja la tensión, donde se siente bien, se cuidan los unos de los otros, la mayoría de las ollas está compuesto por mujeres; madres, abuelas, tías, novias, mujeres que aguardan por la vida de su familiar que está frente al cañón, allá en primera línea. En estos espacios se busca una paz ante la zozobra, se hacen alimentos para el cuerpo y el alma. Es la olla un corazón profundamente popular y una conciencia política del momento, en que se reconocen la división de clases, la situación de pobreza sistemática, la falta de oportunidades. Aquí se habla de todo alrededor del fuego, personas de diferentes edades pero que comúnmente tenemos un mismo llamado. Sonrisas, son historias y anécdotas, son las caídas amorosas de las doñas, el explicarles la tendencias del amor moderno, es un espacio de escucha, y conocimiento, de sentirnos en sociedad y hacer sociedad […].”

Fotografía 5. “Compañeros han caído, pero no nos vencerán” | Cali, La Sucursal del Cielo, Mayo 01, 2021 | Tomada por: Juliana Figueroa Suárez (@julianafigueroas)

Además del fuerte acople entre habitantes de la ciudad, en Cali, llega la minga indígena, la cual está conformada por los pueblos originarios, quienes históricamente fueron degradados por los conquistadores, quienes emplearon sus cruces, espejos y armas para deplorar la vida y cultura de quienes habitan con amor las tierras de esta nación. Algunas veces cuesta creer que al pasar tantos años aún esté aquel veneno, estigmas de pretender ser “raza superior” por tener una mezcla distinta en la ola del mestizaje. En las escuelas ignoran la verdadera historia, y en las memorias, que por décadas es menos retentiva, se desconoce aún más el proceder ancestral de los territorios.

Para mí, la minga y el poder contar con los cabildos indígenas (CRIC) en el Paro Nacional es sinónimo de protección y orden, es sentirme parte de una lucha colectiva, un abrazo que acompaña el frío de la noche cuando se está en primera línea, cuando se pelea hombro a hombro bajo la misma bandera […].”

Desde el pasado miércoles 28 de abril la ciudad de Cali no volvió ni volverá a ser la misma, el estallido social tiene múltiples dimensiones. Estatuas que enaltecen el yugo opresor y racista del ayer y del hoy han caído, la cátedra de dignidad Misak y demás comunidades indígenas se dicta en las calles, en cada marcha, en cada punto de resistencia. El hambre por hacer historia y no pedir permiso ha permeado a todo un país, aún hay mucho por contar, aprender, resignificar. Aún hay mucho por construir bajo la colectividad y el aguante de las personas, bajo el grito de justicia, aún queda mucho por soñar. Porque la Cali es y seguirá siendo, la Sucursal del Cielo.

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1 comentario

  1. DAYANA MOSQUERA
    19/05/2021 at 12:16

    Excelente trabajo