Libros por Zoom

“Se Inyectan Asteroides” es una columna de Emmanuel Medina


Este 2020, cada día, excede las peores expectativas en todos los ámbitos humanos: el SARs-COV-2 se volvió en una suerte de Apocalipsis que, desde principios de este infausto año, parece ser la trama macabra, escrita por un Juan Apóstol de siglo 21 que ha trastocado una vida, cien vidas, miles de vidas día a día, semana a semana, y siete meses después, no hay final previsible.

Todos los libros tienen capítulos finales y este macabro volumen llamado “La Pandemia” no parece acercarnos al final, aún.

En el estricto ámbito de la literatura, las víctimas más recientes son las ferias de libros que, desde hace casi una década, marcaban el ritmo de la lectura y las presentaciones de libros, en ciudades como Oaxaca o Guadalajara, pasando por el tumultuoso Zócalo y su fiesta de letras, abierta siempre al asombro y las colas para llevarse una novelita para esos viajes infinitos en metro o las peseras y que, juntas en sus diferentes sedes, eran un regalo anticipado de navidad para los lectores apasionados o escritores noveles, presentando sus primeras páginas.

Ahora todo serán ferias “virtuales” por los meses que siguen: una catarata de narradores que, en pantallas, invitarán a quienes se chuten su charla en zoom, a que corran a una librería cercana, se limpien las suelas en el tapete sanitizante, les tomen la temperatura en la frente o las muñecas, les den una pizca de gel y adquieran el libro que les entusiasmó.

Las ferias son encuentros gozosos de amantes de los libros y quienes los conciben: stands de todos los tamaños invitan a llevarse una novela recién salida del horno, ese clásico que siempre le han recomendado con el irresistible argumento de “es todo tu estilo: es de vampiros que se enamoran” o los infaltables libros de autoayuda, ángeles, cristales de cuarzo, dióxido de cloro que cura todo y blogueros y celebridades con ansias de ser Cervantes de la modernidad.

Ahora todo serán conexiones y frialdad digital: por más que organizadores como los creadores de la Feria del Libro de Guadalajara, la más importante en lengua española, hablen de que será un evento “innovador” a través de más de un centenar de presentaciones de libros, a toda hora y por siete días; o que la asistencia a un Zócalo digital será accesible para quienes aman las letras, escuchando charlas de autores irresistibles, lo cierto es que se anticipa un golpe muy duro para la industria editorial y, en última instancia, para quienes, por una vez al año, los libros están al alcance de su mano, en eventos que son indispensables para que este país suba su nivel de un libro y medio, en promedio, que se lee por cada mexicana y mexicano, según datos que circulan, entre los soberbios entendidos que leen más de tres libros.

La pregunta, para empresas editoriales como Random House, Planeta, Océano o las más modestas como Almadía o Sexto Piso sería, ¿de verdad piensan que todos sus lectores estarán cautivos solamente porque les pongan a un creador literario hablándoles, una hora, a su dispositivo?, ¿cuáles son sus estrategias en un mundo donde la cultura y el entretenimiento parecen lo menos importante, frente a una economía tan dañada y la salud en constante riesgo?, ¿No deberían salir a poner stands pequeños y ofrecer libros en calles, paradas de camiones, y casi tocando, casa por casa, agregando buenos precios y ofertas?

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La innovación hará que, cuando esto pase, todavía podamos tomar libros y sentarnos a leer, porque, ojo, migrar a los libros electrónicos no será la solución, sino rescatar un objeto que siga siendo accesible, amigable y que nos acompañe, como un fiel amigo, desde que Gutemberg inventara la imprenta siglos atrás.

Las pantallas digitales, en Mexico aún, no son la solución para que las letras sigan colándose en las casas.

Aunque no haya ferias de libros ni autores firmando libros en un futuro cercano.

 

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