Entonces, ¿se recomienda llevar cubrebocas? Todos los detalles de la controversia
Por Nuria Alvarez Agüí / 7 de abril de 2020
Una revisión de las estrategias de los países del este de Asia más eficaces frente a la epidemia muestra la importancia de los sistemas de salud públicos y gratuitos y de la planificación previa (las epidemias son en Asia como los terremotos en México), que ha agilizado el establecimiento de equipos de trazado de casos con ayuda de tests. Llaman también la atención las cuarentenas fuertemente vigiladas de los recién llegados, en ocasiones en edificios públicos que se han reorientado a esta tarea. Pero hay un elemento más visual en la respuesta de muchos de estos países frente a la pandemia. Se trata del uso generalizado de mascarillas y cubrebocas de tela.
Por “mascarillas” nos referiremos aquí a las mascarillas quirúrgicas desechables que se venden en farmacias, no a las mascarillas herméticas con respirador N95 que son de uso exclusivo para el personal médico expuesto a un alto riesgo (y que como vemos en los documentales chinos, provocan dermatitis y llagas en la piel por su uso continuado).
El uso de cubrebocas y mascarillas quirúrgicas entre la población no sanitaria caracteriza a países como Japón, Taiwán, Corea o China, que están teniendo curvas de contagio mucho más controladas que los países occidentales incluso sin imponer confinamientos colectivos. Así, por ejemplo, en la ciudad china autónoma de Hong Kong “muy pocas personas caminan por las calles […]. Casi todas llevan mascarilla. […] Repetidos anuncios urgen a la gente a lavarse las manos regularmente. Numerosos cafés, tiendas y oficinas comprueban la temperatura de los clientes, y a menudo proporcionan gel de alcohol gratis. Algunos establecimientos rechazan la entrada a quienes tienen una temperatura corporal elevada”.
Durante las primeras semanas de la pandemia la OMS recomendó el uso de mascarillas únicamente a la población sanitaria, que cuida de un enfermo o sospechosa de estar infectada. El resto de la población quedaba fuera. Muchos especialistas (fundamentalmente del este de Asia) criticaron estas orientaciones y señalaron que las mascarillas quirúrgicas y cubrebocas de tela artesanales podían ser preferibles a no llevar nada por parte de la mayoría de la población. George Gao, director general del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, declaró a la revista Science que “El gran error en Estados Unidos y Europa, en mi opinión, es que la gente no lleva mascarillas. El virus es transmitido por microgotas y contacto cercano. Las microgotas tienen un papel muy importante -tienes que llevar una mascarilla, porque cuando hablas, siempre salen gotitas de tu boca. Muchas personas tienen infecciones asintomáticas o presintomáticas. Si llevan mascarillas, pueden prevenir que las microgotas que transportan el virus escapen e infecten a otros”.
En el mismo sentido, un artículo publicado en la prestigiosa revista médica británica BMJ (firmado por tres académicos de Hong Kong y uno de la universidad de Birmingham) destacaba que el principal impacto de las mascarillas y los cubrebocas en general no se encontraría en la autoprotección sino en la protección a los demás. Las recomendaciones de la OMS se basaban en la suposición inicialmente manejada de que las personas infectadas sin síntomas serían pocas y no contagiarían la enfermedad. Pero según los hallazgos más recientes, muchas personas infectadas son asintomáticas o tardan días en empezar a desarrollar síntomas, y durante todo ese tiempo tienen la capacidad de contagiar a otras.
De hecho, las personas infectadas que no presentan síntomas pueden superar la mitad del total. Un modelo matemático realizado por el Imperial College of London calcula que un 15% de la población española puede estar ya infectada, siendo la mayoría asintomáticos. Por su parte, los tests masivos realizados en Islandia en la fase más inicial de transmisión comunitaria mostraron que aproximadamente la mitad de los infectados eran asintomáticos, y que la otra mitad presentaba en general “síntomas muy moderados, similares a los de un resfriado”, según señaló el jefe islandés de epidemiología en declaraciones a BuzzFeed News. A lo mismo parece apuntar el experimento en el pueblo italiano de Vo, donde toda la población fue sometida a tests. Del 3% que dio resultados positivos, la mayoría no presentaba síntomas. [Estos argumentos parecen haber convencido finalmente a la OMS. A fecha de 7 de abril, la OMS se ha retractado parcialmente de sus recomendaciones iniciales y reconoce que puede ser aconsejable el uso de mascarillas entre la población que trabaja de cara al público o en sociedades con un alto porcentaje de población vulnerable, siempre junto con otras medidas de prevención como el lavado frecuente de manos.]
Así, la mayoría de países occidentales recomendaron inicialmente que la población sana no sanitaria no comprara mascarillas si no necesitaba cuidar de ningún enfermo. Para justificarlo se ha afirmado que las mascarillas no reducen la probabilidad de contagiarse entre la población no médica porque la mayoría de la gente no sería capaz de aprender a usarlas correctamente (agarrándolas sólo por los elásticos y sin tocarlas, lavándose las manos antes y después). Además, se dijo que pueden fomentar que las personas se toquen más la cara, o crear una “falsa sensación de seguridad” que haría que se abandonen medidas más importantes de prevención como el lavado de manos. Pero hay quienes opinan lo contrario. Según el jefe médico del hospital de la universidad de Pensilvania, “Llevar una mascarilla puede reducir la probabilidad de que la gente se toque la cara” pues recuerda a quien la lleva la excepcionalidad de la situación; además puede servir como un recordatorio visual para mejorar la higiene de manos y el distanciamiento interpersonal.
No debería ser necesario acudir a argumentos cuestionables para luchar contra el acaparamiento de mascarillas. La escasez mundial de mascarillas con homologación médica no va a solucionarse pronto, por lo que puede ser necesario reservarlas para quienes nos curan. En los países más afectados, como Italia o España, el fuerte porcentaje de profesionales médicos o trabajadores de residencias de ancianos contagiados debido a la escasez de mascarillas reduce la capacidad de curar a los enfermos e incrementa la tasa de letalidad del covid19. Si quieres que te puedan curar si enfermas, no compres mascarillas quirúrgicas sin necesidad (si no estás infectado o cuidando de un enfermo). Este argumento por sí solo debería ser lo suficientemente poderoso como para que la población no comprara mascarillas quirúrgicas, pero de no ser así otra opción sería simplemente prohibir su venta a la población que no es personal médico, personal de cuidados o de limpieza sanitaria.
Una solución equilibrada para la mayoría de la población asintomática podría ser el uso de cubrebocas de tela, es decir cualquier pedazo de tela -incluso de fabricación casera- que cubra completamente la boca y la nariz, como acaba de recomendar el Centro para la prevención y el control de enfermedades de Estados Unidos, y se está planteando el ministerio de salud español. Una medida así ha sido ya impuesta por ley en la República Checa y Eslovaquia. Además, Austria acaba de volver obligatorio el uso de algún tipo de cubrebocas para ir al supermercado, y Eslovenia para cualquier espacio público cerrado. Por su parte el gobierno japonés ha anunciado que planea enviar dos cubrebocas de tela lavables a cada hogar. En su comparecencia del 3 de abril, el subsecretario mexicano López Gatell reconoció que puede ser positivo que la mayoría de la población utilice cubrebocas de fabricación casera para evitar el contagio a otros por parte de las personas asintomáticas.
Igual que #yomequedoencasa para protegerte, #yomehagouncubrebocas casero para protegerte.
Quienes se oponen a los cubrebocas de tela se apoyan en un estudio científico que apunta a que protegen menos a los trabajadores de los hospitales que las mascarillas quirúrgicas producidas industrialmente. Ello se debe a la composición y estructura interna del tejido, su mayor capacidad para retener humedad y el riesgo asociado a no lavarlos inmediatamente. Pero como afirman los autores del artículo del BMJ, ese estudio no compara la efectividad de usar cubrebocas de tela frente a no usar nada. Además, no analiza su eficacia para proteger a los demás de la expulsión de microgotas sino únicamente su eficacia para la autoprotección. En resumen, señalan:
“El uso de cubrebocas de tela por la población podría ayudar a limitar la expansión de la infección, incluso si sólo presentan beneficios modestos para la autoprotección y el control en origen [la protección a otros]. Las mascarillas de tela son reutilizables y hay un potencial mucho mayor para su producción masiva”.
¿Es posible aconsejar a la población llevar cubrebocas sin que eso acarree dejar al personal sanitario y de cuidados sin mascarillas? ¿Sería ampliamente adoptada una medida que sirve mucho más para proteger a otros que para autoprotegerse? Quizás sea más fácil en México que en países europeos con una cultura más individualista.
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