La simple opinión de un hombre sobre el aborto

Contrario a lo que muchas personas pueden llegar a pensar, el tema del aborto y las discusiones que giran en torno a él, se remontan hasta la antigüedad. Aristóteles es una figura destacada que toma dicho tópico en sus textos y su conclusión es contundente: si se desea tener la mejor forma de gobierno, el aborto es una opción para ciertos casos. Por otra parte, Demócrito, en su juramento, enuncia que no dará a la mujer, ninguna droga que provoque el aborto.

Para estar en contra o a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, se puede apelar a distintos argumentos: científicos, religiosos, legales, filosóficos, etc. no obstante, ni unos ni otros logran convencer a la parte antagónica.

Si se revisan las posturas en pro y en contra del aborto, en cada una de las áreas mencionadas, es poco probable que se halle una conclusión definitiva al respecto. Por ejemplo, hasta la fecha, los teólogos y los estudiosos del cristianismo, difieren sobre en qué momento el producto que está dentro del vientre de una mujer, tiene ya un alma. Posiblemente hay quien cree que esto sucede desde la concepción, otros más, recurren a la interpretación de pasajes bíblicos y, concluyen que el alma se “inserta” en el cuerpo cuando este tiene “forma humana”; tampoco es descartable que exista gente que no está de acuerdo con ninguna de estas dos opciones, entonces, ¿quién tiene la razón?

Si la discusión se aborda desde el marco legal, un gran número de personas y los gobiernos de ciertos países, favorecen la interrupción del embarazo en caso de violación, es decir, de alguna manera todo se reduce a si hubo consentimiento o no de la mujer para el coito, por lo tanto, es lícito preguntar, ¿entonces la “vida” o el “ser” que algunos tratan de defender, es menos valioso cuando la mujer no tuvo relaciones sexuales bajo su voluntad?  

Otra premisa que se puede considerar es si el producto es un ser humano. En las distintas etapas del embarazo hay diferentes nombres para el producto: cigoto, embrión y feto. Estas denominaciones toman como base el desarrollo del mismo y sus características. Cuando se habla del aborto como derecho, no se trata de un bebé como varios detractores exponen, sino de un embrión o un feto. Así como una semilla no es un árbol, se puede inferir que un cigoto, un embrión o un feto, no es un ser humano. El Dr. Alberto Kornblihtt usa el término “proyecto de ser humano” para nombrar al embrión. Además, el concepto de “humano” tiende a ser abstracto, está sujeto a ideas que pertenecen a ciertas culturas.

Sobre el hipotético sufrimiento, sensibilidad o consciencia del embrión o feto, al momento del aborto; según las herramientas y los métodos de los que dispone la medicina en la actualidad, se tiene claro que, hasta ciertas semanas el producto no posee dichas capacidades. Esto no es absoluto, simplemente es la información disponible sobre ello.

Hasta la fecha parece no haber un método anticonceptivo con una eficacia del 100%. Al recurrir a la idea de la responsabilidad, es incongruente juzgar de irresponsable, un embarazo que se dio a pesar de la aplicación adecuada de un método anticonceptivo. Incluso, hay casos de concepciones en mujeres que tenían ligadas las Trompas de Falopio y hombres a los que se les practicó vasectomía.  

Es un hecho que en los juicios sobre si debe ser legal o no la interrupción voluntaria del embarazo, intervienen ideas, hechos y creencias contradictorias. Lo cual no es bueno ni malo por sí mismo.

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Cada individuo que pertenece a una sociedad tiene el derecho de pensar y actuar como mejor le parezca, sin quebrantar las leyes. A pesar de compartir un mismo tiempo y espacio con otros individuos, siempre hay en juego una serie de factores que pueden traer como resultado, formas de pensamiento totalmente diferentes. Tanto ideas como creencias determinan o condicionan la conducta. Cada uno defiende su postura y estima tener la razón.

Si alguien cree que la vida humana comienza desde la unión del óvulo con el espermatozoide, es libre de hacerlo. Si alguien juzga que un embarazo no debe interrumpirse, a pesar de que este no es deseado o fue resultado de la falla de un método anticonceptivo, es libre de hacerlo. Cuando una persona que profesa cierta religión, posee la creencia de que un aborto es un pecado grave, simplemente está ejerciendo su libertad. Si una mujer, aunque sus planes y proyecto de vida se vean modificados, decide continuar con un embarazo no deseado, porque asume la responsabilidad de una vida sexual activa, está bien.

Sin embargo, es importante no perder de vista algo que ya se mencionó, no toda la gente cree y piensa lo mismo. Esto es más difícil de lo que parece, pues es sumamente complicado aceptar que alguien no posee las mismas ideas. Cuando se asume tener la razón y estar del lado correcto, existe una enorme resistencia para reconocer un razonamiento opuesto, que lleve a una conducta desigual. También, en muchas ocasiones, situaciones como el aborto, siempre son vistas a través del tamiz de la moral cristiana, que en muchas ocasiones está llena de dogmas y suposiciones, pero carece de hechos.   

Se puede concluir con facilidad, que el tema de la interrupción del embarazo seguirá presente y es casi imposible esperar que en algún momento todos estén de acuerdo en si debe ser legal o no, no obstante, es una tarea digna el asumir, no solo para este asunto, la posibilidad de estar equivocados y respetar a quienes piensan distinto. Por otro lado, cada caso posee particularidades y elementos que son enjuiciados y resueltos con relativa sencillez cuando son vistos desde afuera.

Opinar es cómodo, este texto es una muestra de ello, y mientras se hace, muchas mujeres viven en carne propia este dilema. Se enfrentan no solo a sí mismas, sino todo un conjunto de dogmas, ideas y prejuicios.

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