Campaña #MeToo: ¿Por qué no lo dijiste antes?, por Constanza Michelson

Columna de Constaza Michelson publicada originalmente en HoyxHoy


Pregunta canalla que aparece cada vez que una víctima denuncia algo a destiempo: ¿por qué no lo dijiste antes? Canalla porque insinúa oportunismo, incluso complicidad, de parte del denunciante. Es una pregunta que contiene la estupidez de suponer que las víctimas, para ser reconocidas como tal, deben mostrar algún tipo de conducta asexuada, irreprochable.

La respuesta a la pregunta está contenida en el mismo hecho de su existencia. Hay contextos en que no se quiere escuchar y que además se cuestiona a quien acusa. Se sabe que este rechazo es muy frecuente en los casos de abusos intrafamiliares. Obligando a las víctimas a negar una experiencia, por ende, a sí mismos. Y eso es la locura: negar la realidad.

Este rechazo a escuchar, ocurre también en contextos de la vida adulta. Incluso a personas que parecen poderosas. Como a las actrices de Hollywood, quienes hoy denuncian a un productor, quien por décadas habría acosado a mujeres que -formal o informalmente -dependían de él. De esta situación nace la campaña viral #MeToo ó #yotambién (he sido acosada).

Algunos hombres, nunca se sabe si intencionados o traicionados por un deseo de figurar, se unieron con su “yo también”. Si bien, el acoso hacia hombres, y especialmente hacia niños, existe, lo que esta campaña descubre es que casi todas las mujeres han estado en alguna situación de vulneración sexual.

Desde una corrida de mano en la micro hasta una violación, pasando por esas zonas grises y confusas de abusos de poder con connotación sexual. Y ese grado de generalización no lo viven los hombres. Por eso, absténganse esta vez por favor, no actúen como esos personajes secundarios, que deciden llorar en los funerales más que los cercanos.

Conservadores y progresistas nos proscriben del poder. Y si nosotras mismas seguimos renunciando a éste, no serán pocas las que seguirán tolerando manoseos a cambio de un trabajo.

Hay otros que, sorprendidos de que tantas de sus compañeras vivan estas situaciones, apoyan de un modo más sensato y útil, con su campaña #cómocambiaré. Supongo que la nueva sensibilidad social tiene que ver con esa disposición, con que hombres y mujeres sancionen algo que ha estado presente desde siempre en la cultura: ponerle valor de cambio al cuerpo de la mujer, por eso se puede comprar, vender, quitárselo a otro o saquear.

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Una pregunta ineludible, y más útil que la del comienzo de esta columna, es aquella por las relaciones de poder, y qué tenemos las mujeres que ver con la distribución de éste. Si aquella impotencia de las víctimas de abuso infantil se replica en mujeres adultas, es porque muchas veces seguimos existiendo como niñas.

No es casual que haya sido bastante más fácil la liberación sexual femenina que la económica. Quizás porque hemos creído en eso de que hablar de dinero y poder es algo feo. Y los hombres están para cosas feas. ¿No es esa la excusa épica? Van a las guerras para salvarnos…y quedarse con la autoridad y los tesoros. En tiempos de paz, administran esas cosas aburridas como el patrimonio familiar y la política.

Hace poco un “feminista de la diferencia” criticaba a las mujeres en el poder. Para él, la revolución de las mujeres no puede reproducir el capitalismo y el poder masculino. ¿Entonces mejor hacemos yoga, mientras preparamos el gran cambio de mundo?

Por angas o por mangas, conservadores y progresistas nos proscriben del poder. Y si nosotras mismas seguimos renunciando a éste, no serán pocas las que seguirán tolerando manoseos a cambio de un trabajo.

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